Cruzar al cine comercial

En las declaraciones de Lucía Lapiedra, cuando decidió abandonar el porno para unirse sentimentalmente a Pipi Estrada, la exestrella del X nacional repetía que su futuro estaba ligado al cine convencional. Difícil lo tiene la actriz madrileña, pues el paso del porno al cine no es un camino fácil para aquellos actores y actrices que han practicado el sexo delante de las cámaras. La propia Lucía, que ha tenido dos pequeños papeles en ‘Torrente 3’, de Santiago Segura, e ‘Isi Disi 2’, de Miguel Ángel Lamata, puede dar fe de ello: en ambos filmes su presencia era testimonial y no aparecía en pantalla más de cinco segundos.

Antes que Lucía tuviera esos cinco segundos de gloria en el celuloide, otras actrices habían probado suerte en el “crossover”. La pionera, como en casi todo, fue María Bianco, quien consiguió un papel en el mediometraje ‘Monjas atrapadas’, de Jesús Garay. Su estela la siguieron Bibian Norai, que tiene una interesante filmografía como actriz convencional, con pequeños papeles en ‘Lo mejor que le puede pasar a un cruasán’, de Paco Mir, ‘Cien maneras de acabar con el amor’, de Vicente Pérez Herrero, o ‘Ellos robaron la picha de Hitler’, de Pedro Temboury; Sophie Evans, con un divertido estriptis en ‘París-Tombuctú’, de Luis García Berlanga; Zuleidy, que acompaña a Lucía Lapiedra en la breve secuencia de ‘Isi Disi 2’; Eva San Marcos, quien hace una aparición estelar en “Ellos robaron la picha de Hitler”; o Celia Blanco, la estrella del X que más ha insistido públicamente en su deseo de tener una oportunidad en un cine que no sea sexual y que participa en el filme ‘El horror de la dama del lago’, de Diego Vázquez, la película para televisión ‘Mar rojo’, de Enric Alberich, y el cortometraje ‘Fascículos’, de Óscar Pedraza.

Nacho Vidal en ‘El alquimista impaciente’

Sin embargo, en ningún caso, la intervención de una actriz de cine X en una cinta comercial ha pasado de ser una mera anécdota. No es el caso de Nacho Vidal, verdadero paladín del “crossover” en España. Nacho consiguió, casi por casualidad, un papel secundario en ‘El alquimista impaciente’, de Patricia Ferreira, cuando la directora vio su cara en un hotel de Valencia y comprobó que tenía los rasgos del personaje que andaba buscando. Su interpretación del mafioso ruso Vassili le abrió las puertas de un tipo de cine en el que ha repetido con ‘Va a ser que nadie es perfecto’, de Joaquín Oristrell, donde encarna a un portero de discoteca. Además de un papel de mayor enjundia en el primer capítulo de la segunda temporada de ‘Los simuladores’ y cameos con frase en diversos episodios de ‘Los hombres de Paco’, ‘Jet Lag’ o ‘El comisario’, el rey del porno español ultima el guión de una película de acción en lo que puede suponer su definitivo paso al cine convencional.

Publicado en Interviu en febrero de 2007.

A cualquier cosa lo llaman porno

El 15 de diciembre de 1972 se estrenó en Francia ‘El último tango en París’, una película de Bernardo Bertolucci que llegaba a las pantallas galas rodeada de un halo de polémica a causa de su temática y sus escenas sexuales. Por entonces, España vivía en los estertores de una larga dictadura que, entre otras cosas, había impuesto una férrea censura en temas políticos, culturales y sexuales, y a los pobres españolitos de hace medio siglo solo les quedaba atravesar la frontera para impregnarse de compromiso social, cine y erotismo. Perpiñán, en el sur de Francia, se convirtió en un centro de peregrinación para todos los que buscaban con avidez tetas y culos en las salas de cine. ‘El último tango en París’ fue la película estrella para aquella emigración eventual y breve: la película prometía múltiples escenas de sexo y desnudos de Maria Schneider, una joven actriz francesa de aspecto hippie y pechos terrenales.

‘El último tango en París’ permaneció en cartel en Perpiñán durante más de cinco años. Gran parte de la culpa del éxito de aquella cinta la tuvo la leyenda construida alrededor de la escena de la mantequilla, aquella en la que Marlon Brando sodomiza a Maria Schneider con ayuda de dicho lácteo como lubricante. En realidad, en la película de Bertolucci solo se puede ver a Brando cogiendo un poco de mantequilla con la mano y simulando untarla en el ano de la Schneider, pero los ávidos espectadores españoles transformaron aquella secuencia en otra cosa. Para mucha gente, en la escena se veía cómo Brando se ponía mantequilla en su pene y lo introducía con dureza en el culo de la parisina. Aquello era porno puro y duro.

Para varias generaciones (los que ya tienen más de 60 años), ‘El último tango en París’ fue, junto con ‘Emmanuelle’, el paradigma de lo que era el cine porno, más por lo que les habían contado que por lo que habían visto en la pantalla. La España de finales de los 70 y comienzos de los 80 no conocía qué era exactamente ese tipo de cine y calificaba alegremente como porno cualquier película en la que hubiera alguna situación sexual que no fuera el destete inocente y gratuito del destape.

