Un espíritu libre

Sonia Rosado, una madrileña que había estudiado interpretación y hecho teatro aficionado, se ganaba la vida haciendo fotos eróticas y posando para desnudos artísticos en revistas alemanas. Una profesión que le permitía preservar un cierto anonimato y vivir tranquilamente en su barco amarrado en Mallorca, con su inseparable Peter. Un día de octubre de 2003, Sonia acudió, con más curiosidad que morbo, al Venus Berlín, el festival erótico más importante de cuantos se celebran en Europa. Allí le hicieron una oferta para trabajar en el porno germano.

No dijo que no. Le apetecía probar nuevas experiencias y hacerlo a miles de quilómetros de su casa. Su familia no tenía que saberlo y eligió entrar en el porno alemán, cuyos productos llegan con cuentagotas al mercado español. Pero, sobre todo, aceptó porque vio en el porno un primer paso para desarrollar su carrera como actriz, un sueño que albergaba su corazón desde que le picó el gusanillo de la actuación, durante la adolescencia en Madrid. Nació entonces Salma de Nora, el personaje creado por Sonia Rosado para suplantarla en los años siguientes: una mujer divertida, emprendedora, simpática y sensual. Igual que Sonia, pero mucho más volcánica y algo más joven.

En diciembre de 2003, Salma de Nora comenzó a participar en filmes X rodados en Alemania. Si a los españoles del tardofranquismo les volvían locos las suecas que llegaban a nuestras costas y lucían sus biquinis, por lo exótico de su físico, a los alemanes siempre les ha fascinado el modelo de mujer latina, de piel morena, ojos oscuros y cabello de un negro intenso. Salma cumplía a la perfección ese modelo, al que añadía un físico neumático, nada estilizado, que le confería un aspecto mucho más terrenal. Como era previsible, Salma de Nora se convirtió en una estrella del porno alemán a los pocos meses de su debut: su aparición en el mítico programa de divulgación sexual Wa(h)re Liebe, presentado por el transexual Lilo Wanders y emitido por la cadena Vox, la consagró como una de las reinas del cine X teutón.

Salma de Nora en la Sex Party previa a los Premios Turia de 2008.

Dos años después, Salma se asomó al porno nacional. Fue por medio de un amigo belga, que la puso en contacto con Conrad Son, con quien rodó una película erótica y la trilogía ‘Private Chateau’, que el director catalán filmó para Private. Comenzó entonces una rueda de participaciones en pequeñas películas, la mayoría producidas por Thagson, en la que empezó a darse a conocer en España. Tenía cierto reparo (“supongo que tendré que afrontar que mi familia lo sepa, pero la vida viene como viene y ya lo solucionaré”, me decía en una entrevista para Interviu aquel verano), pero no pasó nada. Su familia, o nunca se enteró, o se hicieron los suecos. El porno español descubrió entonces a una actriz espléndida, capaz de interpretar con la misma pasión las escenas de sexo y las secuencias dramáticas. El reconocimiento le ha llegado este año, cuando Salma ha sido la protagonista absoluta de las dos partes de ‘Mundo perro’, la película que ha dado su verdadera dimensión como actriz.

Salma es como Sonia y Sonia es como Salma. Una mujer alegre, divertida y ávida de aprender cosas. Su excitación, en el buen sentido de la palabra, cuando el año pasado acudió a los Premios Turia como invitada, dice mucho de esta madrileña que recuerda que, en sus pinitos como actriz convencional, coincidió con Juan Sanz, actor que también fue premiado en la Turia. Su entusiasmo en los proyectos más diversos, relacionados con la actuación, estén o no señalados por el porno, la delata como una actriz que quiere romper barreras. Como una abanderada de la libertad. La misma libertad de la que disfruta, cuando no trabaja, en el barco en el que vive, anclado en Mallorca. La de un espíritu libre que nunca ha hecho lo que no ha querido.

Publicado en Cartelera Turia en junio de 2008.

La trotamundos de los ojos verdes

Rostov es una de las ciudades rusas con más historia. Un lugar lleno de bellos monumentos y templos ortodoxos en el que todavía pervive la sombra de Iván el Terrible, el zar que en el siglo XVI sembró el pánico entre los habitantes de la zona a causa de sus métodos violentos. Una ciudad fría, como corresponde a su situación geográfica, en la que nació, el 11 de octubre de 1980, una mujer caliente.

