Constat d’adultère

Con el esquema de producción clásico de la pareja Ricaud-Dorcel, los grandes responsables de la resurrección del porno francés, “Constat d’adultere” nos transporta a una ciudad de provincias donde el engaño conyugal será sometido al juicio supremo.

Constat d’adultère. Francia. 1992.

Actores: Carolyn Monroe, Rocco Siffredi, Beatrice Valle, Philippe Soine, Pierre Didot, Capucine Laroche, Chriquette Lamy, Michel Bulgary, Patrice Cabanel, Alain L’Yle, Sheila Deroma, Yannick Eivin.

Producción: Marc Dorcel.

Dirección: Michel Ricaud.

El encuentro entre Marc Dorcel y Michel Ricaud, acaecido en 1988, trajo la bonanza al cine X francés, anquilosado en una producción decadente desde que, a mediados de los 70, la administración gala promulgó una ley restrictiva para el desarrollo de un género que había tenido sus momentos de gloria con la legalización. Ricaud y Dorcel salvaron de las catacumbas al porno francés gracias a un sistema de producción en el primaba la buena fotografía, la exquisitez de la ambientación y un sentido muy peculiar del erotismo, todo ello en soporte de vídeo.

Tras realizar algunas de las grandes obras del cine X europeo de finales de los 80, Michel Ricaud escribió en 1992 un filme sobre el adulterio como una vuelta de tuerca más en su particular visión de las relaciones eróticas. La historia de un pequeño pueblo francés donde el adulterio florece por todos los rincones y sus posteriores consecuencias sirvió a la pareja formada por Dorcel y Ricaud para componer uno de sus filmes más sobresalientes, en los que la espléndida factura con la que está rodado se complementa con un plantel de actores inigualable.

Al frente de ese reparto se encontraba Rocco Siffredi, convertido ya en el más importante actor porno del mundo gracias a su penetración en el mercado americano, en el que ya había triunfado con películas como “Camaleones del amor”, de John Leslie, o “Culitos amorosos”, de John Stagliano. Junto a él, la norteamericana Carolyn Monroe interpreta uno de los mejores papeles de su carrera y, sin duda, el más brillante de su larga estancia en Europa. Como tercera en discordia, la figura de Beatrice Valle, una de las más generosas actrices del porno francés, establece un contrapunto ideal para esta historia de pasiones desatadas y juegos prohibidos que consagró a Michel Ricaud como el gran paradigma del porno europeo y un modelo a imitar para las sucesivas generaciones de directores.

MICHEL RICAUD

Entre 1988 y 1993, Michel Ricaud fue el verdadero resucitador del porno francés, con la inestimable colaboración de Marc Dorcel como productor, el estandarte de un tipo de cine X que crearía escuela en el tránsito entre los 80 y los 90. Películas como “La educación de Anna”, “Les putes de l’autoroute”, “La mujer de negro” o “Constat d’adultère” son clásicos del género surgidos de la imaginación desbordante de uno de los grandes genios del porno europeo. En 1992, comenzó a colaborar con la productora Private y, un año después, el 28 de junio de 1993, su carrera y su vida se truncaron violentamente cuando una ola se lo llevó durante el rodaje de un filme para Private en las islas Seychelles.

CAROLYN MONROE

Candice Walker (Meldora, Indiana, 1968) fue la más popular de su instituto, donde aprendió a bailar y a dibujar con cierto arte, y estudió contabilidad en la Universidad de su estado natal antes de debutar, en 1991, en el porno en una de las entregas de la serie “Dirty Debutantes” dirigida por Ed Powers. En ese filme, aparecía en los créditos con el seudónimo de Candice Heart, que pronto cambió por el de Carolyn Monroe debido a su ligero parecido con la actriz Marilyn Monroe. En 1994, se trasladó a Italia al contraer matrimonio con un rico empresario transalpino. Antes, Monroe ya había sido una de las primeras actrices norteamericanas que habían cruzado el Atlántico para trabajar en Europa, a las órdenes de Mario Salieri o Michel Ricaud. Establecida en Italia desde hace más de una década, Carolyn Monroe se retiró de la interpretación a finales de la década de los 90 para producir y dirigir sus propias películas y para actuar como bailarina en espectáculos eróticos.

Publicado en Interviu en mayo de 2006.