Maruschka Detmers en ‘Diavolo in corpo’ (Marco Bellocchio, 1986).

Más adelante, cuando el cine X se legalizó en nuestro país, los intentos de introducir escenas más o menos explícitas en las películas convencionales recibieron acabaron por confundir al público y hasta a la crítica. Así ocurrió, por ejemplo, con ‘El diablo en el cuerpo’, una cinta de Marco Bellocchio de finales de los 80 en la que Maruschka Detmers le hacía una felación a Federico Pitzalis. Por esa escena, la mayoría de la gente etiquetó el filme como porno, pese a que, en realidad, la polla del actor italiano está en posición de descanso cuando su compañera de película la acaricia con la lengua y se la mete brevemente en la boca.

Recientemente le tocó el turno a la última película de Lars von Trier, ‘Nymphomaniac’, tildada como porno por la prensa especializada en cine pese a que, antes de su estreno, nadie la había visto. La cinta del director danés contiene algunas fugaces escenas de sexo explícito, pero, como todo aficionado al porno sabe, eso no significa que se pueda equiparar con el entretenimiento para adultos, ni siquiera con los clásicos del cine X como ‘El diablo en la señorita Jones’, ‘Garganta profunda’ o ‘Tras la puerta verde’. Aquellas películas tenían el sexo explícito como leit-motiv de su trama y, aunque contaran una historia, esta iba destinada a ver a los actores follar. ‘Nymphomaniac’, como otros filmes que han transitado por la fina barrera que separa el sexo simulado del sexo explícito en el cine comercial, no juega en esa liga: es un relato, contado al modo de ‘Las mil y una noches’, sobre las aventuras de una mujer ninfómana. En ella hay sexo, explícito o no, pero nada de porno, ningún detalle que lleve al objetivo para el que se realiza el porno (y más hoy en día): la masturbación.

Si hace 50 años un tío agarrando un trozo de mantequilla se consideraba porno, nada debe extrañar que un plano en el que se ve fugazmente una felación o una penetración conviertan en porno a una película. Cinco décadas después, a cualquier cosa la siguen llamando porno.

Tóraxxx, con tres X

El antiguo hospital del tórax de Terrassa es uno de esos lugares que dan pábulo a las revistas y programas de parapsicología, ciencias ocultas y demás disciplinas relacionadas con el más allá. Su leyenda negra, cimentada a lo largo de los años por curiosas historias de muertos, sicofonías y extraños fenómenos, es caldo de cultivo para comunicadores como Iker Jiménez o investigadores como Miguel Ángel Segura.

Parte del antiguo recinto lo ocupa ahora el Parc Audiovisual de Catalunya, un complejo de estudios de grabación que ha servido de base para el rodaje de un gran número de películas y que se construyó en 2010. Además, una de las naves del antiguo hospital, la que provoca más grima al visitante, permanece intacta, como si los años no hubieran pasado para ese lugar en el que los espíritus parecen habitar. Allí rodó Jaume Balagueró dos películas, ‘Los sin nombre’ y ‘Frágiles’, y cuenta que vivió algún extraño fenómeno, como voces que resonaban en la oscuridad o cambios de temperatura inexplicables. Allí también Brad Anderson filmó ‘El maquinista’ y, en la rueda de prensa de presentación de la película, en Sitges 2004, Anderson esquivó elegantemente una pregunta respecto a las consecuencias de haber trabajado en un lugar como ese con un escueto: “No nos pasó nada que se pueda contar”.

Una imagen del Hospital del Tórax en 2007.

El porno también ha tenido una presencia importante en ese viejo y derruido hospital dedicado a los tuberculosos que cerró en la década de los 90, cuando la ciencia descubrió remedios para curar las enfermedades del tórax y hacía un decenio que el recinto solo acogía una unidad de consultas externas. Narcís Bosch se recluyó en el hospital para rodar ‘Hot rats’, la película que lo lanzó a la fama internacionalmente y la primera que consiguió un AVN Awards para el cine X nacional. Cuenta la gente que participó en aquel rodaje que todo él estuvo impregnado por una atmósfera inquietante. No se sabe si dicha inquietud la provocó el cansancio acumulado por la premura de tiempo con la que se suelen filmar los pornos, los desgarradores gritos de los enfermos mentales que hay al otro lado del muro del hospital o la leyenda terrorífica que acompaña al lugar.

En 2007, Roberto Valtueña rodó allí una parte de ‘Mundo perro’ una de sus películas más personales y ambiciosas. Lo hizo en una jornada maratoniana, que ocupó día y medio ininterrumpido y que estuvo marcado por los problemas de producción derivados de la informalidad de algunos que se dicen actores, los apagones provocados por la sobrecarga de la luz eléctrica y lo lúgubre de la localización, una especie de casona decrépita y desangelada que sobrecoge con sólo dar un paseo por su interior. Dos días después de abandonar el antiguo hospital de Terrassa, hablé con Valtueña y me confesó que no había ocurrido nada paranormal.

