31. Europa se hace grande

Entre 1990 y 1991, Michel Ricaud realizó algunas de sus más recordadas películas X. Además contar con repartos franceses en cintas como ‘Étreintes à la prison des femmes’, Ricaud rodó seis películas con la actriz norteamericana Tracey Adams, entre ellas ‘Elle préfère les vieux’, ‘Viol au telephone’ o ‘Les putes de l’autoroute’, y reunió en ‘Lady Vices’ a un gran reparto internacional, encabezado por Jeanna Fine y Zara Whites. Pero sobre todo hizo crecer a su alrededor a una generación de actores y actrices que iban a hacer grande el porno europeo durante los años siguientes. Joy Karin’s, Christopher Clark, Rocco Siffredi o Sandrine Van Herpe fueron algunas de las estrellas que crecieron bajo el manto protector del director francés.

‘Viol au téléphone’.

Ricaud había perfeccionado su técnica cinematográfica a partir de los trabajos de Hans Moser en Alemania para la productora de su mujer Teresa Orlowski (VTO). Moser y Orlowski acabaron su relación profesional y sentimental de manera estruendosa en 1989, cuando la principal estrella del porno alemán expulsó a su “Pygmalion” de la empresa. Moser, uno de los pioneros del porno europeo allá por los años 60, no desfalleció y al año siguiente ya buscaba por todo el mundo una actriz a partir de la cual reproducir su imperio videográfico. La encontró en Inglaterra. Sarah Louis Young, una modelo de calendario dotada de un exuberante físico, cautivó a Moser, quien la contrató en exclusiva. En 1991, Sarah Young y Hans Moser se casaron en Las Vegas y, poco después, fundaron la Sarah Young Communications (SYC), una productora y distribuidora que utilizaba los mismos mecanismos que la compañía creada por Moser para Teresa Orlowski unos años atrás. Con una hábil campaña de promoción, que calificaba a Young como la reina europea del porno, un cuidado diseño de las carátulas y un diseño de producción cimentado en la buena fotografía, la contundencia en los números sexuales y la falta de argumentos sólidos, la pareja Moser-Young logró crear una de las imágenes de marca más importantes del continente y un buen número de películas mediocres (‘Private moments’, ‘The Sarah Young Collection’) en las que participan también estrellas masculinas del porno norteamericano. Sin embargo, las producciones de la SYC se desmarcan de la tendencia del porno alemán representada por Dino Baumberger y, principalmente, Moli, a cuyas estrictas órdenes dieron los primeros pasos Miss Francia, Anita Mendoza o Gabriella Dari en números eróticos de inusitada osadía.

Mientras tanto, en Italia seguía reinando Mario Salieri. El realizador napolitano iba consolidando su propia productora a base de ofrecer al aficionado porno de autor y bellas actrices a partes iguales. Al igual que Ricaud, Salieri trabajó en los primeros 90 con lo más granado del porno europeo (Deborah Welles, Gabriella Dari, Miss Francia, Zara Whites), pero también contó con refuerzos venidos de América (Victoria Paris, Jeanna Fine, Tracey Adams) para completar grandes repartos internacionales. Sin llegar todavía a realizar ninguna obra maestra, Salieri evidenció su capacidad para introducir el sexo en tramas de tinte mafioso (‘Napoli-Parigi’, ‘Roma Connection’), en repasos anacrónicos a la historia de la humanidad (‘Viaggio nel tempo’) o en retratos personales del comportamiento humano (‘Concepts’, ‘Bajada al infierno’, ‘El poder’).

‘Concepts by Salieri’.

