La realidad hecha ficción

El 10 de septiembre de 2019, la HBO comenzó a emitir la tercera temporada de ‘The Deuce’, la serie de David Simon y George Pelecanos que cuenta la historia del nacimiento y consolidación del porno en la ciudad de Nueva York, el epicentro de la industria de entretenimiento para adultos en la costa este de los Estados Unidos. Esa fue la última temporada de una serie que ha abarcado 15 años desde su arranque, en agosto de 2017, cuando describió el ambiente en la zona de prostitución de la Gran Manzana que le da título, situada al oeste de Times Square, a principios de la década de los 70.

Magníficamente escrita y estructurada en diferentes historias que le confieren un aspecto coral, como ya ocurría en los anteriores trabajos para televisión de Simon y Pelecanos, caso de ‘The Wire’ o la miniserie ‘Show me the Heroe’, ‘The Deuce’ se basa en hechos reales para construir una ficción que resume, como pocas veces se ha hecho, los orígenes de la pornografía en Nueva York. No es una serie realista, ya que los personajes que la habitan no existieron, pero posee la rara habilidad de tomar de aquí y de allá para construir arquetipos que funcionan para dar sentido a una historia que, finalmente, deviene más rigurosa que las aproximaciones a tan peculiar género cinematográfico se han hecho, Solo ‘Boogie Nights’, el excelente retrato de los orígenes del cine X en California que realizó Paul Thomas Anderson en 1997, se aproxima a la visión que de él ofrecen Simon y Pelecanos.

Vayamos al grano, más que a la paja. Los dos principales protagonistas de la historia, Frank y Vincent Martino, los gemelos interpretados por James Franco, representan las dos caras del incipiente negocio que comenzaba en 1970, cuando la calle 42 estaba plagada de prostitutas que buscaban clientes, sex-shops que brindaban la oportunidad de ver bobinas de nueve minutos con sexo explícito y lofts en los que se grababan dichas películas. Frank hace negocios con la Mafia americana, la verdadera propietaria de los locales de alterne y productora de aquellos filmes cutres y con leves argumentos que servían para excitar a los clientes y constituían un extraño ejemplo de sinergia empresarial en la época: los usuarios de la prostitución se “calentaban” en los sex-shop antes de contratar los servicios de la meretriz, de la misma manera que, en las primeras décadas del siglo XX, los prostíbulos proyectaban cortometrajes pornográficos para solaz de los clientes que esperaban a que su preferida quedara libre. Vincent, por su parte, regenta un bar en The Deuce, una mezcla de ficción entre el Show World, el Bernard’s y los clubes nocturnos que proliferaban en el barrio en aquellos años y que servían de punto de encuentro para prostitutas, proxenetas, actrices porno, mafiosos y demás fauna que pululaba por el lado oscuro de Times Square. Su novia Abby (encarnada por Margarita Levieva), con quien mantiene una relación abierta, trabaja como encargada en el bar musical y coquetea con la organización feminista Mujeres contra la Pornografía, cuya creación se recrea en la segunda temporada de la serie. Mujeres contra la Pornografía desarrolló una incansable labor de lucha contra la degradación de la mujer en las actividades relacionadas con la prostitución y la pornografía, encabezada por Andrea Dworkin, personaje real que aparece en el cuarto episodio de la tercera temporada de ‘The Deuce’ (interpretada por Marcia DeBonis) en una agria discusión con Candy Merrell sobre los diferentes puntos de vista del feminismo ante el cine X, en una secuencia que anuncia la polémica evolución de la organización, contestada por los defensores de las libertades civiles.

Maggie Gyllenhaal en ‘The Deuce’.