Su nombre es Olga, pero guarda pocos recuerdos de su ciudad natal. Quizás porque abandonó Rusia muy joven para probar suerte en diversos países de Europa, buscando una manera de ganarse la vida con su cuerpo, huyendo de ese frío que te cala los huesos hasta hacerse insoportable. Olga comenzó a hacer fotos eróticas a mediados de esta década e incluso llegó a ganar el concurso Miss Flirt de la revista Contact, en 2006, y el de Mejor modelo erótica en el Festival de Bruselas del año siguiente. Para entonces ya vivía en España, donde trabajaba en cuestiones relacionadas con el sexo y el erotismo con el nombre de Patricia Berger.

En enero de 2007, Olga, por aquel entonces Patricia Berger, debutó en el porno español. Lo hizo en un momento en el que el cine X en nuestro país se encontraba en su mejor momento, con varias productoras compitiendo para hacer películas de calidad. Sus primeros filmes los rodó para Zona 8 Films, una productora especializada en porno “diferente, divertido, salvaje y loco”, según reza en la presentación de su página web. Olga destacaba por su extraordinaria belleza, realzada por unos ojos verdes absolutamente fascinantes, y su capacidad para afrontar cualquier tipo de escena de sexo. Una promesa en firme para un porno español que vivía una época de esplendor.

Pero las cosas cambiaron radicalmente en pocos meses. La crisis llegó al cine X hispano y Olga se quedó sin trabajo. Atrás quedó, en 2007, su participación en ‘The Cast’, la última superproducción rodada en España por Nacho Vidal, en la que el semental de Mataró se atrevía a enfrentarse a 14 mujeres en una especie de maratón de polvos para descubrir quién era la que mejor follaba y en la que la actriz rusa estrenó su nuevo nombre: Olga Cabaeva, el que la ha hecho famosa entre los aficionados de todo el mundo.

La crisis provocó que Olga Cabaeva probara suerte en diferentes lugares de Europa. Marchó a Alemania a rodar películas gonzo, conoció en Barcelona a Pierre Woodman, quien la contrató para trabajar a sus órdenes en varias películas en Budapest y llegó a internarse en el porno británico de la mano de Ian Gill. Hasta que, en 2008, aceptó una propuesta de la compañía Spiegler para trabajar en el porno americano. Rodó allí innumerables escenas y este año ha vuelto a repetir.

En los tiempos que vive en porno, azotado por una crisis galopante que amenaza con desintegrar la industria a causa de la poca adaptación de quienes controlan el negocio a las nuevas tecnologías, la figura de Olga Cabaeva se ha erigido como una de las más brillantes actrices europeas de cuantas intervienen en películas americanas. Olga es una mujer que tiene las cosas muy claras. No le gusta demasiado el sistema de producción que rige en Estados Unidos y el circo en el que ha devenido el porno USA, cada vez más proclive a números insólitos que al sexo tradicional. Por eso, esta amante de la lectura, de la natación y de las películas de Tinto Bras espera que llegue el día de la recuperación económica del porno europeo para trabajar donde más le gusta y en lo que más le apetece. Mientras tanto, sigue viendo la vida desde una perspectiva crítica (escribe una sección en la que reflexiona sobre los hábitos del porno moderno en la página web www.estrellasdelporno.com) y se apresta a recibir el premio más importante de su carrera. El que premia a esta trotamundos de ojos verdes que cautiva con su mirada, su amabilidad y su sencillez.

Publicado en Cartelera Turia en junio de 2009.

En Colombia también hay porno

Hace unas semanas ha salido al mercado la mejor obra para conocer el cine X que se hace en Colombia. Se trata de Días de porno, la primera historia del porno colombiano, que ha escrito con mano sabia y mucho sentido del humor Simón Posada, joven periodista de Medellín que hasta hace unas semanas trabajaba como redactor en la revista de tendencias Don Juan. Del porno colombiano se sabe muy poco fuera del país, pero sé de buena tinta que los habitantes de aquellas tierras están muy interesados por el cine con sexo explícito, como pude comprobar el año pasado cuando viajé a Bogotá para impartir un seminario sobre cine erótico en compañía de Nacho Vidal. Colombia no tiene una infraestructura industrial para hacer películas X, como parece obvio, pero ha visto cómo unos cuantos francotiradores han intentado sacar adelante, con diverso éxito, iniciativas relacionadas con el cine para adultos. En vista de que es muy difícil trazar una cronología del porno en Colombia, Simón Posada ha optado por estructurar su libro en varios reportajes sobre esos iluminados que, desde diversas posiciones, han pretendido poner a su país en el mapa pornográfico mundial.