LA CAÍDA DEL MURO

Además de un nuevo orden mundial, la desaparición de los regímenes comunistas del Este de Europa cambió la industria del cine X en el Viejo Continente. Las productoras más avispadas buscaron en las agencias de modelos de Budapest, Praga o Moscú nuevas estrellas que fomentaran la cantera del porno europeo. Una joven húngara o checa podía ganar con un día de rodaje el equivalente a tres meses de salario en su país. De tal manera que, en 1991 comenzó la invasión de actrices provenientes del Este de Europa en la industria X. Las húngaras Deborah Welles y Gabriella Dari (también conocida como Angelica Bella) fueron las pioneras de la dominación eslava en el estrellato europeo. Dotadas de una extraordinaria belleza y de una gran predisposición para cualquier escena sexual, ambas iniciaron un camino que luego seguirían, bien avanzada la década, cientos de jóvenes atraídas por el dinero fácil y la fama mundial.

EL REGRESO DE UN CLÁSICO

El que fuera uno de los “jóvenes prodigiosos” del porno francés en los 70, el productor y director Francis Leroi, volvió en 1991 al cine X después de una década alejado de él. Tras producir las primeras películas de Claude Mulot (entre ellas la mítica ‘El sexo que habla’), Leroi había trabajado detrás de las cámaras hasta que en 1981 se dedicó plenamente al cine convencional con filmes de terror (‘Piezas asesinas’) o eróticos (‘Emmanuelle V’). En 1991 produjo y dirigió ‘Rêves de cuir’, un intento de recuperar el aura internacional del cine galo a través de una cinta que recordaba, en su estética a los filmes de Andrew Blake. Protagonizada por Zara Whites, ‘Rêves de cuir’ escenificaba sofisticadas coreografías de inspiración sadomasoquista vestidas de lujo. La sabia combinación entre cinefilia y gusto por los rituales eróticos, muy en la línea de los grandes libertinos europeos, hizo del regreso de Leroi un acontecimiento gozoso para el cine X del Viejo Continente.

Publicado en Interviu, dentro de la colección ‘Las mejores películas del cine X’, en diciembre de 2000.

25. El despertar de Europa

En 1985, la actriz italiana de origen húngaro Ilona Statler era toda una celebridad en el país transalpino a causa de su continua capacidad de provocación. Más de diez años antes había sido la conductora de un polémico programa radiofónico, en la emisora Radio Luna de Roma, en el que adoctrinaba a sus oyentes en educación sexual. Dada la censura de la época, Statler utilizaba la palabra “cicciolina” para refererise al órgano sexual femenino, nombre que acabó adoptando como seudónimo en su carrera artística. Bautizada ya como Cicciolina, realizó una gira erótica por Italia y protagonizó el primer desnudo que se pudo ver en la RAI, en 1978. Tras haber participado en algunas películas soft, Cicciolina debutaría en el porno en 1985 de la mano de quien era su compañero sentimental, el productor y director Riccardo Schicchi. La contestataria activista sexual protagonizó entre 1985 y 1987 cinco filmes porno (‘La orgía atómica’, ‘Telefono rosso’, “Cicciolina Number 1′, ‘Stripp Sex’ y ‘La concha de los deseos’) que contribuyeron al resurgimiento del cine X en un país que había creado escuela en la producción de películas eróticas.

Cicciolina.

Italia se convirtió así en una de las grandes potencias europeas de la industria X, pese a una confusa legislación interna que prohibe la pornografía pero la tolera. Hasta la irrupción del dúo Schicchi-Statler, los únicos intentos por realizar cine X italiano habían sido obra de francotiradores más o menos independientes que, burlando la legalidad, habían realizado un buen número de películas cuya calidad era inversamente proporcional al entusiasmo con que se producían. Los más notables fueron el jovial Luca Damiano, que firmaba sus películas (rodadas con cinco actores en su chalet de los alrededores de Roma) con el seudónimo de Lucky Faar Delly (‘Las dos bocas de Marina’, ‘Mauricia, una gran mujer’), y el especialista en softcore Joe D’Amato, que empezaba a compaginar sus películas de terror convencionales con el rodaje de pornos de bajo presupuesto (‘La mujer ninfómana’, ‘Holocausto porno’).