Fantasías imposibles en París

La primera película en la historia del porno producida por un canal de televisión no especializado la dirigió Yannick Perrin como homenaje al vigésimo aniversario de Canal + Francia y es un tributo al cine comercial y a la industria del porno francés de la actualidad.

Le plaisir à 20 ans. Francia. 2004.

Actores: Katsumi, Francesco Malcom, Francis Mischkind, Nomi, Sebastian Barrio, Rodolph Antrim, Nina Roberts, Phil Hollyday, Tiffany Hopkins, Joachim Kessef, Ovidie, Adeline Lange, Delfynn Delage, Tony Carrera, H.P.G., Ian Scott, Adrianna Laurenti, Richard Langin, Axelle Mugler, Anastasia Kas, Philipe Duroc, William, Katia de Val.

Producción: Francis Mischkind.

Dirección: Yannick Perrin.

En 2004, la cadena de televisión de pago francesa Canal + cumplió veinte años. Para celebrarlo, el principal canal europeo encriptado preparó una serie de actos en los que se recordarían los dos decenios de actividad de la cadena. Y no se olvidó del porno. Para ello, en una iniciativa inaudita, Canal + encargó al productor Francis Mischkind la realización de una película que conmemorara el aniversario.

Y Mischkind, que se ha caracterizado por ser uno de los productores más inteligentes del porno europeo, se puso a trabajar en un proyecto que sirviera a la vez como tributo al porno francés contemporáneo y homenaje a la cadena. Con guión del veterano Michel Barny y dirección de Yannick Perrin surgió “Fantasías imposibles en París”, un filme sobre el proceso de creación de una película X que se estrenaría oficialmente el 4 de noviembre de 2004, el día del 20 cumpleaños de Canal +.

“Fantasías imposibles en París” se rodó durante 13 días (un plazo de tiempo inusual para una película X) en la capital francesa. En ella intervienen 20 actores y actrices, que representan a la flor y nata de la interpretación en el porno francés contemporáneo, y, en pequeños papeles sin escenas de sexo, aparecen algunas caras conocidas del canal de pago galo. Pero, más que estos datos anecdóticos, “Fantasías imposibles en París” es un completo homenaje al cine con mayúsculas a través de 14 escenas de sexo que homenajean a otras tantas películas de cine comercial, desde “Nueve semanas y media” hasta “Pulp Fiction”, y que incluso se permite parodiar películas de culto como “El proyecto de la bruja de Blair” o “Cómo ser John Malkovich”. El resultado es uno de los filmes más sobresalientes que se han filmado en Europa en los últimos 20 años, precisamente el periodo de tiempo al que rinde tributo la película.

KATSUMI

En enero de 2006, Katsumi (Lyon, 1979), hija de padre francés y madre vietnamita, recibió el Premio a la Mejor Actriz Extranjera en los AVN Awards de Las Vegas. Unos meses antes, había ganado el mismo galardón en el Festival de Cine Erótico de Barcelona por su portentosa participación en “Las intimidades de Rocco en Barcelona”. Esta francesa de ojos rasgados que antes de convertirse en una de las grandes estrellas del porno europeo, estudió literatura y soñaba con ser profesora, se convirtió en actriz porno pese a que, hasta los 19 años, no había tenido experiencias sexuales. Desde 2001 trabaja en el cine X y ha rodado con la mayoría de los grandes directores europeos (Salieri, Payet, Perrin, Adamo, Bosch) además de haber viajado a los Estados Unidos a participar en producciones en aquel país y ser una de las principales protagonistas del “star system” europeo.

YANNICK PERRIN

A finales de la década de los 90, un realizador con el ridículo seudónimo de Stan Lubrick se convirtió en uno de los referentes del porno francés al demostrar, pese a trabajar con presupuestos bajísimos, una extraordinaria capacidad para optimizar sus recursos y filmar películas de calidad. En 2003, cuando Fred Coppula, la imagen de marca de la productora Blue One, dejó la compañía para fundar su propia empresa, su propietario, Francis Mischkind, confió en Stan Lubrick para que siguiera la línea que había trazado Coppula. Lubrick cambió su nombre por el de Yannick Perrin, con el que se ha erigido como el más firme valor del porno galo en la actualidad en sólo tres años de trabajo para la mítica productora de Mischkind.

