Los retos de Samia Duarte

En la escena final de ‘Nymphomaniac’, el personaje de Seligman, tras escuchar durante horas las venturas y desventuras del vicio desbocado de Joe, entra en su habitación a mitad noche con la intención de follársela. “Venga, si lo has hecho con miles de hombres”, implora patéticamente ante la negativa de la chica. La escena reproduce, con frialdad escandinava, uno de los equívocos más comunes entre los aficionados al porno: el que da por supuesto que una actriz X está dispuesta a practicar el sexo en cualquier momento y con cualquier persona. “Me molesta muchísimo, pero desgraciadamente sucede”, nos confirma Samia. “Por ejemplo, en discotecas. Se te acerca un tío, habla un rato contigo y te propone ir a follar solo porque eres actriz porno, dándolo por seguro. Pero que yo trabaje en esto no significa que sea ninfómana ni que me vaya a tirar al primero que pase”.

Samia Duarte se considera una profesional del porno, en el que trabaja desde hace cuatro años, pero, precisamente por eso, huye de todos los tópicos que acompañan a las mujeres que se ganan la vida alegrando la vista de sus fans con sexo. Una cosa es su trabajo y otra, muy distinta, su vida privada. Para diferenciar esas dos caras, ha acudido a la entrevista con un aspecto muy alejado del glamur que requiere su profesión: chándal gris con capucha hiphopera, zapatillas de deporte, pelo recogido y ni rastro de maquillaje matinal. Una imagen opuesta a la diosa de belleza carnal que podemos ver en sus vídeos, un rasgo más de la personalidad de esta mujer que es, a la vez, una chica hiperactiva que no sabe vivir sin hacer nada y una actriz porno que afronta su trabajo con una profesionalidad encomiable.

Da la impresión de que eres una actriz porno vocacional, que lo tenías muy claro desde el principio… No te creas. Yo no veía porno en mi adolescencia. Ni siquiera me hacía pajas. A los 22 años, llevaba una vida de lo más convencional. Trabajaba en un hotel y tenía 40 personas a mi cargo en un restaurante al que acudían a comer unas 500 personas cada día.

¿Y qué ocurrió para que llegaras al porno? Pues que reventé. Me podía el estrés, tenía demasiadas responsabilidades para mi edad. Trabajaba seis días a la semana, sin descanso. No tenía ni tiempo para gastarme lo que ganaba, así que decidí cambiar de trabajo, me puse a estudiar y salió lo del porno.

No entiendo nada. ¿Estabas estudiando y te propusieron hacer porno? ¿Dónde estudiabas? No, hombre. Yo tenía un novio que quería hacer porno y lo estuve acompañando a cástings y a sesiones de fotos. Yo era una especie de groupie del porno y conocía a alguna actriz. El caso es que un día me llamaron de una productora, Kemaco, y me preguntaron si quería probar. Les dije que me dieran dos semanas para pensármelo y, al final, acabé aceptando.

¿Por dinero? ¿Por exhibicionismo? Por ninguna de las dos cosas. Yo era de las que no se desnudan ni en la playa, porque me daba vergüenza que me vieran. Y dinero, tenía suficiente como para seguir estudiando. Lo hice para cambiar de vida, para vivir nuevas experiencias y conocer gente nueva.

¿Y qué te encontraste en aquel porno español de comienzos del 2010? Pues mucho glamur, la verdad. Yo veía a las chicas y todas iban estupendas, bien maquilladas, con zapatos bonitos y un look perfecto. A mí me sirvió de mucho, porque, desde el principio, quise parecerme a ellas.

Samia Duarte posa para ‘Primera Línea’ (Fotos: Xavi Smoke).

¿Tenías vocación de actriz ‘convencional’ cuando empezaste? Más que de actriz, de payaso. Para mí, el trabajo de actriz siempre fue un pozo sin fondo, algo que te puede salir bien o salir mal. Y esa incertidumbre no me gusta, prefiero las cosas seguras.

Cuatro meses después de su debut en el porno, la vida de Samia experimentó un curioso giro, atípico para una profesional novel. Comenzó a ejercer de fotógrafa y camarógrafa, además de actriz, en los rodajes, siempre tutelada por Thierry, el responsable de Kemaco. Una nueva perspectiva profesional.

¿Cómo te ves ahora en aquellas escenas que rodaste cuando empezabas? Fatal. Me da vergüenza verlas. Ahora me puedo considerar una profesional, pero entonces era un pato mareado. Aquellas escenas triunfaron por el morbo de ver a una chica nueva, pero no porque yo supiera hacer las cosas bien.