El impulso de los primeros pornos de Cicciolina y Riccardo Schicci animó a otros directores a lanzarse a la aventura de realizar cine X en Italia. El napolitano Mario Salieri sería el más importante de todos ellos. Su debut en el género, en 1985, con la serie ‘Vortix’, ya manifestaba, pese a los bajos presupuestos con los que operaba, una voluntad de dignificación del porno europeo y la búsqueda de una estética propia que lo diferenciara del resto de sus contemporáneos. Casi a la vez que Salieri, comenzó a trabajar en el cine X un joven de Ortona que estaba llamado a convertirse en el mayor mito sexual que ha dado Italia ya no sólo por su pertenencia al mundo X. Rocco Siffredi se introdujo en el cine X con su verdadero nombre, Rocco Tano, y es el protagonista principal de las primeras películas de Mario Salieri.

Cicciolina fue elegida diputada al parlamento italiano por el Partido Radical en 1987. La agencia que había creado Riccardo Schicchi, Diva Futura, continuó trabajando para encontrar nuevos rostros del porno italiano que sustituyeran a Marina Frajese y Gabriel Pontello, verdaderos pioneros del género en aquel país. Aunque para el espectador el morbo lo significó el salto al cine X de unas pocas actrices procedentes del cine erótico, como Lili Carati o Karin Schubert, la principal figura surgida en estos años fue Moana Pozzi, heredera natural de la pornodiputada en los años 90.

LA DUREZA GERMANA

Alemania era, desde finales de los 70, uno de los principales países productores de cine X. Pero las especiales características de su industria, destinada casi en su totalidad a la exhibición en los innumerables sex-shops que pueblan el país, le impidió la consolidación de una industria cinematográfica a imagen y semejanza del modelo americano. Los pornos alemanes pocas veces han superado la fase de “loops”, en la que las escenas de sexo se encadenan sin ninguna hilazón argumental. Hans Moser, un antiguo fotógrafo que llevaba trabajando en el porno desde los difíciles años 60, fue de los pocos que intentó dar un giro a la querencia a la dureza del cine X germano a través de la productora VTO. Fundada junto a su compañera sentimental, la modelo polaca Teresa Orlowski, la productora de Moser comenzó a realizar películas con una factura visual impecable en las que contó con estrellas norteamericanas del género, como ‘Foxy Lady’ o ‘Born for love’. Desgraciadamente el camino se truncó en 1989 cuando Moser y Orlowski se separaron poco amistosamente.

Marilyn Jess.

LA DECADENCIA DE FRANCIA

Francia, el país que había funcionado como motor del cine X europeo durante casi todo el siglo, se encontraba a mediados de los 80 en una situación de peligroso estancamiento. Las medidas restrictivas de la legislación francesa, que a partir de 1977 prohibieron exportar porno al resto del mundo, produjeron un pernicioso efecto en la cinematografía gala. Durante los oscuros ochenta, la ingente producción de Bud Tranbaree (‘El retorno de las viudas’), los atrevidos recursos visuales de Gerard Kikoïne (‘Adorable Lola’, ‘Hotel para jovencitas ardientes’), la profusión de erotismo de Michel Leblanc (‘La maison de 1001 plaisirs’, ‘Le retour de Marilyn’) o el desafortunado humor de Michel Caputo (‘La décharge Victor!… rieuse’, ‘Blanche fesse et les sept mains’) componen, casi únicamente como referente histórico, el desangelado panorama de una filmografía que tenía a Marilyn Jess y Olinka Hardimann como sus principales estrellas.

Publicado en Interviu, dentro de la colección ‘Las mejores películas del cine X’, en octubre de 2000.