SINOPSIS ARGUMENTAL

Un director de cine X, un productor y su secretaria debaten sobre la realización de una película porno que refleje el placer a los 20 años. “Fantasías imposibles en París”, que supuso un hito en el cine X mundial al ser la primera película producida por un canal de televisión convencional, Canal + Francia, es un brillante homenaje al cine convencional y a la industria porno francesa contemporánea.

Publicado en Interviu en enero de 2007.

La princesa y la puta

Una inmersión en el intercambio de personalidades de dos mujeres proporcionó a Marc Dorcel la coartada perfecta para aproximarse a un universo sadiano en el que caben el sexo sofisticado, los fantasmas, el fetichsmo y las situaciones morbosas.

La princesse et la pute. Francia. 1996.

Actores: Laure Sinclair, Coralie, Olivia del Rio, Roxanne Hall, Christophe Clark, Philippe Soine, Elodie Chérie, Maeva, Tanya Larivière, David Perry, Eva Bond, Roberto Malone, Richard Langin, Mike Foster, Philippe Dean.

Producción: Marc Dorcel.

Dirección: Marc Dorcel.

Cinco películas de calidad y el reconocimiento por parte de la crítica habían convertido a Marc Dorcel, en 1996, en uno de las vacas sagradas del cine X europeo. Con un estilo cinematográfico que añadía sofisticación visual a la estética que él mismo había creado, en compañía de Michel Ricaud, para reflotar el porno francés, Dorcel era ya un director indispensable en el panorama del hard continental y un productor con un amplio bagaje profesional a sus espaldas.

‘La princesa y la puta’ insiste en la preocupación de su director por pergeñar un cine X de estética burguesa y con ciertos toques intelectuales. Con un presupuesto de 700.000 francos (unos 18 millones de pesetas), muy superior a las cifras que habitualmente se mueven en Europa para rodar un vídeo porno, Dorcel acometió el proyecto rodeado de su equipo habitual de colaboradores: el guionista Michel Barny, el director de fotografía Serge de Beaurivage y su actor-fetiche Christophe Clark encabezando un equipo compuesto por 15 personas. Un castillo de la región parisiense y sus alrededores sirvió como escenario para los cinco días de rodaje de la cinta.

La trama del filme es tan antigua como la propia Humanidad. Desligar del entorno en el que han crecido a dos personajes para trasladarlos a ambientes completamente contrapuestos era uno de los recursos más utilizados por el teatro español del Siglo de Oro cuando los caracteres de una obra perseguían trabajos de amor perdidos. El cine ha incidido también en el tema, pero el antecedente más próximo a su argumento lo encontramos en la comedia de John Landis ‘Entre pillos anda el juego’. Allí, dos millonarios apuestan un dólar para comprobar si es posible intercambiar los roles de un «broker» neoyorquino y un mendigo hasta que la treta se vuelve contra ellos.

En ‘La princesa y la puta’ el intercambio de papeles tiene un matiz sexual, como no podía ser menos. Los potentados que apuestan ridículamente para extraer a un princesa del ambiente distinguido en el que se mueve con la intención de convertirla en una prostituta de lujo albergan, en el fondo, una intención sádica del sufrimiento, una de las constantes del cine de Dorcel, basado en el desamparo. Pero hay tantos apuntes sadianos en la integración de la princesa en el mundo del sexo como en la transposición de una prostituta ninfómana a los grandes salones de la nobleza. Como en otros filmes del director francés (‘El perfume de Mathilde’, ‘La ruée vers Laure’, ‘La emperatriz del vicio’), la película nos enseña, por una parte, el proceso de aprendizaje tan recurrente en la tradición erótica francesa y, por otra, las dos caras de la sexualidad femenina, revertidas en una sola imagen.

Al igual que la mayoría de las películas dirigidas por Marc Dorcel, ‘La princesa y la puta’ acaparó la gran mayoría de galardones en los Hot d’or que se celebran en Cannes. El conocimiento del público francés, con el que la cinta funcionó espléndidamente, convierten a Dorcel en un habitual de estos premios, independientemente de sus muchos méritos artísticos. Mejor director, mejor actriz (Coralie), mejor guión, mejor starlette (Laure Sinclair) y mejor película del año son los méritos que acumuló, en la edición de 1996, este filme de Dorcel, que se cuenta entre los más notables de su realizador.