Uno de ellos es Édgar Roberto Escobar, quien compaginó su trabajo como jefe de prensa del cartel de Medellín (fíjate que hasta los carteles de las drogas tienen sus propios departamentos de comunicación) con la realización de películas X y la edición de revistas eróticas y de contactos. Édgar no tenía ningún vínculo familiar con el desaparecido narcotraficante pancero Pablo Escobar, aunque trabajó a sus órdenes durante años, y ahora, una vez muerto su jefe, se dedica a producir películas gay para el mercado europeo. La historia de Édgar Escobar es mucho más agitada que la de Hernán Hoyos, probablemente el novelista pornográfico más famoso de Colombia, quien ha dedicado su vida a la literatura sicalíptica pese a odiar el cine porno y, a sus 79 años, vive retirado en la casa de Cali en la que trabajó durante toda su vida.

Simón Posada, autor del libro.

Las dos únicas iniciativas empresariales que ha tenido el porno colombiano tienen cabida también en Días de porno. Calisex fue una compañía fundada por Gustavo Castaño en 1996 y que produjo media docena de pornos de éxito en Colombia gracias a la visión comercial de su mentor, que aplicó el sistema de producción americano a sus cintas. Pero la denuncia de que filmaba porno con menores le acarreó una condena de cárcel de cinco años, de los que sólo cumplió uno y medio, lo que llevó a Castaño a abandonar el género y dedicarse a la promoción musical. El testigo lo recogieron Cristian Cipriani y Andrea García, verdaderos impulsores del porno colombiano contemporáneo a través de su página web www.7labios.com y los únicos productores de cine X que trabajan desde Colombia para webs americanas y europeas en la actualidad. Cipriani y García son, además, buenos amigos de Nacho Vidal, quien vive en Colombia ahora, y proyectan juntos diversos proyectos relacionados con el porno y el cine convencional.

El libro de Posada, riguroso y lleno de anécdotas y datos, se completa con un diccionario abreviado del porno, en el que el autor, además de explicar a los neófitos el particular lenguaje de este tipo de cine, incluye dos entrevistas exclusivas a Georgina Spelvin y Andrew Blake.

Publicado en Cartelera Turia en febrero de 2010.

La pornoempresaria

La actriz italiana Ursula Cavalcanti estuvo en Valencia para recoger el premio que la acredita como mejor actriz porno del año según la Turia. Acompañada por su marido, el fiel y discreto Giovanni Becaptini, Ursula se mostró como una mujer explosiva encima del escenario, durante la Sexparty, y sencilla y cariñosa fuera de él. Con la ayuda de Gino de Giorgi, que ejerció de improvisado traductor (nuestro italiano es tan lamentable como nuestro español a las 5 de la madrugada), mantuvimos con ella una distendida conversación sobre su vida y milagros.

¿Cuál fue tu primer encuentro con el mundo del sexo? Hace doce años descubrí con mi marido los clubes de intercambios de parejas. Entramos por simple curiosidad, pero con el tiempo hicimos amistad con otras parejas. Es un tipo de local que nos fascina y a los que seguimos acudiendo con regularidad. Ignoro si en Valencia podremos visitar alguno. Nos encantaría.

Háblanos de tus inicios profesionales. A mediados de los noventa, visitamos un local de espectáculos eróticos y el propietario me propuso que subiera al escenario. Sin tener mayor experiencia, realicé un número erótico que me excitó y gustó mucho al público. Encontré
entonces mi verdadera vocación: soy una exhibicionista. Después de dos años sobre los escenarios, la prensa y las televisiones empezaron a fijarse en mí, porque les resultaba curiosa mi doble vida. Durante el día, dirijo con mi marido nuestra industria de suministros automovilísticos. Tenemos quince empleados. De noche, me olvido de la fàbrica y me transformo en una actriz erótica. Este contraste de ocupaciones hizo que la prensa empezase a llamarme la porno-empresaria.

¿Cómo ha sido tu carrera en el porno? Gracias a la notoriedad que me dio mi presencia en los medios de comunicación, el director Mario Tangeri me propuso en 1997 debutar con ‘Le due anime de Ursula’. Posteriormente, Silvio Bandinelli me ofreció un contrato para trabajar en varias de sus películas. A sus órdenes, trabajé en media docena de películas a lo largo de casi cuatro años. Recientemente, he firmado un contrato en exclusiva con Mario Salieri, lo que para mí supone trabajar con el director de mayor prestigio en Italia. Mis películas con Mario aún no han sido en España, pero sé que Negro y Azul no tardará mucho en distribuirlas.

¿Qué piensa tu marido de tu trabajo? Giovanni es un hombre muy liberal. También es mi principal apoyo. Aunque no tiene ninguna vinculación directa con el mundo del porno, entiende perfectamente mi trabajo. A su lado, me siento segura y protegida.