Precisamente el personaje de Candy Merrell es uno de los más ricos del serial. Encarnado por Maggie Gyllenhaal, a la sazón coproductora ejecutiva del proyecto, Merrell es, sucesivamente, prostituta, actriz de cine X y directora de películas porno con un toque feminista. Una personalidad compleja que mezcla las vidas de Gloria Leonard, Candida Royalle y Veronica Hart, mujeres que intentaron darle un sentido especial a la industria para adultos norteamericana desde su interior y realizaron algunas de las películas más interesantes del género. Similares características tiene el personaje de Lori Madison (Emlily Meade en la ficción), la actriz que comienza como prostituta y que llega a convertirse en una de las grandes estrellas del triple X en la costa oeste, cuando la industria del porno se establece definitivamente allí. Madison tiene rasgos de Sharon Mitchell, quien ejerció la prostitución antes de debutar en el cine porno, de Savannah, que pretendió controlar su propia carrera como actriz y estableció peligrosas relaciones con el mundo del rock y el heavy-metal, de Ginger Lynn, actriz mítica que intentó hacer carrera, sin éxito, en el cine convencional, e incluso de Traci Lords, que fundó su propia productora para poder comercializar las películas que protagonizaba. En realidad, Lori Madison es el epítome de la actriz X de los 80, una chica guapa, subyugada por las veleidades de su agente, enganchada a la cocaína y enfrascada en una incesante búsqueda de salidas para dejar su trabajo en el sexo. Una mujer que también se parece bastante a Shauna Grant, tanto que también acaba pegándose un tiro en la cabeza. Un episodio de la vida de Grant aparece esbozado en la serie, aunque no relacionado con Lori Madison, cuando Melissa, una de las actrices X del circuito neoyorquino, recibe la visita de su padre para convencerla de que deje el porno.

La ficción creada por David Simon y George Pelecanos está salpicada de referencias a historias reales, un recurso cinematográfico que sirve para que, a lo largo de las tres temporadas, desfilen por la serie personajes como Linda Lovelace, protagonista de ‘Garganta profunda’, Bob Wolf, director de gran parte de los lofts pornográficos que se rodaban en la calle 42 a comienzos de los años 70, Robert DiBernardo, uno de los hombres fuertes de la familia mafiosa Gambino que controlaba la distribución de vídeos pornográficos, los Dark Brothers, Walter y Gregory, productor y director visionarios que, a mediados de los 80, introdujeron en el porno la estética de los vídeos musicales que emitía la cadena MTV, Jamie Gillis, legendario actor porno con más de 40 años de carrera sobre sus espaldas, Serenna, novia de Gillis y una de las actrices más explosivas y atrevidas de la edad de oro del porno estadounidense, Wakefield Poole, director de ‘Chicos en la arena’, considerado el primer largometraje de porno gay de la historia, Al Goldstein, influyente crítico de cine X en los años 70, o el mismísimo John Holmes, probablemente el actor porno más famoso de la historia. Todos ellos, como también pasa con Andrea Dworkin, son recreados con sus nombres reales para teñir al universo paralelo de ‘The Deuce’ de una brillante verosimilitud.

A esa verosimilitud se añaden las tramas que complementan la historia y que enriquecen la crónica de 15 años de pornografía en Nueva York, desde las tenues investigaciones policiales para averiguar las conexiones de la Mafia con la industria pornográfica, la corrupción policial que pretende limpiar los alrededores de Times Square en favor de intereses inmobiliarios, el oscuro negocio de las cabinas de sex-shop, la prehistoria del porno casero, la evolución de la figura del proxeneta o los locales de prostitución que alimentan no solo a los habituales de The Deuce sino a la clase ejecutiva neoyorquina a golpe de talonario. Una crónica coral que hace de ‘The Deuce’ una de las mejores aproximaciones de la industria audiovisual al mundo del cine para adultos.

X en serie

El estreno de ‘Los Soprano’, en enero de 1999, marca el comienzo de la llamada tercera edad de oro de las series de televisión, según la definición de Brett Martin. Pero, a diferencia de las anteriores edades de oro que vivieron las ficciones televisivas, en esta el porno ha tenido cierto protagonismo en tramas y personajes. Con independencia de ‘The Deuce’, la serie de David Simon que retrata los inicios del cine porno en Nueva York a comienzos de los 70 y que merece un artículo aparte, estas son algunas de las series en las que el cine X ha tenido presencia de forma notable.

Hard (Francia, 2008-2015, 3 temporadas): Creada por Cathy Verney, ‘Hard’ es la serie que más se ha aproximado al mundo del porno, a la espera del estreno de ‘The Deuce’. Cuenta la historia de una mujer que, al quedar viuda, descubre que su marido era propietario de una productora X y se pone al frente de ella. Protagonizada por Natacha Lindinger, la serie francesa tiene la habilidad de retratar, con bastante precisión, los estereotipos del porno galo.