Eso significa que eres muy crítica contigo misma… Sí. Me pasé un año practicando caras delante del espejo de mi casa, aprendiendo a posar. Soy mucho de fijarme en quién lo hace bien y practicar en casa para mejorar.

Y una perfeccionista… Es que me da mucha vergüenza hacer las cosas mal. Y tengo muy claro que no puedes meterte en el porno y tomártelo a cachondeo, porque queda para el resto de tu vida. Aunque no te des cuenta, el porno deja rastro, en internet, en la memoria de la gente, donde sea. Si no asumes eso, no lo aprovechas y no sacas lo mejor de ello, estás perdiendo el tiempo.

¿Y qué significa ser profesional para ti? Cuidarte, preocuparte por tu imagen, estar siempre estupenda. Hay muchas chicas en el porno español que acuden a los rodajes con el pelo sucio o borrachas o con las uñas comidas de tanto mordérselas. Esto, en muchos países, significa que no trabajas, pero aquí no. Aquí, en un rodaje, lo raro es no ver a alguien fumada, o sucia o bebida. Falta que la gente se tome un poco más en serio que su cuerpo es su instrumento de trabajo.

¿La culpa, entonces, es de las chicas? Es cierto que muchas chicas no tienen expectativas profesionales. Van a follar a los rodajes y sacar dinero rápido. Pero la culpa no es solo de ellas, porque no se puede hacer porno de calidad con una modelo que no vale. Eso no es ni porno amateur.

Te veo muy crítica con tus compañeras. Es que el porno ha cambiado mucho en los últimos cuatro años, mucho más de lo que te crees. Entonces, yo empezaba porque veía una posibilidad de futuro; ahora solo quieren ganar dinero y follar. Si llegas, haces cualquier cosa por cuatro duros y desapareces, no eres nadie, eres como un pañuelo de papel. Fíjate que ha habido chicas que han durado tres meses o menos y han salido del porno llevándose ¿5.000 euros? ¿Por 5.000 euros has marcado tu vida para siempre?

Hace año y medio, Samia Duarte comenzó a trabajar en Budapest para las principales compañías europeas y norteamericanas (DDF, Evil Angel, Rocco Siffredi Productions, Reality Kings, Black & Blue) y a las órdenes de algunos de los mejores directores. Sus viajes a la capital húngara le han hecho ver otra realidad, otro porno del que habla con entusiasmo.

¿Cómo es la experiencia de trabajar en la que ahora mismo es la meca del porno europeo? Para mí, fue como volver a empezar de cero. Alucinas con cómo trabajan, cómo posan las chicas, el tiempo que se tiran para rodar una secuencia. Allí llegas, te maquillan, te visten guapa, te corrigen si cometes errores, cortan si no lo ven bien y te exigen al máximo. Yo no conocía esa forma de trabajar, un porno en el que está todo preparado para buscar la perfección.

Qué contraste, ¿no? Sí, allí me di cuenta de que este trabajo se lo toman como una profesión, no como el simple folleteo. Te pagan mejor, te tratan mejor y el resultado que ves en pantalla es magnífico.

¿Cómo fue tu trabajo para Mario Salieri, toda una leyenda del porno? Muy contradictorio, porque fue muy duro pero muy profesional. Me tocó trabajar con un actor mayor, bastante baboso y asqueroso [Istvan Milosevic] y nos pasamos casi todo el día para rodar la parte de comedia de la película. Pero me trataron muy bien, y noté un enorme respeto hacia mí y hacia todos los que actuábamos.

El siguiente paso en tu carrera va hacia América, el centro del porno… Efectivamente. Cara al verano me iré a Los Ángeles a trabajar, ya que mi agencia de Budapest me lo ha ofrecido y es algo que no puedo rechazar.

Ya sabes que el porno americano tiene muchas caras. ¿Tienes miedo de encontrarte en situaciones incómodas? No, porque no haré nada que no quiera hacer. Que sea muy fuerte o muy extremo no me importa demasiado si es algo que quiero hacer porque me interesa, ya sea por cuestión personal o por un tema de currículum.

¿Va a cambiar algo Samia Duarte en el porno USA? No, mi idea es ir allí y seguir siendo yo misma, pero es evidente que las posibilidades de darte a conocer que te da el porno yanqui no te las da el español.

Hasta ese instante, la conversación con Samia ha tenido, como testigo casi involuntario, a su pareja que, discretamente situado en otra mesa, ha estado más o menos pendiente del diálogo. Pero ahora el chico de Samia se ha marchado y podemos entrar en temas más personales, un reto que la actriz asume sin pestañear.

¿Te imaginas a ti misma dentro de, digamos, 25 años? Sí, claro. Me veo llena de bótox y silicona.