Ninguna película porno se ha vuelto a rodar en aquel espacio que registró durante años el dudoso récord de ser el recinto sanitario con más suicidios de toda España y que albergaba leyendas tan extrañas como que en una de sus plantas había un almacén con restos humanos. Pero la única leyenda demostrada es que quienes rodaron allí fueron bendecidos con la suerte de triunfar, cada uno en lo que estaban haciendo. Fue el caso de Jaume, Brad, Narcís o Roberto.

Escribir después de follar

La aparición de Amarna Miller supuso una refrescante novedad en el porno español. Por primera vez en nuestro país, una actriz X trascendía las barreras de su profesión y era capaz de convertirse en un personaje mediático por su capacidad para hilvanar un discurso en el que el porno era una faceta más de sus inquietudes culturales y sociales, articuladas en un discurso feminista y sexualmente liberal. Sin embargo, en Francia, la figura de la actriz porno intelectual es una tradición que se remonta a 1975, cuando Claudine Beccarie se convirtió en un personaje mediático a raíz del estreno de ‘Exhibition’, de Jean François Davy, un documental basado en su persona que revolucionaría el cine francés. Después, actrices como Brigitte Lahaie o Catherine Ringer demostraron que las mujeres que hacían cine para adultos tenían una vida mucho más interesante que la que se deriva de follar en pantalla. Y, ya en este siglo, emergió la figura de Ovidie, la abanderada del cine X feminista.

Junto con Ovidie, la parisina Coralie es la figura más importante del X galo en su compromiso por un porno digno. De origen alemán y vietnamita -sus apellidos son Gengenbach y Trinh Thi-, Coralie nació en noviembre de 1976 y aprendió a leer y a escribir a los tres años, algo que le marcaría la vida. «No he dejado de leer desde entonces», declaró en una entrevista para la página web especializada en literatura AcuaLitté, «estaba predestinada para la literatura». De hecho, estudió literatura antes de comenzar su carrera como escritora pero su afán exhibicionista la hizo grabar algunos vídeos no profesionales en los que no figuraba su nombre. El salto definitivo al porno lo daría en 1994, cuando participó en ‘Exhibition à Paris’, un arriesgado filme X de Patrice Cabanel en el que se encadenaban escenas sexuales rodadas en escenarios reales, como la que protagonizaban ella y Hervé-Pierre Gustave en los pasillos del metro.

Coralie Trinh Thi.

En los seis años siguientes, Colarie trabajó en medio centenar de películas pornográficas, a las órdenes de directores como Pierre Woodman (‘The Tower’), Mario Salieri (‘La fuga de Albania’), Andrew Blake (‘Paris Chic’) o Marc Dorcel (‘La princesa y la puta’), además de algunas pequeñas intervenciones en películas de terror de serie B, como ‘Terror of Prehistoric Bloody Monster from Space’), e incluso de cine de autor, caso de ‘El corazón fantasma’, de Philippe Garrel. Mientras tanto, descubría otras facetas de la sexualidad gracias a su amistad con Virginie Despentes. Ambas codirigieron, en 1999, ‘Fóllame’, adaptación de la novela homónima de Despentes que se estrenó en salas comerciales en medio de una importante controversia en varios países, ya que el filme (un thriller de venganzas y mafias) incluía escenas de sexo explícito.

En 2001, Coralie dejó el porno para centrarse en su carrera como escritora, una actividad «separada de mi trabajo como actriz», explicaba. Consiguió trabajo como crítica musical en la revista ‘Rock and Folk’ y, un año más tarde publicó ‘Betty Monde’, una novela centrada en las andanzas de un grupo de heavy metal que incluía sexo, drogas y rock’n roll. Además de escribir varios libros de carácter divulgativo sobre sexualidad, en 2008 publicó su autobiografía, titulada ‘La voie humide’.

El hombre del pelo tatuado

Pocas veces el porno ofrece la oportunidad a uno de sus actores de convertirse en estrella del cine convencional. Si acaso, los antecedentes de actores o actrices que han logrado eso que los americanos llaman “cross over” se limitan a pequeños papeles secundarios en películas comerciales. Baste recordar que Ron Jeremy, el actor de cine X que en más ocasiones ha trabajado en películas convencionales, nunca pasó la barrera de ser un actor de reparto en las producciones en las que participó. La única excepción a esta regla la constituye la norteamericana Sasha Grey, quien ha sido protagonista de filmes como ‘The Girlfriend Experience’, de Steven Soderberg, u ‘Open Windows’, de Nacho Vigalondo.

Todavía es más complicado que un actor X llegue al cine comercial si se trata de un intérprete del circuito gay. François Sagat, nacido en Cognac (Francia) hace 41 años, lo logró casi sin darse cuenta. Dos películas protagonizadas por el musculoso actor de cine X gay se presentaron a la vez en la 63 edición del Festival de Film de Locarno, celebrada en agosto de 2010. Locarno es el certamen que representa mejor que ninguno el tipo de cine árido y pensativo que gusta a una categoría de cinéfilos surgida a mediados de los años 60, al calor de los cine-clubes y las revistas especializadas como ‘Cahiers de Cinéma’.