¿Es la primera vez que visitas Valencia? Con motivo de la celebración del Festival Erótico de Barcelona había viajado a España en un par de ocasiones, pero nunca había estado en vuestra ciudad. El centro histórico me recuerda un poco a Florencia, pero no tanto por la arquitectura sino por su espíritu. Te das cuenta que estás en una ciudad del Mediterráneo.

¿Qué te parecen los Premios Turia? Cuando me llamó Gino di Giorgi de Negro y Azul para comunicarme que una publicación cinematográfica española me premiaba por mi trabajo como actriz porno, no sabía exactamente de qué me estaba hablando. Me sorprendió muchísimo que una revista no vinculada al sector pornográfico otorgase un premio a una actriz porno. Es un fenómeno insólito que jamás se produciría en
Italia.

¿Sabes que a nuestros premios acuden directores y actores muy conocidos? Lo sé, pero antes de viajar a Valencia no conocía a nadie de vuestros invitados. Como la mayoría de italianos, los pocos españoles que conocemos son Antonio Banderas, Penélope Cruz, Pedro Almodóvar y la presentadora Natalia Estrada, que trabaja en Italia desde hace años y ahora es la novia del hermano de Silvio Berlusconi. Mi marido tiene más referencias del cine español. Le gustan mucho las película de Luis García Berlanga que se están emitiendo en abierto por Tele Piu. Durante estos días, he tenido oportunidad de conversar actores porno que tan sólo conocía por referencias, como Nacho Vidal, Toni Ribas y Sophie Evans. Ha sido un placer conocerlos, porque son grandes estrellas. También me siento muy honrada del trato cariñoso que me habéis dado la gente de Turia, Vicente y Llorens durante las comidas a las que he acudido.

¿Sigues una dieta específica y acudes al gimnasio para mantenerte en forma? Intento cuidarme al máximo, pero creo que en Valencia voy a perder mi forma física. Con tantas comidas y cenas, me va a ser difícil perder peso luego. Además, vosotros bebéis demasiado y yo no estoy acostumbrada. Cuando vuelva a Florencia tendré que pasar varias semanas comiendo verduras hervidas y bebiendo sólo agua.

Publicado en Cartelera Turia en septiembre de 2008.

Valencia se escribe con X

La Comunidad Valenciana ha tenido una extraordinaria importancia en el desarrollo del porno en este país, aunque esa consideración se haya visto sepultada por las infraestructuras de Barcelona o las ambiciones de Madrid. Nunca ha sido puntera en cuanto a la producción audiovisual, no ha tenido grandes eventos de referencia ni la nómina de valencianos que han destacado en el porno es demasiado grande, pero su contribución a la historia del porno es innegable.

En primer lugar porque en tierras valencianas surgió una generación de periodistas cinematográficos especializados en cine X que forma parte de la historia del porno español. Lo hizo a finales de los 80 y a partir de dos publicaciones singulares, la Cartelera Turia y el fanzine 2000 Maníacos, cuya notoriedad a nivel nacional se debe en parte a su contribución al periodismo pornográfico. En el caso de la Turia, la cartelera valenciana fue pionera en la crítica de películas X en nuestro país, hasta el punto de que el propio Festival de Cine Erótico de Barcelona distinguió su labor con un premio en su edición de 1995. Además, la Turia incluyó en sus premios anuales, entre 1994 y 2012, un galardón que reconocía a los mejores del año en el cine para adultos, lo que propició un palmarés envidiable de estrellas del triple X que visitaron la ciudad a lo largo de los casi 20 años en que la publicación reservó un galardón al porno. Sarah Young, Rocco Siffredi, Sabina, Mario Salieri, Marc Dorcel, Joy Karin’s, Luca Damiano, Ursula Cavalcanti, Uma, Bambola, Zara Whites, Angelika Wild, Tera Bond, Olga Cabaeva y los españoles Nacho Vidal, José María Ponce, Toni Ribas, Sophie Evans, Max Cortés, Celia Blanco, Lucía Lapiedra, Salma de Nora y Dunia Montenegro forman la constelación de estrellas que tienen una estatuilla del Halcón Maltés (el premio que concede anualmente la Turia) en sus casas.

Marc Dorcel en los Premios Turia de 1995.

Por su parte, el fanzine 2000 Maníacos lleva más de 30 años ilustrando a un público fiel y entregado sobre cine de serie B, terror sanguinolento, caspa filmada y porno. Manuel Valencia es su alma mater y sus páginas han servido como referente de la información sobre la industria para adultos por su forma descarada y divertida de abordar los temas relacionados con el cine X.