OLIVIA DEL RIO, LA PERLA DE BRASIL

Nacida en Rio Casca (Brasil), en 1969, de una familia de 16 hermanos, Olivia del Rio es la actriz de origen brasileño más importante de la historia del cine X. Comenzó su carrera en Francia, donde después de debutar a las órdenes de Patrick Cabanel logró cierto prestigio como secundaria en cuatro películas de Marc Dorcel (entre ellas, ‘El deseo en la piel’ y ‘La princesa y la puta’). Su exótica belleza la haría popular en la industria europea, llegando a participar en filmes en Italia y España (‘Torero’). En 1997 dio el salto al cine X norteamericano, en el que se ha destacado como una de las más rutilantes estrellas de la última generación. Desde entonces, compaginó rodajes en América y Europa (principalmente para la compañía Private) hasta que, a principios de 2000 se tomó un respiro para tener un hijo. A mediados del año siguiente volvió al porno.

SINOPSIS ARGUMENTAL

Como consecuencia de una estúpida apuesta, dos hombres de negocios, dueños del principado de Clito, idean intercambiar a Sofía, una dulce princesa, y Helga, una prostituta ninfómana considerada como la reina del sexo. Por dicho juego, Sofía se ve introducida en un burdel de lujo, donde se somete a los delirios sexuales de los clientes habituales. Por su parte, Helga, que no acaba de asimilar bien la «buena educación» que requiere su nueva posición, echa de menos la ausencia de hombres como los que estaba acostumbrada a tratar, aunque se siente atraída por la rigidez del protocolo que exige la vida principesca en el castillo en el que se encuentra confinada. Sin embargo, ambas será inducidas a coincidir.

Publicado en Interviu, dentro de la colección ‘Las mejores películas del cine X’, en diciembre de 2001.

Les putes de l’autoroute

El particular homenaje de Michel Ricaud al mundo de la prostitución es un amplio fresco sobre las fugaces relaciones que mantienen los camioneros con las mujeres que se buscan la vida en los arcenes en el que las perversiones sexuales y la perfección técnica se funden primorosamente.

Les putes de l’autoroute. Francia. 1991.

Actores: Tenessy, Tracey Adams, Sandrine van Herpe, Elodie, Alain Lyle, Rick Richard, Phillipe Soine, Yves Baillat, Claude Durand, Gilles Le Groc.

Producción: Marc Dorcel.

Dirección: Michel Ricaud.

En 1991, la pareja formada por Michel Ricaud y Marc Dorcel eran los reyes absolutos del cine X francés. Tres años antes, aquella sociedad que había nacido casi naturalmente -como si uno y otro se hubieran estado buscando para resucitar el porno galo- comenzaron a producir un tipo de películas en las que sabiamente se combinaba un cuidado diseño de producción con una buena dosis de sexo duro.

Ricaud tenía, desde antes de su elevación a los altares del X galo, una curiosa obsesión por el mundo de la prostitución femenina. Procedente de una familia acomodada de empresarios, Michel Ricaud abandonó sus estudios técnicos a los 20 años para ingresar en la academia de Bellas Artes en la rama de cinematografía. Siendo estudiante, montó un pequeño estudio fotográfico que le permitió entrar en contacto con el mundo del material gráfico clandestino. El siguiente paso, convertirse en editor de publicaciones eróticas, no fue sino un eslabón para dar el salto a la dirección cinematográfica. En 1972 debutaría como realizador de películas con ‘Sexe de sang’, un filme que sufrió numerosos problemas legales, y ocho años después daría el salto definitivo al porno. Hasta que en 1988 encontró al productor Marc Dorcel y ambos reanimaron el panorama del X francés.

En su larga carrera como director, Michel Ricaud había mostrado un enfermizo interés por la provocación. En uno de sus primeros filmes, ‘Et il voulut être une femme’, reproducía con formato de documental la operación de cambio de sexo de un transexual; en ‘La educación de Anna’ revisaba el tema de la dominación hasta llevarlo a sus últimos extremos; y en ‘Liasons coupables’ entraba de lleno en el tema del incesto. Pero en casi toda su obra se aprecia un intento de acercamiento al mundo de la prostitución femenina, bien a través de la historia de dos secretarias que se prostituyen por afición (‘Du boudoir au trottoir’), bien en la figura de mujeres burguesas que buscan el placer en agencias de modelos eróticas (‘Viol au téléphone’).