Sagat trabajó como modelo desde los 18 años, cuando marchó a París para trabajar en el mundo de la moda y para estudiar diseño. En tres años, el joven galo acabó saturado de un mundo que le apasionaba y decidió continuar su carrera por otros derroteros. Primero como modelo fotográfico en revistas de orientación homosexual y, desde los 25 años, como actor de películas de porno gay. Seis meses después de su debut en Francia, Sagat aceptó una oferta para trabajar en los Estados Unidos, donde debutó en la película ‘Arabesque’, de Chris Ward.

François Sagat en ‘Homme au bain’ (Christophe Honoré, 2010).

Fue en América donde el actor francés alcanzó la fama. En primer lugar por una característica física que lo hacía singular respecto a sus compañeros de profesión: Sagat lleva el pelo rapado al cero y, en su lugar, se ha tatuado un pelo artificial, de color negro, con el que parece que lleve el cabello cortado casi al rape. Más tarde, el público americano de filmes gay apreció su trabajo en películas como ‘Breathless’ o ‘Funhouse’ y su versatilidad para desempeñar cualquier tipo de rol en la relación sexual.

La oportunidad de introducirse en el cine convencional le llegaría en 2009, cuando Sagat participó en un pequeño papel en ‘Saw VI’, la antepenúltima cinta, hasta el momento, de uno de los slasher más exitosos del siglo XXI en el cine de terror extremo. Ese salto fue definitivo para que un director como Bruce Labruce, el realizador canadiense que con mayor éxito ha experimentado en el campo de la creación en películas de temática homosexual, lo eligiera para protagonizar ‘LA Zombie’, un curioso pastiche de cine sexual y terrorífico que narra la historia de un extraño ser, surgido de las profundidades del mar, que llega a Los Ángeles para resucitar muertos a base de polvos. La película, plagada de efectos especiales (entre ellas un pene de mentiras con extraña protuberancia que exhibe el propio Sagat), se convirtió en poco tiempo en uno de esos filmes de culto que exploran la débil frontera que hay entre el cine erótico convencional y el cine pornográfico.

El siguiente trabajo de Sagat en el cine convencional fue el que le procuró mejores críticas y el reconocimiento de ser algo más que un actor que solo sirve para follar, llegó de la mano del prestigioso director francés Christophe Honoré, cineasta, escritor y guionista, quien le dio el papel protagonista en ‘Homme au bain’, un filme que relataba las peripecias de una pareja a punto de acabar su relación, y en el que compartía créditos con la actriz Chiara Mastroiani.

En mayo de 2013, François Sagat anunció su retirada del cine X. Su idea era intentar proseguir su carrera en el cine convencional, pero sus deseos se quedaron ahí. Un par de papeles en los cortos ‘Remember me’, de Nicolas Martin, y ‘Don’t Panic, I’m Islamic’, de Elvis di Fazio y Ron Wan, son sus únicas incursiones en el cine no pornográfico, aunque el antiguo mito del porno gay ha triunfado como diseñador de su propia marca de ropa interior, ‘Kick Sagat’, que promociona él mismo como modelo.

Sin sombras de Grey

En junio de 2013, la exactriz porno Sasha Grey estuvo en España para presentar su primera novela, ‘La sociedad Juliette’, que publicó en nuestro país Grijalbo. Grey, dos años después de abandonar el porno, ha desarrollado una interesante carrera multidisciplinar que le ha llevado a participar en una decena de filmes convencionales -entre ellos ‘The Girlfriend Experience’, de Steven Soderbergh, y ‘Open Windows’, de Nacho Vigalondo-, a ser una de las actrices invitadas de la séptima temporada de la serie ‘El séquito’, a liderar su propio grupo de música industrial, llamado aTelecine, a ejercer como DJ en clubes de todo el mundo y a aparecer en vídeos musicales al lado de artistas contrastados como Eminem o The Smashing Pumpkies.

Pero, sobre todo, Sasha Grey ha abierto un camino en la evolución del porno inédito hasta ahora: la conversión de una actriz X en una estrella mediática, más allá de su profesión originaria, y en un símbolo de la cultura pop actual. Antes que ella lo intentaron muchas actrices, de las cuales la más significativa fue Traci Lords, pero la evolución de Lords desde el porno se produjo desde el rechazo a una vida anterior, pues Traci salió del porno por la puerta de atrás, con el escándalo provocado por el descubrimiento de que había actuado en filmes X siendo menor de edad que salpicó a toda la industria norteamericana. El caso de Grey es diametralmente opuesto. La ex actriz nacida en North Highlands (California) en 1988 y criada en Sacramento, nunca ha renegado de su pasado, más bien se siente orgullosa de él por lo que le aportó en sus experiencias personales y lo que la ha servido para iniciar nuevos caminos en su trayectoria profesional.

Sasha Grey y Paco Gisbert, en Madrid, en 2013.