En cuanto a la producción de películas o escenas X, la Comunidad Valenciana nunca ha contado con un tejido industrial para la realización de vídeos pornográficos, como ha sucedido en Cataluña, pero las diversas iniciativas surgidas en los últimos 18 años han contribuido, a su manera, a escribir la historia del X nacional.

En 1995, la distribuidora de Almassora Negro y Azul lanzó una edición limitada del clásico de Mario Salieri ‘Drácula’ doblada al valenciano y, cinco años más tarde, comenzó su aventura en la producción de películas al encargar al director catalán Conrad Son una serie de películas X de bajo presupuesto. La colaboración se extendió a lo largo de dos años y el resultado fue una veintena de títulos, todos dirigidos por Son y producidos por la distribuidora castellonense, entre ellos ‘Las turistas calientes’, ‘Conrad Jones en busca de las vírgenes perdidas’ o ‘Mujeres de fuego’.

Casi al mismo tiempo, Vicente Mirasol, propietario de la mayoría de las sex shops que operaban en la ciudad de Valencia a comienzos del nuevo milenio, fundó Blue Rain, una productora que reivindicaba el porno hecho en Valencia y con técnicos y realizadores valencianos. Blue Rain produjo media docena de títulos, en su breve trayectoria en el porno, de los cuales el más destacado fue ‘Nena, dame bakalao’, del director de cine independiente Sergio Blasco. La película, rodada en el Barrio del Carme y en una discoteca de L’Eliana, atrajo la atención de los medios de comunicación locales, que le prestaron una atención inusitada para una producción de sus características.

Rodaje de ‘Nena, dame bakalao’, de Sergio Blasco.

La desaparición de Blue Rain y la decisión de Negro y Azul de centrarse en la distribución trajeron como consecuencia un vacío de tres años en el que no hubo ninguna película valenciana en el porno español, precisamente en el momento en el que el triple X nacional vivía su particular edad de oro. La anomalía la corrigió Isi Lucas, un antiguo técnico de Antena 3 reconvertido en productor y director de porno. Originario de Puçol, Lucas fundó, junto con su hermano, un sobrino y un amigo, Deseo X, una productora que realizó cuatro películas, todas ellas dirigidas por el propio Lucas, y creo una pequeña cantera de actores y actrices de vida efímera en el porno español, con base en aficionados al porno de las más diversas profesiones: Quino Valen era taxista; Toni Troyano, comercial; y Álvaro Armada, médico. A ellos hay que añadir a Paco Roca (no confundir con el dibujante valenciano homónimo) y Baby Mar y Sonia Manrique, únicas actrices X valencianas surgidas de aquella experiencia.

Isi Lucas cerró su productora y abandonó el cine X en 2007, el año en que se comenzaban a vislumbrar los cambios en el modelo de realización y distribución de material para adultos. La irrupción de internet modificó la relación entre el porno y el espectador y las productoras tradicionales desaparecieron para dar paso a las empresas de producción de porno para internet, que realizaban escenas, no películas, y las colgaban directamente en la red. A partir de 2009, surgen en España decenas de pequeñas productoras que realizan escenas para el consumo rápido en internet, entre ellas, varias en la Comunidad Valenciana. Red DevilX, Sex Adiction o Estudios Cima han sido algunas de las empresas que, desde diferentes lugares de la Comunidad Valenciana, han producido escenas X para difundirlas en el universo global que brinda la red. Pero la más importante, con diferencia, es FaKings. Fundada por el madrileño afincado en Valencia Arnaldo Chamorro, FaKings lleva seis años como indiscutible líder del porno amateur en España, gracias a la originalidad de sus planteamientos y la apariencia de no profesionalidad de sus vídeos. De su inagotable cantera han surgido actores de fama mundial, como Jordi El Niño Polla, famosas televisivas reconvertidas en estrellas X, como la alicantina Ana Marco, y actrices valencianas de la nueva hornada del triple X nacional, caso de Lulú Pretel, Silvia Valencia o Pamela Sánchez.

Un apartado especial merece la figura de Jose Ríos, alicantino de 33 años que estudió cine en la Ciudad de la Luz. Hace seis años, cambió su nombre por el de Bobby Perú, en homenaje al personaje interpretado por Nicholas Cage en ‘Corazón salvaje’, y se lanzó de cabeza a hacer porno en compañía de sus compañeros de la escuela. Sus escenas, completamente diferentes a lo que estamos acostumbrados a ver en el porno contemporáneo, llamaron la atención del productor y distribuidor francés Marc Dorcel, para quien ha trabajado en diversos proyectos. Bobby Perú, que también es actor ocasional en algunos de sus trabajos, ha sido el único director valenciano nominado para los AVN Awards, los considerados Oscar del porno.