Por ello no es de extrañar que, a principios de los 90, Ricaud realizara su particular homenaje a la prostitución femenina en ‘Les putes de l’autoroute’. Para ello situó la acción en el escenario que mejor encuadra al sexo de pago: la carretera. Las protagonistas de su película son busconas de carretera que comercian con su cuerpo sin más escenografía que la que ofrecen los vehículos que transitan por el asfalto.

Lejos de pretender crear una atmósfera realista a la fugacidad de los encuentros de la ruta, Michel Ricaud utilizó filtros de colores para componer una fotografía barroca que recreara el ambiente prostibulario sin necesidad de mostrar ningún burdel. La elasticidad de los movimientos de cámara y la plasmación en escena de determinadas fantasías fetichistas (un cristal, un neumático o un mapa son elementos útiles para los contactos sexuales) completan un filme cuya factura visual y carga erótica supera en mucho a la mayoría de las producciones europeas de su tiempo.

Este tributo a las profesionales del amor (y de paso al gremio de transportistas) fue, sin embargo, una de las películas de Ricaud de menor presupuesto. Aún así, siendo uno de sus filmes baratos, es hoy en día considerado por la crítica y el público como una de sus obras cumbres. No tanto por su trama, liviana y minimalista, sino por su perfección técnica y su capacidad inventiva en aquellas escenas en las que el sexo ocupa el lugar protagonista.

ELODIE, LA EUROPEA MÁS LONGEVA

Pese a su tardía incorporación al mundo del porno (debutó a los 25 años tras presentarse a su primer casting), Elodie Cherie es considerada por el público galo como una leyenda del cine X. Nacida en Saint Etienne en 1966, esta morena de inocente mirada se puso por primera vez delante de las cámaras para interpretar a una de las prostitutas de ‘Les putes de l’autoroute’. Parecía destinada a ocupar un lugar secundario en el hard francés, pero su perseverancia le han hecho mantenerse en el mundo del cine X durante diez años, lo que la convierte en la actriz más longeva del porno europeo. Ha trabajado a las órdenes de todos los grandes directores galos, como Michel Ricaud (‘Délit de seduction’), Marc Dorcel (‘El perfume de Mathilde’, ‘El deseo en la piel’) o Alain Payet (‘Les visiteuses’) y llegó a formar parte del reparto de ‘Fóllame’, la polémica película convencional de Virginie Despentes y Coralie.

SINOPSIS ARGUMENTAL

Las carreteras francesas son lugares en los que puede ocurrir cualquier cosa. Miles de transportistas las atraviesa diariamente cumpliendo con su deber con sus potentes vehículos. En sus arcenes se apostan las prostitutas en busca de un fugaz intercambio de placer a cambio de algunos francos. Pero en esas transacciones económico-hedonistas hay siempre un resquicio para alimentar las fantasías sexuales de los esforzados reyes de la ruta. Una cabina telefónica, un viejo neumático abandonado o un mapa de carreteras desplegado en el que se han practicado tres estratégicos orificios son algunos de los ayudantes para el sexo al que se prestan solícitamente las otras trabajadoras de la carretera.

Publicado en Interviu, dentro de la colección ‘Las mejores películas del cine X’, en agosto de 2001.

Rêves de cuir

Después de más de diez años alejado de los platós del cine X, Francis Leroi volvió triunfalmente en 1991 con ‘Rêves de cuir’, una fantasía sadomasoquista que combinaba la estética visual del X-Chic norteamericano con la tradición del erotismo refinado del cine francés.

Rêves de cuir. Francia. 1991.

Actores: Zara Whites, Deborah Wells, Christophe Clark, Sunny McKay, Carole Tenessy, Noëlle O’Hores, Charlene, Sophie, Richard Rouille, Frank Chapuis, Frank Mazars, Yves Baillat.

Producción: Francis Leroi.

Dirección: Francis Leroi.

La extensa carrera cinematográfica de Francis Leroi es uno de los mejores ejemplos de cuál fue el talante con el que la generación surgida en el mayo del 68 francés acogió la llegada del porno. Leroi comenzó como ayudante de realización de Claude Chabrol en 1962 para, cuatro años después, empezar a dirigir sus propios filmes bajo la ineludible influencia de la “gauche divine”. El suyo era un cine que transitaba entre lo militante y lo experimental, en películas como ‘Pop Game’ o ‘La poupée rouge’, y que tuvo una buena acogida entre los agitados círculos universitarios franceses de finales de la década de los 60.