Parte de esas experiencias las ha volcado en ‘La sociedad Juliette’, su primera novela aunque no su primer libro. Hace unos años, cuando todavía trabajaba en la industria del porno, Grey sacó a la luz un volumen con fotografías hechas por ella misma durante los rodajes en los que participaba. Sin embargo, su apuesta por la ficción se beneficia del éxito que ha alcanzado entre el público lector de best sellers la trilogía de E. L. James ’50 sombras de Grey’, una obra que ha hecho descubrir la literatura erótica a los profanos en la materia. Sasha Grey, pese a llevar un apellido amenazado por las sombras, se ha desmarcado del oportunismo del renacimiento del género para componer una novela muy personal, escrita en estilo directo y primera persona, que recuerda vagamente en su estructura los libros de Chuck Palahniuk, aunque con mucha mayor carga sexual.

Y, pese a que ‘La sociedad Juliette’ no sea una novela que pasará a la historia de la literatura, vale la pena leerla por las excelentes descripciones que hace su autora de los encuentros sexuales, abundantes en la obra, narradas con crudeza y meticulosidad con el fin de que puedan leerse con una sola mano. No en vano, Grey reconoce que puede servir a la gente «a conocer nuevas vías en su sexualidad, como sucedía cuando yo hacía porno con mis escenas», pero, sobre todo, porque Sasha Grey, cuando habla de sexo, sabe de lo que está hablando.

Sombras del pasado

En el Festival de Cine de Berlín de 2004, la película ‘Contra la pared’, de Fatih Akin, consiguió el Oso de Oro al mejor director y el premio de la prensa internacional. Aquel filme, un relato sobre la vida de la comunidad turca en Hamburgo, estaba protagonizado por Sibel Kekilli, una actriz alemana de origen turco descubierta por un director de casting en un centro comercial de la ciudad alemana que, para toda la prensa especializada en cine, hacía se debut en el campo del largometraje. La historia de Kekilli era la de Cenicienta, una chica de origen humilde, de familia islámica, nacida en una pequeña ciudad de Baden-Wurttemberg que había trabajado en los más variados oficios, desde camarera hasta dependienta de una tienda en Hamburgo, que, de la noche a la mañana, se convertía en musa de uno de los directores más interesantes del momento y en una actriz con una proyección internacional.

Unos meses más tarde, la opinión pública descubrió que, entre los redactores del diario sensacionalista Bild había un curioso periodista. O era un crítico de cine X aficionado con muchos conocimientos o era un compulsivo consumidor de porno con poco criterio. El caso es que el redactor del diario alemán desveló que aquella actriz de 24 años que había impresionado a los cinéfilos con su interpretación del personaje de Sibel en la película de Akin era la misma que, entre 2001 y 2002, había participado en una docena de películas porno con el seudónimo de Dilara.

Sibel Kekilli.

Todo el mundo tiene un pasado y el de Sibel Kekilli salió a la luz a raíz de su triunfo en el cine convencional, como si la hipócrita prensa amarilla germana quisiera hacer pagar a la actriz por un éxito inesperado. La revelación de Bild provocó numerosos problemas personales y familiares en la emergente estrella del cine germano. Por ejemplo, su padre confesó que creía que Sibel trabajaba «en el ayuntamiento», se negó a perdonarla y afirmó que no quería «volver a verla en la vida» Pero Kekilli reaccionó ante la ofensiva mediática con orgullo. No se arrepentía de su pasado y acusaba a la prensa sensacionalista de “violación mediática”. Sus compañeros de profesión, capitaneados por Akin, mostraron su indignación por lo que consideraron una intromisión intolerable en el pasado de una actriz que había demostrado en el cine convencional su valía y consideraron irrelevante que, antes de triunfar en las salas de todo el mundo, Kekilli hubiera tenido que ganarse la vida follando delante de las cámaras.

Antes de convertirse en estrella del cine comercial en “Contra la pared”, de participar en una decena de filmes en Alemania y de dar el salto a las series televisivas de éxito, primero en su país y luego en los Estados Unidos con ‘Juego de tronos’, en la que interpreta a Shae, Sibel Kekilli trabajó para las principales productoras de cine alemán (Magma, Videorama, Imperial, Multi-Media-Verlag) en una serie de filmes que incluían escenas de sexo explícito.

Ocho años más tarde, cuando Kekilli parecía haber borrado la letra escarlata que le grabó Bild para intentar desprestigiar su trabajo y triunfaba en ‘Juego de tronos’, los medios volvieron a la carga con su pasado revelando, por su alguien lo había olvidado, que la joven que deslumbró en una de las series de culto de las televisiones de todo el mundo fue, diez años atrás, una actriz porno. Una pornostar del montón, que se tomaba tan en serio su trabajo como ahora lo hace ante todos los focos y todas las miradas.