José Ríos, alias Bobby Peru.

También de Alicante son Pablo y Ramiro Lapiedra, los ‘chicos malos’ del porno nacional. Hijo de un profesor de filosofía de la Universidad de Alicante, Ramiro comenzó en el porno en 2000, cuando presentó en sociedad a su pareja, la actriz Celia Blanco, y de la noche a la mañana la convirtió en una estrella del X nacional. Sus películas, en las que hay decenas de referencias a elementos culturales ajenos al porno, han ido acompañadas de excelentes campañas de promoción, siempre como vehículo de lanzamiento de las estrellas que ha ido inventando a lo largo de los años. Después de Celia Blanco elevó al Olimpo del porno español a Lucía Lapiedra, más tarde a María Lapiedra y, más recientemente, a la manchega Apolonia. Su estrategia de venta de las chicas que trabajan con él, basada en la sobreexposición en los medios, le ha dado siempre muy buenos resultados, aunque en alguna ocasión los propios medios acabaron devorándolo, como sucedió en el caso de Lucía Lapiedra. Ramiro ideó un montaje periodístico que unía al porno con la prensa del corazón y él fue el único que salió mal parado de un affair en el que intervinieron demasiados actores: Lucía, Ramiro, el periodista Pipi Estrada y algunos performers del porno español, caso de Ramón Nomar o Paco Roca. Su hermano Pablo, codirector de la mayoría de las películas de los Lapiedra, presentó un perfil más bajo en su relación con los medios, hasta que un escándalo por corrupción de menores en Colombia lo sacó de la circulación.

Un breve repaso a la historia del porno valenciano sería incompleto sin las estrellas autóctonas, los actores y actrices que han llevado el nombre de la Comunidad Valenciana por el mundo, aunque solo fuera en sus documentos de identidad. La gran estrella del porno nacional, Nacho Vidal, nació en Mataró (Barcelona), pero se crió en Enguera, donde su familia poseía diversos negocios, entre ellos la cría de caballos, y sigue pasando largas temporadas en la localidad de La Canal de Navarrés. Nick Moreno, nacido en Valencia hace 37 años, comenzó a hacer porno en 2005, después de haber trabajado como carpintero y ebanista, y, en 15 años de carrera, se ha consolidado como uno de los actores más sobresalientes de su generación, primero como protagonista en decenas de películas y, más tarde, como actor fetiche de la compañía Cumlouder. En el apartado femenino, las dos grandes estrellas del porno valenciano son Alexa Tomas, nacida en Valencia hace 35 años, e Irina Vega, de Xàbia y con 36 años. Alexa es una de las actrices mejor consideradas en el porno americano y ha sido nominada en dos ocasiones al premio a la mejor actriz extranjera en los AVN Awards. Por su parte, Irina es una de las abanderadas del porno alternativo en España, ha dirigido y protagonizado numerosas escenas y fue distinguida con el premio al mejor realizador en los Premios Ninfa-Primera Línea, los galardones más importantes que entrega el cine X nacional, en su edición de 2014.

He encontrado a Vassily

En la primavera de 2001, Patricia Ferreira preparaba su segundo largometraje, la adaptación al cine de la novela ‘El alquimista impaciente’, de Lorenzo Silva. Tenía vistas las localizaciones, preparado el guión y elegido el casting para su película. Sólo tenía un problema: no encontraba actor para el personaje de Vassily, el ruso que era la principal pista para la investigación de la pareja de la Guardia Civil, sorprendentemente formada por un hombre y una mujer, porque ese ruso conocía a la chica asesinada.

Patricia decidió darse unos días de descanso en la vorágine de la preproducción del filme. Se marchó a Valencia, donde la Cartelera Turia le otorgaba un premio por ‘Sé quién eres’, su anterior película. El sábado 8 de julio por la mañana llegó a Valencia y se alojó, junto con su compañero, Fernando Lara, entonces director de la Seminci de Valladolid, en el hotel que le había reservado la organización. Entre la documentación que encontró en su habitación, había una cita, a la una y media de la tarde, para ir a comer, con el resto de los premiados, a un restaurante de Canet de Berenguer, uno de los actos más divertidos de los Premios Turia.

Patricia esperaba, con puntualidad británica, a que todos los invitados estuvieran dispuestos para salir cuando decidió volver a su habitación en busca de algo que se le había olvidado. Esperó el ascensor pacientemente y, cuando se abrieron las puertas, vio ante sus ojos a un tipo alto, vestido de manera llamativa y con cadenas en el cuello que iba acompañado de dos mujeres espectaculares. Dejó salir al trío del ascensor y subió a su habitación pensativa.