Embajadora sexual en Alemania

Todo empezó por casualidad. “Yo hacía fotos eróticas y desnudos artísticos y me acerqué a Berlín, al festival erótico que allí se celebra todos los años en octubre, donde me propusieron trabajar como actriz porno”, cuenta Salma de Nora, desde sus ojos marrones y su larga cabellera negra, un prototipo muy español que cautivó inmediatamente al público alemán. Lo hizo porque, según confiesa, “no quería hacer porno en España, por motivos familiares”, aunque reconoce que ahora “supongo que tendré que afrontar que mi familia lo sepa, pero la vida viene como viene y ya lo solucionaré”.

El caso es que, en diciembre de 2003, Salma de Nora, madrileña que cuenta ahora con 26 años, buscaba “una salida para realizarme como actriz, para hacer lo que siempre había soñado” y se lanzó a la aventura de internarse en una industria con fama de excesivamente extrema en las escenas de sexo. “Todo el mundo me dice lo mismo, pero yo no he notado grandes diferencias entre el porno que se hace en España y el que se hace en Alemania, e incluso diría que allí es más serio, pues te maquillan, se preocupan por que las escenas no sean demasiado largas y están atentos en todo momento a las necesidades de una actriz”, afirma Salma quien apostilla que “depende mucho del tipo de producción y películas con bajos presupuestos hay en todos los países, y, en el caso de las actrices, la dureza muchas veces no tiene nada que ver con el tipo de sexo que practiques, sino con lo larga que sea la grabación de una escena”. Ella, sin embargo, ha trabajado en algunas de las productoras que manejan presupuestos más holgados en el país germánico, como Inflagranti o EVS Films, que “invierten mucho en la producción” y recalca con orgullo que “me veo más guapa en las películas que he hecho en Alemania que en algunas de las que he rodado en España”. Eso no significa que no haya participado en filmes “gonzo”, donde “se rueda una escena de cincuenta minutos sin cortar y con unas escenas sexuales más extremas”, pero, como reconoce, “en este oficio hay que hacer de todo”.

Salma de Nora y Paco Gisbert en 2012.

En poco tiempo, Alemania se rindió a los encantos de Salma. Apariciones en televisión, en el mítico programa de divulgación sexual ‘Wa(h)re Liebe’, portadas en revistas y papeles protagonistas en un buen número de grandes producciones fueron el botín que logró la actriz madrileña en sólo un año de trabajo en tierras teutonas. Y, curiosamente, la oportunidad de volver a sus orígenes, de participar en producciones españolas. “Por medio de un amigo belga entré en contacto con Conrad Son con el que he rodado una película erótica y la superproducción ‘Private Chateau’, y la compañía Thagson me ofreció estar en media docena de películas producidas por ella”, aunque Salma no olvida nunca que “en Alemania hay mucho trabajo pues hay más productoras y tengo la oportunidad de elegir lo que quiero hacer, mientras que en España tienes que sentarte a esperar a que te llamen y, cuando lo hacen, muchas veces tus expectativas no se corresponden con las suyas”. A pesar de eso, Salma ha rodado una veintena de filmes en nuestro país, pocos al lado de las más de 70 producciones que ha hecho en la industria en la que se inició en el porno y la docena que ha filmado en Holanda, Suiza y Bélgica.

Por ello, Salma se siente muy valorada en Alemania, donde “he triunfado porque me he adaptado a su forma de trabajar”. Aprendió alemán en poco tiempo “y eso es muy importante, pues ocurre muchas veces que hay actrices húngaras o checas que llegan a aquel país y sólo se expresan en su idioma o en inglés, lo que hace que los alemanes las vean como extrañas”, señala la actriz española, que incluso ha intervenido en una serie para la televisión alemana titulada ‘S.O.S. Barracuda’ y ha sido doble cuerpo en la película convencional ‘Te presto a mi marido’, de Gaby Kubach, además de haber rodado filmes para productoras como Private o vídeos eróticos para Playboy y tener su propia página web (www.salmadenora.com), más visitada por los internautas alemanes que por los españoles. Esa valoración que tiene en su tierra de adopción, como ella recalca, “tiene que ver mucho con la forma de vivir de los alemanes; allí la televisión no te encumbra, no es tan importante salir en la pequeña pantalla, sino lo que haces y cómo lo haces. Sin embargo, en España, hay actrices mediáticas que ganan mucho dinero sin que prácticamente hayan trabajado nada en el porno”.