Cine español sin X

En su momento, hace ya 11 años, una buena parte de los medios de comunicación nacionales se hicieron eco del rodaje de ‘El cónsul de Sodoma’, una película de Sigfrid Monleón que recreaba la vida del fascinante poeta Jaime Gil de Biedma. Aunque parezca mentira, la noticia también alcanzaba al mundo del porno, porque en dicho filme participaban Lesly Kiss y Nick Moreno. Kiss interpreta a una prostituta que comparte una escena de orgía con otra mujer, dos marineros y el personaje principal del filme, encarnado por Jordi Mollà. Moreno, por su parte, da vida a un joven marine norteamericano que también participa en la escena de la orgía. No es la primera vez que el cine comercial español recurre a actores de cine X para participar, en pequeños papeles, en una película. Desde que, en 1993, el maestro Luis García Berlanga decidiera dar un papel testimonial a Sophie Evans, después de haber visto una foto suya de “bondage” en la revista Sadomaso, en ‘Todos a la cárcel’, el tráfico de actores y actrices X que han intervenido en películas convencionales ha sido continuo.

El principal abanderado de esta corriente fue Nacho Vidal, sin duda el actor porno más importante de nuestro país. En los Premios Turia de 2001, la cineasta Patricia Ferreira coincidió con Nacho en el ascensor de un hotel de Valencia. Impresionado por su aspecto, Patricia preguntó a los responsables de la publicación quién era aquel tipo en el que había visto la cara que buscaba para interpretar a Vassily, un mafioso ruso que tiene un importante papel en un filme que iba a rodar. Pidió que se lo presentaran y lo citó para una prueba. Meses después, Nacho rodaba en Málaga ‘El alquimista impaciente’. Cuatro años más tarde, Nacho repetiría, esta vez en la piel del guardia de seguridad de una discoteca, en ‘Va a ser que nadie es perfecto’, de Joaquín Oristrell. Aparte de estas dos incursiones en el largometraje, Nacho ha participado en ‘Impávido’, de Carlos Theron, y en diversas series de televisión, como ‘El comisario’ o ‘Los simuladores’.

Nacho Vidal en ‘El alquimista impaciente’ (Patricia Ferreira, 2002).

La réplica femenina a Nacho se la dio durante algunos años Bibian Norai. Después de tener un pequeño papel en ‘Yo puta’, de Luna, junto a otras actrices del sector, la veterana actriz tarraconense ya había tenido una fugaz presencia en ‘Lo mejor que le puede pasar a un cruasán’, de Paco Mir, en una escena de orgía que pasa por delante de la cámara durante uno segundos, cuando fue contratada por Vicente Pérez Herrero para formar parte del reparto coral de ‘Cien maneras de acabar con el amor’, en la que interpretaba a una actriz porno, pareja eventual del personaje encarnado por Carlos Bardem. En 2004 repitiría colaboración con Pérez Herrero en ‘La piel vendida’, un documental sobre el porno español en el que también figuran en los créditos Anastasia Mayo, Malena Conde, Laura Brent, Claudia Clair, Denise Valdés, Valeria do Fogo, Silvia Lancome, Nacho Vidal o Jorge Fernández. Su última colaboración con el cine convencional se produjo en la gamberra y transgresora ‘Ellos robaron la picha de Hitler’, de Pedro Temboury, donde hacía de mujer biónica.

Ann Lorca y Hugo Duke tuvieron pequeños papeles en ‘El camino de los ingleses’, de Antonio Banderas, la producción que el actor afincado en Hollywood rodó en España en 2006. Zuleidy y Lucía Lapiedra no pasaron del cameo en ‘Torrente 3’, de Santiago Segura, donde repetía Torbe, que ya había aparecido en la segunda parte de la saga. Las dos actrices de la factoría Lapiedra y Torbe repetirían breve presencia en ‘Isi & Disi, alto voltaje’, de Miguel Ángel Lamata. En esa cinta también intervenía Celia Blanco, quien completa su carrera en el cine convencional con su estriptis en ‘Mar rojo’, de Enrique Alberich, y la aparición en la película de terror ‘El horror de la dama del lago’, de Diego Vázquez, además de dos cortometrajes.

El extraño destino de Karen

En el verano de 2000 se estrenó en Francia ‘Baise-moi’, la primera película que cuestionaba las fronteras entre el porno y el cine convencional. Clasificada con la fatídica letra X en su país de origen, la película de Virginie Despentes y Coralie Trinh Thi era en realidad un alegato feminista plagado de violencia y sexo explícito, en el que cada escena sexual rompía los moldes de la representación del sexo en la época y en la que la propia trama defendía el poder de la mujer de forma radical.

‘Baise-moi’, estrenada en marzo de 2001 en España con el título de ‘Fóllame’, tenía como protagonista a la actriz gala Karen Bach, una joven lionesa de 27 años que trabajó durante cuatro años en el circuito del prolífico porno francés de la época y que encerraba una curiosa historia personal. Nacida en el seno de una familia burguesa de Lyon, Karen estudiaba comercio cuando se enamoró de Frank Cerone, el hombre con el se casó cuando todavía no había cumplido los 18 años. Su marido, hombre de la noche que ejercía como dj y tenía aficiones libertinas, convenció a Karen para rodar películas porno con la promesa de que solo tendría contacto sexual con él, que se guardarían la extraña fidelidad que existe en los matrimonios endogámicos del planeta triple XXX, y que tan de moda estaban en los años 90. Karen aceptó, pero su fidelidad pornográfica no pasó del debut de ambos en el cine X, en ‘L’indecent aux enfers’, de Marc Dorcel. Divorciada de Cerone, continuó como actriz, perpetrada detrás de los seudónimos de Karen Lancaume o Angel Paris, y rodó una treintena de películas X entre 1996 y 1999, entre ellas algunos clásicos del ‘hard’ francés contemporáneo, como ‘Exhibition 99’, una especie de remake del clásico ‘Exhibition’, de Jean François Davy, puesto al día un cuarto de siglo después y dirigido por Jean Guilloré.