Una hora después, Patricia Ferreira y Fernando Lara ocupaban una de las mesas del gran salón del restaurante Mar Blau donde la Turia celebraba su comida con los invitados a los premios. Ferreira tenía todavía en la cabeza la extraña visión que se le había presentado en el ascensor cuando vio, en una de las mesas, al tipo con el que se había topado antes de subir a su habitación. “He encontrado a Vassily”, le dijo a Lara. Aquel extraño era la imagen del personaje que buscaba. Vassily hecho carne.

Roberto Enríquez y Nacho Vidal en ‘El alquimista impaciente’ (Patricia Ferreira, 2002).

Quiso saber quién era y le preguntó al crítico cinematográfico Antonio Llorens, con quien compartía mesa, si conocía la identidad de aquel sujeto. Llorens, con su habitual ironía, le respondió que probablemente sería uno de los actores porno que acuden regularmente a la fiesta de la Turia cada año y le prometió a Patricia que averiguaría la identidad de su soñado Vassily. Se acercó a la mesa en la que yo estaba sentado, en compañía de Jesús Maraña, director de la revista Interviu, y me preguntó quién era ese tipo, señalando hacia donde estaba sentado. Le dije que era Nacho Vidal, un habitual de los Premios Turia desde que, en 1998, la cartelera valenciana le otorgara el galardón al mejor actor europeo del año, en un momento en el que la carrera de Nacho comenzaba a despuntar.

Llorens me explicó que Patricia Ferreira estaba interesada en conocer a Nacho Vidal porque quería proponerle que hiciera una prueba para participar en su nueva película. Me acerqué a donde estaba Nacho y le dije que quería presentarle a alguien. Este, que ni por asomo se había planteado jamás formar parte del reparto de una película convencional, aceptó encantado conocer a Patricia Ferreira.

Meses después recibí una llamada de Nacho. Estaba en el rodaje de ‘El alquimista impaciente’ y quería darme las gracias por haber hecho de correa de transmisión para conocer a Patricia Ferreira. Nacho trabajó en la película durante dos semanas e hizo buena amistad con todos los miembros del equipo. Cuando “El alquimista impaciente” se estrenó en España, Patricia me confesó que se había quedado gratamente sorprendida por la capacidad de trabajo de Nacho y su comportamiento durante el rodaje.

Aquello fue el principio de la carrera en el cine convencional del único actor español de cine X que ha traspasado las fronteras del porno para llegar al cine.

Mi historia con el porno

Yo fui aficionado al cine porno antes de escribir sobre él. Lo era como la mayoría de la gente lo es, sin saber los nombres de los actores ni la filiación de las películas, seleccionando aquella escena que me ponía muy palote para masturbarme porque la situación me daba morbo o la actriz protagonista estaba como un tren. El porno me daba satisfacciones personales, como me las daban el cine, la literatura o el fútbol, pero no pasaba de ser una diversión fugaz y, desde luego, nada memorable, un pasatiempo que no quedaba nunca almacenado en mi cerebro.

Un día de invierno de 1992, un amigo que escribía en la Cartelera Turia de Valencia me propuso sustituirlo como crítico de cine X en dicha publicación. Mi amigo, que era bastante cobarde, había cedido a las presiones de su novia y debía abandonar la sufrida profesión de periodista pornográfico por un tiempo. Así que me encomendó a mí la ingrata tarea de acudir los lunes por la tarde a las salas X que todavía quedaban en la ciudad, ver los estrenos de porno de cada semana, y la grata de escribir pequeñas reseñas críticas sobre lo que veía a cambio de dinero. Es decir, me iban a pagar por hablar de algo que, hasta entonces, solo había sido objeto de mi curiosidad por razones físicas y muy personales. Nervioso, porque mi única incursión en una sala X había sido ocho años atrás para ver ‘El diablo en la señorita Jones’ en una proyección multitudinaria, fui al cine de la calle Carniceros, un local ubicado en pleno barrio de las putas de Valencia. La primera sensación que uno percibe cuando entra en una sala X es olfativa. Las salas dedicadas al porno amalgaman un abanico de olores que intenta ser mitigado por una fuerte dosis de Zotal, un desinfectante de batalla que el personal de limpieza debía de comprar por toneladas. Pero había más. Mucho más. Acostumbrado como estaba a que la disposición de los espectadores en las salas donde proyectan filmes comerciales se articulara en grupos pequeños, mi primera gran sorpresa se produjo cuando me di cuenta de que todos los asistentes estaban desperdigados, uno a uno, a lo largo del cine. Como cuando tiras un puñado de arroz en el poyo de la cocina y a ningún grano se le ocurre acercarse a un semejante. Además, esos espectadores en “modo grano de arroz” gozaban de una infatigable movilidad, ya que se desplazaban de un lado a otro de la sala continuamente, sin prestar ninguna atención a lo que se proyectaba en la pantalla. No había que ser muy listo para apercibirse de que aquellos tipos, todos hombres por cierto, no eran espectadores, en el sentido etimológico de la palabra, sino chaperos en busca de eventuales clientes. El día de mi estreno llevaba una pequeña libretita y un bolígrafo para apuntar los títulos de crédito, ya que a la redacción de la Turia no llegaba ninguna ficha con el equipo técnico y artístico de la película, y esa libreta me sirvió como escudo para protegerme de la sala en la que me había metido. Cada vez que alguien se acercaba a mi lado, yo fingía que tomaba notas, aunque en la pantalla se reprodujera un polvo con un travesti, y eso espantaba al cazador de la sala X.