No obstante, nuestra embajadora sexual en Alemania no tiene planes de futuro en aquel país. “Todas la actrices porno se plantean qué harán a corto plazo, cuando su cuerpo ya no les permita trabajar en el cine X, pero yo no tengo esa preocupación. A mí me gusta interpretar, tanto en el porno como en el cine o el teatro convencional y lo que quiero es dejarme llevar para hacer lo que realmente me gusta”, dice con entusiasmo Salma de Nora, quien no descarta llegar a triunfar en el porno español de manera tan arrolladora como lo ha hecho en Alemania. De hecho, cuando le preguntamos si prefiere un buen fuet ibérico o una salchicha alemana responde diplomáticamente: “los dos me gustan, porque me encanta la cocina europea en general”. Y, cuando pilla el doble sentido de la pregunta, no abandona su diplomacia entre risas: “depende de la persona y, de hecho, tengo mi actor favorito para trabajar en Alemania y mi actor favorito en España, pero no voy a decir nombres, no vaya a ser que otros fuets y otras salchichas se enfaden”.

Publicado en ‘Interviu’ en agosto de 2005.

Sombras del pasado

En el Festival de Cine de Berlín de 2004, la película ‘Contra la pared’, de Fatih Akin, consiguió el Oso de Oro al mejor director y el premio de la prensa internacional. Aquel filme, un relato sobre la vida de la comunidad turca en Hamburgo, estaba protagonizado por Sibel Kekilli, una actriz alemana de origen turco descubierta por un director de casting en un centro comercial de la ciudad alemana que, para toda la prensa especializada en cine, hacía se debut en el campo del largometraje. La historia de Kekilli era la de Cenicienta, una chica de origen humilde, de familia islámica, nacida en una pequeña ciudad de Baden-Wurttemberg que había trabajado en los más variados oficios, desde camarera hasta dependienta de una tienda en Hamburgo, que, de la noche a la mañana, se convertía en musa de uno de los directores más interesantes del momento y en una actriz con una proyección internacional.

Unos meses más tarde, la opinión pública descubrió que, entre los redactores del diario sensacionalista Bild había un curioso periodista. O era un crítico de cine X aficionado con muchos conocimientos o era un compulsivo consumidor de porno con poco criterio. El caso es que el redactor del diario alemán desveló que aquella actriz de 24 años que había impresionado a los cinéfilos con su interpretación del personaje de Sibel en la película de Akin era la misma que, entre 2001 y 2002, había participado en una docena de películas porno con el seudónimo de Dilara.

Sibel Kekilli.

Todo el mundo tiene un pasado y el de Sibel Kekilli salió a la luz a raíz de su triunfo en el cine convencional, como si la hipócrita prensa amarilla germana quisiera hacer pagar a la actriz por un éxito inesperado. La revelación de Bild provocó numerosos problemas personales y familiares en la emergente estrella del cine germano. Por ejemplo, su padre confesó que creía que Sibel trabajaba «en el ayuntamiento», se negó a perdonarla y afirmó que no quería «volver a verla en la vida» Pero Kekilli reaccionó ante la ofensiva mediática con orgullo. No se arrepentía de su pasado y acusaba a la prensa sensacionalista de “violación mediática”. Sus compañeros de profesión, capitaneados por Akin, mostraron su indignación por lo que consideraron una intromisión intolerable en el pasado de una actriz que había demostrado en el cine convencional su valía y consideraron irrelevante que, antes de triunfar en las salas de todo el mundo, Kekilli hubiera tenido que ganarse la vida follando delante de las cámaras.