Karen Bach en ‘Baise-moi’ (Virginie Despentes & Coralie Trinh Thi, 2000).

En 1999, Karen decidió abandonar el cine porno para emprender una carrera en el cine convencional. Unos meses después, cuando sus intentos por aparecer en filmes comerciales chocaban contra barreras invisibles -al menos, para ella-, conoció a Virginie Despentes y Coralie Trinh Thi, que preparaban la adaptación al cine de la novela de la primera de ellas, publicada un año antes, y buscaban actrices X que supieran actuar, además de follar delante de una cámara. Bach se replanteó su decisión y se integró en el reparto de ‘Baise-moi’, en el que acabaría interpretando a Nadine, la protagonista de la historia.

Fue su primer papel en el cine convencional y ella, feminista convencida, aprovechó la promoción del filme para arremeter contra los clichés machistas de la industria de entretenimiento para adultos. «¿Por qué las mujeres se abren el culo con las manos para provocar excitación y los hombres no? Lo único que pido es comprensión, igualdad», se despachaba en una entrevista en ‘Libération’ para defender su película: «Baise-moi’ es lo contrario a lo que entendemos como porno».

Fue su primer papel, pero también fue el último. No rodó nunca más porno y no encontró papeles en el cine convencional, a pesar de que se declaraba ilusionada y, en las entrevistas, hablaba de iniciar una nueva vida de la forma más «convencional». Sin embargo, una noche de invierno de 2005, en el apartamento de un amigo del distrito XIV de París, decidió acabar con su vida mediante una sobredosis de medicamentos, no sin antes dejar una nota en la que pedía perdón a sus padres por haber querido abandonar este mundo con solo 32 años.

He encontrado a Vassily

En la primavera de 2001, Patricia Ferreira preparaba su segundo largometraje, la adaptación al cine de la novela ‘El alquimista impaciente’, de Lorenzo Silva. Tenía vistas las localizaciones, preparado el guión y elegido el casting para su película. Sólo tenía un problema: no encontraba actor para el personaje de Vassily, el ruso que era la principal pista para la investigación de la pareja de la Guardia Civil, sorprendentemente formada por un hombre y una mujer, porque ese ruso conocía a la chica asesinada.

Patricia decidió darse unos días de descanso en la vorágine de la preproducción del filme. Se marchó a Valencia, donde la Cartelera Turia le otorgaba un premio por ‘Sé quién eres’, su anterior película. El sábado 8 de julio por la mañana llegó a Valencia y se alojó, junto con su compañero, Fernando Lara, entonces director de la Seminci de Valladolid, en el hotel que le había reservado la organización. Entre la documentación que encontró en su habitación, había una cita, a la una y media de la tarde, para ir a comer, con el resto de los premiados, a un restaurante de Canet de Berenguer, uno de los actos más divertidos de los Premios Turia.

Patricia esperaba, con puntualidad británica, a que todos los invitados estuvieran dispuestos para salir cuando decidió volver a su habitación en busca de algo que se le había olvidado. Esperó el ascensor pacientemente y, cuando se abrieron las puertas, vio ante sus ojos a un tipo alto, vestido de manera llamativa y con cadenas en el cuello que iba acompañado de dos mujeres espectaculares. Dejó salir al trío del ascensor y subió a su habitación pensativa.

Una hora después, Patricia Ferreira y Fernando Lara ocupaban una de las mesas del gran salón del restaurante Mar Blau donde la Turia celebraba su comida con los invitados a los premios. Ferreira tenía todavía en la cabeza la extraña visión que se le había presentado en el ascensor cuando vio, en una de las mesas, al tipo con el que se había topado antes de subir a su habitación. “He encontrado a Vassily”, le dijo a Lara. Aquel extraño era la imagen del personaje que buscaba. Vassily hecho carne.

Roberto Enríquez y Nacho Vidal en ‘El alquimista impaciente’ (Patricia Ferreira, 2002).

Quiso saber quién era y le preguntó al crítico cinematográfico Antonio Llorens, con quien compartía mesa, si conocía la identidad de aquel sujeto. Llorens, con su habitual ironía, le respondió que probablemente sería uno de los actores porno que acuden regularmente a la fiesta de la Turia cada año y le prometió a Patricia que averiguaría la identidad de su soñado Vassily. Se acercó a la mesa en la que yo estaba sentado, en compañía de Jesús Maraña, director de la revista Interviu, y me preguntó quién era ese tipo, señalando hacia donde estaba sentado. Le dije que era Nacho Vidal, un habitual de los Premios Turia desde que, en 1998, la cartelera valenciana le otorgara el galardón al mejor actor europeo del año, en un momento en el que la carrera de Nacho comenzaba a despuntar.