Pues sería un gran cambio porque precisamente tú no has recurrido a la cirugía aún para mejorar tu imagen. Es que ahora, con 26 años, no me hace falta operarme. Con un poco de spinning todos los días me basta. Me siento cómoda con mi cuerpo, me veo divina de la muerte y creo que no me hace falta ni silicona ni bótox para estar bonita. Me encanta mi perfil natural.

Pero das por supuesto que dentro de unos años tendrás que pasar por el taller… Sí [risas], con 45 o 50 años o me lleno de silicona o hago un pacto con el diablo.

¿Y a nivel profesional? ¿Te ves en el porno o haciendo otras cosas? En el porno, por supuesto. A mí me gusta mucho este mundo. No el dinero o follar en sí, sino los rodajes, la gente, la posibilidad de crear. No me quiero ir del porno nunca. Me encantaría dirigir, por ejemplo.

A lo largo de esta entrevista me has hablado de algún novio que tuviste en el pasado. Ahora que se ha ido tu novio actual, dime la verdad: ¿es difícil mantener una relación sólida cuando te dedicas a esto? Te voy a contar un secreto que nadie sabe. A finales de 2010, cuando llevaba unos meses en el porno, me puse a vivir con un novio que no tenía nada que ver con este mundo. Siempre lo mantuve al margen. Él era mecánico y aceptaba mi trabajo, ponía mucho de su parte, aunque con gran esfuerzo. Venía de una familia muy católica y yo me cargué su concepto de vida.

¿Y después de él? Es muy complicado. La mayoría de la gente cree que, cuando vas a un rodaje, no te vas a trabajar, te vas a follar. Y eso les da una excusa para ponerte los cuernos con cualquiera.

Explica bien eso. Es difícil de entender la diferencia, porque todo es follar. No, no es lo mismo follarte a una persona porque te gusta, porque quieres tocarla y disfrutar del sexo con ella, que irte a trabajar con alguien que no sabes quién es, ni te importa, que ni lo miras a la cara y al que no haces caso, porque te limitas a seguir las instrucciones del que está dirigiendo la escena. Tu mente no está en la persona con la que estás follando, sino en hacer bien tu trabajo, no disfrutas del sexo. Y a esa persona le pasa lo mismo: va a hacer cuatro o cinco posturas de sexo que salgan bien en cámara.

Eso quiere decir que no te importa con quién trabajas… A mí me da igual que sea un hombre, una mujer o un consolador. Lo que tenga que follarme en un rodaje es parte de mi trabajo y solo agradezco que trabaje bien. A veces no sé ni cómo se llaman y, de hecho, yo no tengo relación de amistad con nadie del porno.

Hombre, algún amigo sí que tienes… Pero son relaciones circunstanciales. Es gente a la que veo de vez en cuando pero no los puedo considerar verdaderos amigos. Yo, cuando salgo de mi trabajo, quiero desconectar, no seguir viendo o hablando de porno.

¿Temes una sobredosis de porno? Ya me pasó hace tiempo. Llegaba a casa después de estar trabajando todo el día en cosas relacionadas con el porno y no tenía ningunas ganas de follar, no tenía orgasmos. En exceso, el sexo satura.

Es que tú tienes pinta de ser una adicta al trabajo. Tienes toda la razón. Siempre lo he sido y no puedo evitarlo. Soy una persona que no puede estar quieta, no puedo estar parada diez minutos, ni siquiera en mi casa. Necesito trabajar, hacer cosas productivas y, si puedo aprender algo, mejor.

¿Eres consciente de que esta entrevista ha roto con tu imagen de mujer atrevida e insaciable en el sexo? Bueno, es que yo soy más juguetona y traviesa que todo eso que dices. Yo perdí la virginidad a los 17 años, medio año después conocí a mi primer novio y me pasé cuatro años con él. No soy una chica con gran experiencia sexual. No te voy a decir que me he follado a 200.000 hombres. Que me he hecho 200.000 pajas, sí, pero nunca he sido de irme con cualquiera a la cama. De hecho, mis amigas dicen que soy una estrecha.

Pues no lo demuestras en las escenas… Es que yo soy una profesional y quiero ser la mejor. Lucho por ello, pues mantener la fama cuesta mucho. Yo estoy a mitad de esa escalera de la fama y me ha costado mucho llegar y mantenerme.

La conversación llega a su fin. Antes, abrumado por su intenso discurso y su carácter hiperactivo, le pregunto a Samia si tiene alguna fórmula para relajarse en esa vorágine de trabajos y actividades cotidianas. “La música de Barry White”, me contesta, antes de despedirse para ir al gimnasio, vestida para pasar desapercibida por las calles.

Publicado en Primera Línea en marzo de 2014. Puedes descargar el original aquí:

Deja un comentario