Antes de convertirse en estrella del cine comercial en “Contra la pared”, de participar en una decena de filmes en Alemania y de dar el salto a las series televisivas de éxito, primero en su país y luego en los Estados Unidos con ‘Juego de tronos’, en la que interpreta a Shae, Sibel Kekilli trabajó para las principales productoras de cine alemán (Magma, Videorama, Imperial, Multi-Media-Verlag) en una serie de filmes que incluían escenas de sexo explícito.

Ocho años más tarde, cuando Kekilli parecía haber borrado la letra escarlata que le grabó Bild para intentar desprestigiar su trabajo y triunfaba en ‘Juego de tronos’, los medios volvieron a la carga con su pasado revelando, por su alguien lo había olvidado, que la joven que deslumbró en una de las series de culto de las televisiones de todo el mundo fue, diez años atrás, una actriz porno. Una pornostar del montón, que se tomaba tan en serio su trabajo como ahora lo hace ante todos los focos y todas las miradas.

La estrella clonada

La historia de Sarah Louise Young está ligada a la de Hans Moser, su descubridor, protector y marido durante seis años. Y es que este empresario alemán, el último pigmalión del porno europeo, fue la persona que convirtió a aquella inglesa con grandes tetas y mirada estrábica en una estrella mundial del triple X, gracias a una estudiada campaña de promoción y una productora propia bautizada con las iniciales de la actriz: SLY. No era la primera vez que Moser convertía a una chica más o menos corriente en una megaestrella del porno. En 1981 hizo de Teresa Orlowski, una prostituta polaca que trabajaba en Bochum (Alemania), una de las actrices más cotizadas del continente y, por añadidura, una empresaria de éxito.

La relación entre Young y Moser comenzó en 1989, cuando el productor germano intentaba recuperarse de la pérdida de Orlowski, que lo había abandonado, y del negocio que regentaban en común pero que estaba a nombre de ella. En su despacho de Londres buscaba chicas con las que continuar su carrera de pornógrafo cuando reparó en una británica de 18 años que había posado en la famosa página 3 del diario sensacionalista ‘The Sun’, después de que se lo hubiera ofrecido un fotógrafo por la calle cuando contaba solo con 15 años, y había hecho sus pinitos en el porno en papel para las revistas Private y Color Climax. La joven parecía destinada a no ser más que una de las cientos de chicas que se costean los estudios posando desnudas en revistas masculinas y rodando unas cuantas escenas porno, pero Moser vio algo en ella que le dijo que podía convertirse en la nueva Teresa Orlowski. Así que se puso manos a la obra, citó a Sarah en su despacho de Hannover y la convenció para que se dejara guiar por él, porque iba a convertirla en una estrella del porno.

Sarah Young.

Como en ‘Vértigo’, de Hitchcock, Hans Moser transformó a Sarah Young en una Teresa Orlowski resucitada. No literalmente, porque entre ellas había muy pocas semejanzas físicas, pero sí en la forma en que la procuró la fama. En 1991, ambos fundaron SLY, la empresa para la que Sarah trabajó casi en exclusiva durante toda su carrera, empezó a rodar con actores y actrices americanos, algo insólito en el porno europeo de mediados de los 90, y situó a Young como estrella indiscutible de un porno grabado con medios y calidad cinematográfica, aunque en películas con argumentos muy endebles. La fórmula les salió muy bien, puesto que, entre 1991 y 1995, Sarah Louis Young fue la actriz más importante del viejo continente. El verano del 91, meses después de casarse en Las Vegas, se instalaron en un lujoso chalet en Ibiza, donde rodaban muchas de sus películas y desde donde controlaban su negocio, con sede en Hannover.