Llorens me explicó que Patricia Ferreira estaba interesada en conocer a Nacho Vidal porque quería proponerle que hiciera una prueba para participar en su nueva película. Me acerqué a donde estaba Nacho y le dije que quería presentarle a alguien. Este, que ni por asomo se había planteado jamás formar parte del reparto de una película convencional, aceptó encantado conocer a Patricia Ferreira.

Meses después recibí una llamada de Nacho. Estaba en el rodaje de ‘El alquimista impaciente’ y quería darme las gracias por haber hecho de correa de transmisión para conocer a Patricia Ferreira. Nacho trabajó en la película durante dos semanas e hizo buena amistad con todos los miembros del equipo. Cuando “El alquimista impaciente” se estrenó en España, Patricia me confesó que se había quedado gratamente sorprendida por la capacidad de trabajo de Nacho y su comportamiento durante el rodaje.

Aquello fue el principio de la carrera en el cine convencional del único actor español de cine X que ha traspasado las fronteras del porno para llegar al cine.

La niña que engañó al porno USA

Una extraña mezcla de ingenuidad y perversidad convirtieron a Traci Lords en la actriz favorita de millones de aficionados en todo el mundo. Su trascendencia en la historia del porno viene marcada por dos hechos: fue, junto a Ginger Lynn, la primera gran estrella mediática de la industria del cine X norteamericano, y su polémica retirada supuso un antes y un después en el devenir del triple X en los Estados Unidos.

Nacida en Steubenville (Ohio) el 7 de mayo de 1968 como Nora Louise Kuzman, Traci se trasladó a Los Ángeles con 14 años después de padecer una infancia difícil. Gracias a su desarrollado aspecto físico, engañó al productor Jim South mostrándole un permiso de conducir y un certificado de nacimiento en los que constaba que tenía 20 años para solicitar trabajo como actriz porno. En realidad, sólo tenía 15 años, aunque su cuerpo fuera el de una joven veinteañera. De cobrar 200 dólares por día de rodaje Traci Lords pasó, en dos intensos años, a fundar su propia productora y ser considerada por el público como la nueva reina del cine X en dura competencia con Ginger Lynn.

Lo hizo con la ambición de ser la única figura del porno americano, la actriz que más dinero ganaba en sus películas y la dueña de su propio destino. Quizá por eso nunca fue una mujer demasiado bien vista entre sus compañeros de profesión, que la consideraban una persona egoísta y altanera, poco amiga de relacionarse con los demás. Aun así, quienes trabajaron con ella afirman que era una mujer voraz sexualmente y que ni su comportamiento ni su experiencia en temas sexuales aventuraban que no era mayor de edad en los años en los que trabajó en la industria de cine para adultos. El 11 de junio de 1986, agentes del FBI detuvieron a Traci Lords, acusada de haber intervenido en 77 películas siendo menor de edad. En realidad, el único filme protagonizado por Lords en la legalidad, es decir, con más de 18 años, fue “Traci I Love You”, una cinta producida por ella misma y rodada en Europa que se convirtió en un extraordinario éxito de ventas a raíz del escándalo. A partir de aquella actuación policial, las tiendas de vídeos retiraron todas las películas de Lords en cuestión de horas y los distribuidores destruyeron cintas valoradas en varios millones de dólares. De hecho, el único vídeo que se distribuye en EEUU en la actualidad de la carrera de Lords como actriz porno es “Traci I Love You”.

Traci Lords en ‘Traci, I Love You’ (Jean Charles, 1986).

El escándalo salpicó a todos los estamentos de la industria y Traci abandonó el porno por la puerta trasera, después de dejar tras de sí un reguero de acusaciones que salpicaron a todos los que habían trabajado con ella. Probó fortuna en el cine convencional y, pese a no llegar a ser una estrella, puede afirmarse que es una de las pornostars con mejor filmografía no X. Fue protagonista en algunas películas de terror de serie B (‘Vampiro del espacio’, de Jim Wynorski, ‘Demasiado peligrosa’, de Charles T. Kanganis), trabajó a las órdenes del inclasificable John Waters en ‘Cry, Baby’ y ‘Los asesinatos de mamá’, y llegó a participar en episodios de famosas series de televisión como ‘Melrose Place’, ‘Roseanne’, ‘Will & Grace’ o ‘Matrimonio con hijos’. Curiosamente, más de 20 años después de renegar del porno, formó parte del reparto de ‘¿Hacemos una porno?’, de Kevin Smith, donde interpreta a una actriz de cine X de forma autoparódica. Una parodia que, en realidad, tiene poca gracia, ya que la conducta de Traci Lords sirvió para que la administración norteamericana iniciara una devastadora persecución contra el porno que, a largo plazo, ha tenido funestas consecuencias sobre la industria.