Con Selen, en los Premios Turia de 1997.

Y es que la primera película de la que hice una crítica era un filme de travestis. Un estreno de los buenos. Dirigida por Luca Damiano y filmada en 35 cochambrosos milímetros, ‘Mauricia, una gran mujer’ era uno de esos pornos italianos de mediados de los 80 rodados en un par de días en un chalet de la costa adriática en los que el Damiano cutre combinaba a actores y actrices de forma matemática para sacar cinco polvos y una leve trama argumental. En el elenco había un travesti, modalidad genérica que, según luego supe por boca del propio Luca Damiano, era una de las pasiones del director romano. Con inusitado rigor profesional visioné la cinta de principio a fin, blandiendo el arma de mi pequeña libreta para preservar mi seguridad. Más tarde, a la hora de hacer la crítica de la historia filmada de ‘Mauricia’, tiré de un oficio que todavía no tenía. Resolví la papeleta con un par de frases ingeniosas y obvié comentarios sobre los intérpretes, a los que, como ya he dicho, no conocía de nada.

Un año y medio más tarde, en la primavera de 1994, conocí en persona a una actriz X. Fue también en Valencia, en una cena que organizaron los responsables de la Turia para homenajear a Sarah Young, a la que la cartelera había distinguido ese año con uno de sus premios anuales. Ahora, cuando estoy al lado de un actor o una actriz porno, me parece que es una persona que no se diferencia en nada de otra que trabaje como fontanero o esteticién, pero en aquellos tiempos el hecho de enfrentarme a una conversación con una actriz porno me parecía raro. No sabría explicar el porqué, pero tenía la sensación de que pertenecía a un mundo que jamás me iba a ser cercano. La vida es tan sensacional que, al final, el porno ha sido una parte muy importante en mi existencia, la faceta de mi profesión periodística que más he cultivado y, entre mis amigos, cuento con profesionales que se dedican, de una manera o de otra, al porno. Pese a mi endémica timidez y mi salchichero dominio del inglés, logré entablar una conversación con Sarah y me pareció una chica inocente y perversa a la vez, pero sobre todo descubrí que detrás de aquella mujer que follaba como si no hubiera un mañana en las películas X había una persona como yo, con sus preocupaciones y su orgullo, sus defectos y sus virtudes.

En los 25 años siguientes he hablado con cientos de actores y actrices porno de todo el mundo. He conocido a chicas que no eran muy conscientes de dónde se habían metido y otras que lo tenían clarísimo y estaban dispuestas a ganarse la vida explotando la obsesión de muchos hombres por su cuerpo. He encontrado a chicos que se aprovechaban del porno para follar gratis y alardear de ello con sus amigotes del gimnasio y otros que sabían que aquello era un trabajo y, como tal, había que conservarlo a base de esfuerzo, dietas y sacrificio en la vida personal. Todos ellos tenían una historia magnífica que contar, como todos los seres humanos tienen una, y algunos de ellos, fascinante.

Me puse a escribir sobre ellos. Sobre personas que había conocido y sobre otras que no había visto en mi vida pero de las que había leído tanto que me eran tan familiares como algunos de mis amigos que se dedicaban al porno. Y empecé a publicarlas en diversas webs, bajo el epígrafe de ‘Historias del porno’. Era mi particular homenaje a Enric González y sus libros y artículos de ‘historias’, relatos que nacen en lo personal y llevan la lectura hacia lo colectivo, historias que se convierten en Historia. Todas ellas estarán en este blog, revisadas, corregidas, ampliadas y reescritas, todas sacadas de la memoria de un cuarto de siglo viendo cómo follan otros.