Pero la historia de amor y sexo con otros entre Moser y Young solo duraría siete años, como mandan los manuales matrimoniales. En 1997, se separaron amistosamente cuando Sarah, cansada de tanto trajín y con 26 años de edad, decidió abandonar el porno, justo después de haber recibido el premio a la actriz del año en los Venus Awards. Sus planes eran estudiar derecho en los Estados Unidos y ejercer como abogada, algo que consiguió gracias al apoyo del propio Hans. Casada de nuevo, ya en este siglo, y madre de dos hijos, Young vive en los Estados Unidos sin renegar de un pasado en el que cumplió, según sus propias palabras, sus «fantasías juveniles». Hans Moser, por su parte, falleció en Hannover en julio de 2016 a los 71 años de edad.

El Pigmalión alemán

La vida de Hans Moser cambió el día que se compró una cámara de fotos. Quería inmortalizar los primeros años de los hijos que planeaba tener con su mujer, la novia que había tenido en su Hannover natal y con la que se había casado unos meses antes. Para complementar su modesto sueldo como empleado de una casa de muebles, Moser puso un anuncio en el periódico en el que se ofrecía como fotógrafo aficionado, pero la respuesta de sus clientes no fue la esperada: en vez de contratarlo para que ejerciera de reportero en bodas, bautizos y comuniones, su extraña clientela lo requería para que fotografiara mujeres desnudas, generalmente amantes de hombres de negocios. Poco a poco, Hans Moser comenzó a ganar dinero con las fotos sicalípticas y se planteó abandonar el apasionante mundo de la venta de muebles.

Con gran visión comercial, se puso en contacto con las revistas pornográficas de Dinamarca, único país europeo que, a finales de los sesenta, había legalizado el sexo explícito y, ya con una cámara profesional, empezó a editar revistas porno que se distribuían clandestinamente en Alemania. Con la legalización de la pornografía en tierras germanas, en 1970, Hans Moser dio el salto al cine: con una cámara de 16 mm rodaba cortos de diez minutos para su propia productora. Un negocio boyante en la protohistoria del porno.

Once años más tarde, las cosas no le iban tan bien a Moser. Su productora había quebrado por culpa de algunos problemas con la justicia. Una noche conoció en Bochum a una prostituta polaca de la que se enamoró y en la que vio la oportunidad de reflotar sus negocios. Con ella como imagen, fundó Video Teresa Orlowski (VTO), una productora que cambiaría la forma de hacer porno en Alemania en la década de los ochenta. Hans Moser hizo de Teresa Orlowski una estrella mundial y la piedra angular de un imperio audiovisual para adultos que todavía pervive. Durante nueve años, VTO fue una de las grandes compañías del porno germano y la primera que comenzó a trabajar con estrellas del porno americano. Pero la relación entre Hans y Teresa se rompió de forma violenta en 1989 y, como Moser había situado a Orlowski como única propietaria de la empresa para aludir sus problemas con la justicia, acabó perdiendo todo su imperio.

Hans Moser y Sarah Young en Valencia, en 1994.

Meses después, en su despacho de Londres, alguien le trajo las fotos de una chica que se había dado a conocer unos años antes, cuando apareció en la famosa página 3 del diario The Sun desnuda, llamada Sarah Young. Moser quedó prendado de aquella mujer de enormes tetas naturales y mirada algo estrábica y vio en ella la ocasión para empezar de nuevo. Como había hecho con Teresa, convertiría a Sarah en una estrella del porno mundial. Así fue, porque, entre 1991 y 1995, Sarah Louise Young se erigió en la gran estrella del porno europeo gracias a las atrevidas escenas sexuales de la actriz y la apuesta por la calidad del productor. Sarah y Hans se instalaron en Ibiza, desde donde controlaban su productora, SYL, con sede en Hanóver.

La pareja se rompió amistosamente en 1997, cuando Young decidió dejar el porno y emprender una nueva vida, primero como estudiante de derecho en los Estados Unidos y luego como abogada. Tras ser el manager y productor de Helen Duval y Gina Wild, Hans Moser se instaló en Alicante, donde vivió retirado y lejos del mundo del porno. El 2 de julio de 2016, cuando se encontraba en Hanóver visitando a unos amigos, murió de un ataque al corazón a la edad de 71 años.

