Se había propagado el rumor por todo Palamós. La bella localidad costera del Ampurdán iba a acoger un rodaje de cine porno. Lo que nadie sabía era dónde y cuándo. “Hemos dicho en el hotel que estamos rodando un documental”, explica Víctor Diago, productor ejecutivo de ‘Café Diablo’, la última película de Narcís Bosch, el genio del porno español. El ‘Café Diablo’ que retrata Bosch estaba en el pub Chaise Longue, un coqueto local de aspecto británico en pleno centro del pueblo. Allí, dos decenas de personas, entre técnicos, actores y miembros del equipo de producción, se encerraron durante dos días para filmar una parte de la que promete ser la película X de esta temporada.
Narcís Bosch espera a que los técnicos acaben de ajustar las luces para la siguiente secuencia. Habla de ‘Café Diablo’ como el que cuenta una idea que le ha costado mucho parir. No en vano, lleva más de un año sin dirigir, un periodo de tiempo que puede parecer corto para un director de cine convencional, pero que para un realizador de porno es todo un mundo. “Es la historia de una mujer casada, insatisfecha, que tiene un accidente y acaba en el infierno, donde se encuentra al diablo en forma de mujer, que le da una nueva oportunidad”, un argumento que recuerda a ‘El diablo en la señorita Jones’ y sus secuelas, de las que Bosch se declara “admirador, sobre todo la de Antonio Passolini”.
En una silla de corte neoclásico es maquillada antes de entrar en acción Lucy Love, una actriz checa de 25 años que es la única presencia extranjera en un reparto enteramente español. Pero qué presencia. La bella checa es una de las principales estrellas del porno europeo e interpreta el papel de la protagonista en el filme. Enfrente de Lucy, Bibian Norai, exactriz y directora de cine X, toda una institución en el porno patrio y probablemente la mejor actriz dramática que haya hecho jamás cine para adultos en nuestro país, se dispone a comenzar una de las escenas dialogadas del filme. Bibian ya no hace sexo delante de las cámaras desde el día en que “me di cuenta de que ya no disfrutaba, acabé la escena y lo dejé”, pero interviene en cameos para los amigos. Y Narcís lo es.
En la parte de abajo del pub, encima de la barra de madera, junto a los tiradores de cerveza, se va a rodar la siguiente secuencia. Rebeca Linares, una donostiarra que se ha convertido en sólo un año en la gran sensación del porno español, espera divertida a que empiece la acción. Mira a Ramón, el actor gallego, y se le van los ojos detrás. “Me gusta más que Nacho Vidal para follar, porque es más romántico, menos bruto que Nacho. Y está buenísimo”, dice. Pero ahora no le toca follar con Ramón, sino interpretar una escena dialogada con Lucy. Y lo que parece fácil no lo es tanto. Las actrices X normalmente no tienen formación dramática, por lo que la interpretación no es su fuerte. A Rebeca y Lucy les cuesta entender lo que Narcís Bosch quiere, aunque, después de múltiples repeticiones, lo consiguen. “Y ahora a follar”, dice entre risas Rebeca.
Cuando llega la escena de sexo, la tensión se puede cortar con un cuchillo. El cine porno es artificial, tanto o más que el cine convencional, pero el sexo es su momento más delicado. Narcís da órdenes para que permanezca en el set el equipo más reducido posible. No quiere que los actores se distraigan. Y empieza a rodar. Deja que ellos hagan y deshagan y, con una curiosidad casi entomológica, se dedica a registrar lo que Ramón, Rebeca y Lucy hacen entre los taburetes y la barra del bar. Aquí ya no hay repeticiones: el sexo fluye y las dos cámaras han de captarlo para luego transmitirlo al espectador. Se diría que es casi una rutina gimnástica, sólo perturbada por los expresivos gritos de placer de Rebeca. Se nota que disfruta. “Yo, cuando follo, no actúo”, nos corrobora la vasca durante una pequeña pausa para cambiar de postura y volver a maquillar. Casi una hora después, llega el momento de la eyaculación. Antes de derramar su líquido seminal sobre las bocas de las actrices, Ramón discute con Rebeca sobre uno de los lances de la escena, como un par de futbolistas recriminándose una jugada.
‘Café Diablo’ cuenta con un presupuesto superior a los 40.000 euros, según el testimonio de Salvador Diago, productor de la cinta y responsable de International Film Grup (I.F.G.), la principal compañía distribuidora y productora de cine X en nuestro país. Pese a su presupuesto, muy elevado para la media del porno nacional, Diago espera rentabilizar su inversión gracias al prestigio de Bosch, el apoyo publicitario de la web de la propia productora (www.grupoifg.com) y el hecho de que el director gerundense ruede, después de muchos años, con un reparto casi enteramente nacional.
Dos días más tarde, no muy lejos de Palamós, en Platja d’Aro, el canario Andrea Moranty, la catalana Anastasia Mayo y, de nuevo, Lucy Love se aprestan a rodar la última escena de la película en una conocida discoteca de la Costa Brava. Es muy tarde y en los rostros de todos se aprecia el cansancio de una semana de rodaje, de largas esperas, de muchas repeticiones, de decenas de penetraciones. Por eso, cuando Narcís Bosch grita “¡cortamos¡” tras la eyaculación de Andrea, todo el mundo aplaude aliviado. El milagro de llevar el sexo a la pantalla como si fuera real ha vuelto a producirse. Y en una película de calidad, como promete este ‘Café Diablo’ que, por unos días, habitó en Palamós.
Publicado en Interviu en abril de 2006.