A dos metros bajo tierra (USA, 2001-2005, 5 temporadas): En la serie de Alan Ball, el porno está al mismo nivel que el sexo, es decir, presente de alguna manera en las cinco temporadas de las que consta. Pero hay un capítulo, el quinto de la primera temporada, que rinde tributo al mundo del porno clásico, al explicar la historia de exactriz X que muere electrocutada en su bañera de forma accidental. En todo el episodio, la presencia de la antigua estrella del porno se hace evidente para quienes han de embalsamar su cuerpo, mientras que el funeral se convierte en el sentido homenaje a una persona que hizo con su vida lo que le apetecía y, además, defendió la libertad de expresión. Para rematarlo, el papel de la finada está protagonizado por la leyenda del cine para adultos Veronica Hart.

Rick D. Wasseman interpretando a Harry Reems en ‘Swingtown’.

Swington (USA, 2008, 1 temporada): Clausurada después de una sola temporada, ‘Swingtown’ es el típico ejemplo de serie emitida en la cadena equivocada. Para la generalista CBS, la historia de un matrimonio conservador de mediados de los 70 que conoce el intercambio de parejas gracias a sus vecinos liberales fue excesiva para su audiencia. En uno de sus episodios, los vecinos organizan una fiesta en homenaje al actor porno Harry Reems para recaudar fondos con los que pagar su defensa legal ante las denuncias judiciales a las que hubo de hacer frente por su participación en ‘Garganta profunda’.

Hung (USA, 2009-2011, 3 temporadas): Una serie en torno al tamaño de un pene. Tras su divorcio, un oscuro profesor de gimnasia de los suburbios de Detroit es empujado por una amiga suya a vivir del tamaño de su descomunal pene, principalmente como gigoló. Aparte de que ‘Hung’ juega durante sus 30 episodios con el tema de si el tamaño importa, sobre ella planea la sombra del porno, una profesión que su protagonista se plantea ejercer para sacarle más provecho al prodigio natural que tiene entre las piernas.

Magnifica 70 (Brasil, 2015-2018, 3 temporadas): En plena dictadura militar, en la época de las pornochanchadas, un aburrido censor cinematográfico entra en contacto con una productora de porno y se convierte en director de películas X. Este es el marciano argumento de esta serie con aroma a folletón suramericano pero con grandes escenas sexuales, una trama divertida y un importante trasfondo de crítica contra la dictadura y a favor de la libertad de expresión. Producida por la HBO, con estrellas brasileñas que enseñan cacho y una gran dosis de morbo.

Magnifica 70.

Ley y Orden U.V.E. (USA, 1999-en emisión, 18 temporadas): Serie policiaca de manual que tiene la característica de tratar casos relacionados con la violencia sexual, lo que abrió la puerta al porno en algunos episodios. El más significativo es el quinto de la decimosexta temporada, que cuenta la violación de una actriz porno que acude engañada a un cásting y que sirve para reflexionar sobre la condición de estrella del cine X de su protagonista.

Submission (USA, 2016, 1 temporada): Concebida como miniserie de seis episodios y surgida al calor del éxito de ’50 sombras de Grey’, ‘Submission’ cuenta la historia de una joven con una vida sexual insatisfecha que conoce los placeres del BDSM al leer una novela erótica. No pasaría de ser una serie oportunista si no fuera una creación de Jacky St. James, laureada realizadora de porno chic, quien también dirige todos los episodios. Para ser más golosa, la serie cuenta en su reparto con varias actrices X: Skin Diamond, Sara Luvv o Vicki Chase.

Californication (USA, 2007-2014, 7 temporadas): Un adicto al sexo que quiere portarse bien pero siempre acaba metiendo la pata. De eso va esta serie protagonizada por el famoso Mulder de ‘Expediente X’. Las andanzas sexuales de Hank Moody (David Duchovny) se prolongaron durante siete años, si bien las dos primeras temporadas de esta serie atrevida y llena de sexo son, con diferencia, las mejores. En el segundo episodio de la primera, Moody se liga a una chica que resulta ser una actriz porno. La interpreta Brooke Banner, estrella del triple X en activo desde 2002 y que sigue en la industria para adultos en escenas reservadas a MILF’s.