Nadie se acordó de Karin

A finales de este año, Karin Schubert cumplirá 76 años, una edad en la que la mayoría de los mortales disfruta de una merecida jubilación tras años de trabajo. Pero la jubilación a Schubert le llegó hace más de 25 años, cuando los productores y agentes dejaron de llamarla para que participara en películas, lo que había hecho toda su vida. Vive sola, con una docena de perros que cuida como si fueran hijos suyos, en Manziana, un pequeño pueblo a 40 kilómetros de Roma, donde sobrevive gracias a la generosidad de un amante y admirador que la mantiene.

La vida es muchas veces injusta con los pioneros y Karin Schubert fue uno de ellos. Nacida en Hamburgo en 1944, Schubert llevó una vida de lo más corriente hasta los 27 años: se casó con un empleado de la Opel, tuvo un hijo y trabajó como modelo publicitaria en Suecia, donde se trasladó la familia, y en Alemania, el lugar al que regresó por la enfermedad de la madre de su marido. En 1969, Karin recibió una oferta para trabajar en el cine y no la desaprovechó. En los 15 años siguientes había intervenido en casi 50 filmes, películas de serie B en las que esta rubia simpática y atrevida hizo de todo, desde spaghetti western hasta películas de culto , en las que trabajó bajo las órdenes de Sergio Corbuzzi, Edward Dmytryk o Gérard Oury, y al lado de Richard Burton, Louis de Funés o Yves Montand. Cine, en su mayoría, barato y de una sola toma que convirtió a Karin Schubert en una de esas diosas paganas del cinéfilo de la sesión triple y la coproducción imposible.

Karin Schubert era una mujer valiente y decidida en su trabajo. No le importaba enseñar su cuerpo desnudo en las películas en las que participaba porque lo consideraba una parte de su labor como actriz. No era una mujer recatada y, cuando su agente le ofreció la posibilidad de hacer una sesión de fotos eróticas para la revista Men, a comienzos de los ochenta, dijo que sí, como también lo hicieron Patty Bravo, Marisa Mell, Lilli Carati o Paola Senatore. Las fotos fueron un éxito en Italia y Schubert, que se encontraba sin trabajo desde que un año antes rodara en España ‘Cristina y la reconversión sexual’, de Francisco Lara Polop, dio el siguiente paso. Pensó que el porno podría ser una forma de ganar dinero como actriz sin perder la dignidad que había exhibido durante años como musa de la serie B.

Karin Schubert.

Se pasó al porno en plena decadencia del cine de género y con más de 40 años cumplidos. Al porno italiano, en el que convivían entonces los pioneros con las nuevas generaciones, Marina Frajese y Cicciolina con Rocco Siffredi y Moana Pozzi. Durante casi diez años, Karin Schubert hizo dos docenas de películas X con el mismo entusiasmo y profesionalidad con los que había reinado en el cine de bajo presupuesto.

Pero la edad no perdona y, al cumplir los 50, nadie la reclamó. Ni los productores y directores de porno, que no la querían en sus películas por su edad, ni quienes hacen películas de serie B, que la veían marcada por la fatídica letra X, pintada metafóricamente en escarlata en su rostro. Nadie se acordó de Karin.

Se retiró obligada y la única oferta de trabajo que ha recibido desde entonces fue la de un avispado buscavidas que pretendía emplearla como prostituta y ser él su chulo. Se recluyó en su casa de Torino y después se fue a vivir a Manziana sola, “sin amigos, sin familia, sin dinero, sin futuro”, como dijo horas después de haber intentado quitarse la vida el 3 de septiembre de 1994.

Y allí sigue, desde entonces, olvidada por el mundo, estigmatizada por pensar que el porno era también cine. Sola, con sus perros y sus recuerdos. Sus únicos compañeros de viaje.