Entre 1990 y 1991, Michel Ricaud realizó algunas de sus más recordadas películas X. Además contar con repartos franceses en cintas como ‘Étreintes à la prison des femmes’, Ricaud rodó seis películas con la actriz norteamericana Tracey Adams, entre ellas ‘Elle préfère les vieux’, ‘Viol au telephone’ o ‘Les putes de l’autoroute’, y reunió en ‘Lady Vices’ a un gran reparto internacional, encabezado por Jeanna Fine y Zara Whites. Pero sobre todo hizo crecer a su alrededor a una generación de actores y actrices que iban a hacer grande el porno europeo durante los años siguientes. Joy Karin’s, Christopher Clark, Rocco Siffredi o Sandrine Van Herpe fueron algunas de las estrellas que crecieron bajo el manto protector del director francés.
Ricaud había perfeccionado su técnica cinematográfica a partir de los trabajos de Hans Moser en Alemania para la productora de su mujer Teresa Orlowski (VTO). Moser y Orlowski acabaron su relación profesional y sentimental de manera estruendosa en 1989, cuando la principal estrella del porno alemán expulsó a su “Pygmalion” de la empresa. Moser, uno de los pioneros del porno europeo allá por los años 60, no desfalleció y al año siguiente ya buscaba por todo el mundo una actriz a partir de la cual reproducir su imperio videográfico. La encontró en Inglaterra. Sarah Louis Young, una modelo de calendario dotada de un exuberante físico, cautivó a Moser, quien la contrató en exclusiva. En 1991, Sarah Young y Hans Moser se casaron en Las Vegas y, poco después, fundaron la Sarah Young Communications (SYC), una productora y distribuidora que utilizaba los mismos mecanismos que la compañía creada por Moser para Teresa Orlowski unos años atrás. Con una hábil campaña de promoción, que calificaba a Young como la reina europea del porno, un cuidado diseño de las carátulas y un diseño de producción cimentado en la buena fotografía, la contundencia en los números sexuales y la falta de argumentos sólidos, la pareja Moser-Young logró crear una de las imágenes de marca más importantes del continente y un buen número de películas mediocres (‘Private moments’, ‘The Sarah Young Collection’) en las que participan también estrellas masculinas del porno norteamericano. Sin embargo, las producciones de la SYC se desmarcan de la tendencia del porno alemán representada por Dino Baumberger y, principalmente, Moli, a cuyas estrictas órdenes dieron los primeros pasos Miss Francia, Anita Mendoza o Gabriella Dari en números eróticos de inusitada osadía.
Mientras tanto, en Italia seguía reinando Mario Salieri. El realizador napolitano iba consolidando su propia productora a base de ofrecer al aficionado porno de autor y bellas actrices a partes iguales. Al igual que Ricaud, Salieri trabajó en los primeros 90 con lo más granado del porno europeo (Deborah Welles, Gabriella Dari, Miss Francia, Zara Whites), pero también contó con refuerzos venidos de América (Victoria Paris, Jeanna Fine, Tracey Adams) para completar grandes repartos internacionales. Sin llegar todavía a realizar ninguna obra maestra, Salieri evidenció su capacidad para introducir el sexo en tramas de tinte mafioso (‘Napoli-Parigi’, ‘Roma Connection’), en repasos anacrónicos a la historia de la humanidad (‘Viaggio nel tempo’) o en retratos personales del comportamiento humano (‘Concepts’, ‘Bajada al infierno’, ‘El poder’).
LA CAÍDA DEL MURO
Además de un nuevo orden mundial, la desaparición de los regímenes comunistas del Este de Europa cambió la industria del cine X en el Viejo Continente. Las productoras más avispadas buscaron en las agencias de modelos de Budapest, Praga o Moscú nuevas estrellas que fomentaran la cantera del porno europeo. Una joven húngara o checa podía ganar con un día de rodaje el equivalente a tres meses de salario en su país. De tal manera que, en 1991 comenzó la invasión de actrices provenientes del Este de Europa en la industria X. Las húngaras Deborah Welles y Gabriella Dari (también conocida como Angelica Bella) fueron las pioneras de la dominación eslava en el estrellato europeo. Dotadas de una extraordinaria belleza y de una gran predisposición para cualquier escena sexual, ambas iniciaron un camino que luego seguirían, bien avanzada la década, cientos de jóvenes atraídas por el dinero fácil y la fama mundial.
EL REGRESO DE UN CLÁSICO
El que fuera uno de los “jóvenes prodigiosos” del porno francés en los 70, el productor y director Francis Leroi, volvió en 1991 al cine X después de una década alejado de él. Tras producir las primeras películas de Claude Mulot (entre ellas la mítica ‘El sexo que habla’), Leroi había trabajado detrás de las cámaras hasta que en 1981 se dedicó plenamente al cine convencional con filmes de terror (‘Piezas asesinas’) o eróticos (‘Emmanuelle V’). En 1991 produjo y dirigió ‘Rêves de cuir’, un intento de recuperar el aura internacional del cine galo a través de una cinta que recordaba, en su estética a los filmes de Andrew Blake. Protagonizada por Zara Whites, ‘Rêves de cuir’ escenificaba sofisticadas coreografías de inspiración sadomasoquista vestidas de lujo. La sabia combinación entre cinefilia y gusto por los rituales eróticos, muy en la línea de los grandes libertinos europeos, hizo del regreso de Leroi un acontecimiento gozoso para el cine X del Viejo Continente.
Publicado en Interviu, dentro de la colección ‘Las mejores películas del cine X’, en diciembre de 2000.