I Love Dick.

I Love Dick (USA, 2016, 1 temporada): Una de las series del año, que adapta el libro homónimo de Chris Kraus, que tiene sexo a espuertas, que está realizada con estética hipster y que, sin embargo, habla de los problemas de un grupo de cuarentones y cincuentones. El porno planea por los seis episodios hasta ahora emitidos de las más extrañas maneras. En uno, se incluye en el metraje una de las performances de Annie Sprinkle, concretamente esa que invitaba a los espectadores a que inspeccionaran su vagina con un espéculo ginecológico; en otro, una de las protagonistas confiesa a cámara que ha escrito una tesis sobre el porno e incluso nos explica, con todo lujo de detalles, en qué consiste el ‘gaping’.

Hot Girls Wanted: Turn On (USA, 2017, 1 temporada): Producida por la actriz Rashida Jones, la miniserie recoge el testigo del documental ‘Hot Girls Wanted’, estrenado por Netflix el año pasado, y que ofrecía una visión desencantada (y moralista) del mundo del porno a través de los testimonios de varias chicas llegadas de toda América a Miami para dedicarse al triple X. Consta de seis episodios y lo cierto es que, con el material con el que cuenta, es un desperdicio de buenas historias servidas para reformular la tesis de que el porno es muy malo y engaña a las jovencitas inocentes para destrozarles la vida.

Veronica bajo tierra

El final de la serie ‘A dos metros bajo tierra’, estructurada en cinco temporadas, es una de las piezas cinematográficas más perfectas que se han realizado nunca para la televisión. Claire Fischer (Lauren Ambrose) conduce su coche por las carreteras americanas mientras, a modo de flash-forward, pasa por su mente el futuro de cada uno de los protagonistas de la serie: la muerte. En una obra como la de Allan Ball, en la que la muerte está presente en todos los capítulos, el final nos recuerda, de manera sublime, que todos acabaremos a dos metros bajo tierra.

Pero la magnífica serie de Allan Ball tiene un componente que la hace completamente diferente al resto de las emisiones televisivas, en un momento en el que vivimos la edad de oro de las series para televisión. Ese componente es el sexo. Los personajes se mueven por impulsos sexuales, esquivan la muerte haciendo el amor y, siguiendo a Woody Allen, tienen a ambos como motores vitales. ‘A dos metros bajo tierra’ incluye, asimismo, las relaciones homosexuales como parte de su trama. No en vano, el mediano de la familia Fischer es gay, vive en pareja y, en la última temporada de la serie, adopta dos niños en compañía de su compañero sentimental.

En el capítulo 5 de la primera temporada, ‘A dos metros bajo tierra’ rinde tributo al mundo del porno. Pero no lo hace de manera soez o burlona, como suele suceder en los programas de televisión que vemos habitualmente, sino de forma elegante. Jean Louis McArthur, más conocida como Viveca St. John, muere electrocutada en la bañera de su casa cuando su gato tropieza con un aparato de radio. En todo el episodio, la presencia de la antigua estrella del porno se hace evidente para quienes han de embalsamar su cuerpo, mientras que el funeral se convierte en el sentido homenaje a una persona que hizo con su vida lo que le apetecía y, además, defendió la libertad de expresión.

Freddy Rodriguez y Veronica Hart en ‘Six feet under’ (2001-2005).

El papel de Viveca St. John lo interpreta en la serie la exactriz, productora y directora Veronica Hart, uno de los nombres capitales en la historia del porno norteamericano. Con una breve pero notable carrera como actriz, que sólo se prolongó durante cuatro años, Hart representó el eslabón perdido en el porno americano, es decir, aquel tipo de intérpretes que eran, en primer lugar, actores y, después, sabían follar delante de las cámaras. Sus papeles en películas como Amanda de noche o El espejo de Pandora así lo atestiguan. Mas la trayectoria profesional de Veronica Hart no se acabó cuando dejó de actuar delante de las cámaras. Como productora, fue la descubridora de Michael Ninn, en películas como Sex o Latex, y como directora recuperó para el cine X a dos viejas glorias del porno clásico, Marilyn Chambers y Ginger Lynn.

A Hart, una mujer inteligente y comprometida con la profesión que le dio fama y dinero, se le atribuye la frase más genial que he leído jamás sobre el porno: “La diferencia entre el negocio del porno y el del cine convencional es que en el porno no tienes que follarte a nadie para conseguir un trabajo”. La declaración de principios, casi una máxima filosófica, de toda una señora del cine X. Como la retrata ‘A dos metros bajo tierra’ en el capítulo que habla del porno como una disciplina más. Como siempre la consideró Veronica Hart.

La niña que engañó al porno USA

Una extraña mezcla de ingenuidad y perversidad convirtieron a Traci Lords en la actriz favorita de millones de aficionados en todo el mundo. Su trascendencia en la historia del porno viene marcada por dos hechos: fue, junto a Ginger Lynn, la primera gran estrella mediática de la industria del cine X norteamericano, y su polémica retirada supuso un antes y un después en el devenir del triple X en los Estados Unidos.

Nacida en Steubenville (Ohio) el 7 de mayo de 1968 como Nora Louise Kuzman, Traci se trasladó a Los Ángeles con 14 años después de padecer una infancia difícil. Gracias a su desarrollado aspecto físico, engañó al productor Jim South mostrándole un permiso de conducir y un certificado de nacimiento en los que constaba que tenía 20 años para solicitar trabajo como actriz porno. En realidad, sólo tenía 15 años, aunque su cuerpo fuera el de una joven veinteañera. De cobrar 200 dólares por día de rodaje Traci Lords pasó, en dos intensos años, a fundar su propia productora y ser considerada por el público como la nueva reina del cine X en dura competencia con Ginger Lynn.

Lo hizo con la ambición de ser la única figura del porno americano, la actriz que más dinero ganaba en sus películas y la dueña de su propio destino. Quizá por eso nunca fue una mujer demasiado bien vista entre sus compañeros de profesión, que la consideraban una persona egoísta y altanera, poco amiga de relacionarse con los demás. Aun así, quienes trabajaron con ella afirman que era una mujer voraz sexualmente y que ni su comportamiento ni su experiencia en temas sexuales aventuraban que no era mayor de edad en los años en los que trabajó en la industria de cine para adultos. El 11 de junio de 1986, agentes del FBI detuvieron a Traci Lords, acusada de haber intervenido en 77 películas siendo menor de edad. En realidad, el único filme protagonizado por Lords en la legalidad, es decir, con más de 18 años, fue “Traci I Love You”, una cinta producida por ella misma y rodada en Europa que se convirtió en un extraordinario éxito de ventas a raíz del escándalo. A partir de aquella actuación policial, las tiendas de vídeos retiraron todas las películas de Lords en cuestión de horas y los distribuidores destruyeron cintas valoradas en varios millones de dólares. De hecho, el único vídeo que se distribuye en EEUU en la actualidad de la carrera de Lords como actriz porno es “Traci I Love You”.

Traci Lords en ‘Traci, I Love You’ (Jean Charles, 1986).

El escándalo salpicó a todos los estamentos de la industria y Traci abandonó el porno por la puerta trasera, después de dejar tras de sí un reguero de acusaciones que salpicaron a todos los que habían trabajado con ella. Probó fortuna en el cine convencional y, pese a no llegar a ser una estrella, puede afirmarse que es una de las pornostars con mejor filmografía no X. Fue protagonista en algunas películas de terror de serie B (‘Vampiro del espacio’, de Jim Wynorski, ‘Demasiado peligrosa’, de Charles T. Kanganis), trabajó a las órdenes del inclasificable John Waters en ‘Cry, Baby’ y ‘Los asesinatos de mamá’, y llegó a participar en episodios de famosas series de televisión como ‘Melrose Place’, ‘Roseanne’, ‘Will & Grace’ o ‘Matrimonio con hijos’. Curiosamente, más de 20 años después de renegar del porno, formó parte del reparto de ‘¿Hacemos una porno?’, de Kevin Smith, donde interpreta a una actriz de cine X de forma autoparódica. Una parodia que, en realidad, tiene poca gracia, ya que la conducta de Traci Lords sirvió para que la administración norteamericana iniciara una devastadora persecución contra el porno que, a largo plazo, ha tenido funestas consecuencias sobre la industria.