Con la subida de temperatura del cine galo en los 70, Leroi drigió sus pasos hacia el softcore. En películas como ‘La Michetoneusse’ o ‘Les tentacions de Marianne’ hacía sus primeras incursiones en el terreno del erotismo aunque aportando pequeñas dosis de su gusto por la contracultura, en forma de efectos psicodélicos y estética rockera. En plena efervescencia del porno blando francés, Leroi vivió la legalización del cine X como uno de sus más activos militantes. Fue uno de los promotores del efímero I Festival de Cine Porno de París, en 1975, y produjo la que sería película ganadora de aquel revolucionario evento: ‘El sexo que habla’, dirigida por su amigo y colaborador Claude Mulot.

Desde entonces y hasta 1981, Leroi fue uno de los directores que intentó mantener el tipo en el tortuoso panorama del porno galo, presionado por las restrictivas medidas administrativas del Gobierno y arrinconado por un sistema fiscal para el que era mucho más rentable importar filmes americanos. En seis años, Leroi dirigió una veintena de títulos considerados hoy en día como clásicos del porno francés, entre ellos ‘Sobresaliente en lujuria’ o ‘Les plaisirs solitaires’.

La recesión lo llevó, en la década de los 80, al cine convencional. Un filme de terror (‘Piezas asesinas’) y dos entregas de la saga ‘Emmanuelle’, firmadas con el seudónimo de François Giacobetti, fueron su contribución en esta etapa oscura. En 1991, Leroi aprovechó la oportunidad que le brindó la productora Colmax para retornar al cine X. Lo hizo con un filme que recogía la herencia del erotismo refinado de la cinematografía gala adaptada al nuevo lenguaje visual que había impuesto Andrew Blake en los Estados Unidos. El resultado fue ‘Rêves de cuir’, una ambiciosa película que mezclaba la estética sadomasoquista del cuero y los látigos con la pulcritud fotográfica de los filmes de la saga ‘Emmanuelle’. Con un presupuesto que rebasaba el medio millón de francos, ‘Rêves de cuir’ demostraba que el cine porno concebido como un largo encadenado de vídeoclips era posible al otro lado del Atlántico. Además de estos elementos, Leroi introdujo una serie de marcas vanguardistas, principalmente en los decorados y la iluminación, que dotaron de personalidad al filme.

La acogida de ‘Rêves de cuir’ en el público y la crítica fue espectacular. La cinta fue la indiscutible vencedora en los Hot d’Or de aquel año con siete estatuillas, vendió 200.000 copias sólo en Francia y la figura de Leroi se rehabilitó a los ojos de una generación de pornófilos que había crecido con Michel Ricaud como único referente válido. Su recuperación para el porno, con casi 50 años de edad y más de 30 de profesión, fue una buena noticia para un género que salía del túnel y luchaba por hacerse un hueco en el panorama internacional.

DEBORAH WELLS

Nacida en Budapest en 1970, Deborah Wells se convirtió en una de las actrices europeas de mayor proyección internacional, a principios de la década de los 90, a raíz de su participación en películas como ‘Adolescencia perversa’, de Mario Salieri, ‘La Venus azul’, de Michel Ricaud, ‘El amor de Deborah Wells’, de Nicky Ranieri, o ‘Rêves de cuir’, de Francis Leroi. De la mano de su novio, Christophe Clark, Deborah dio el salto al cine americano, donde tendría un papel protagonista en ‘Buttman: Vacaciones en Europa’, de John Stagliano, ‘Pussyman 4’, de David Christopher o ‘Les femmes erotiques’, de Andrew Blake, y donde sorprendería al público norteamericano por su disponibilidad para interpretar las escenas más atrevidas. En 1995, volvió a Europa para continuar su carrera como actriz porno, aunque sus actuaciones ante la cámara fueron cada vez más esporádicas.

SINOPSIS ARGUMENTAL

Zara, una mujer acostumbrada a los ambientes sofisticados, encuentra por casualidad una cinta de vídeo de ignoto contenido. Cuando en la televisión de su casa comienzan a proyectarse las imágenes que contiene esa cinta se desata un universo de sueños eróticos en los que el fetichismo y su parafernalia tienen un papel importante. Los sueños de cuero se entremezclan con las fantasías de Zara en escenarios irreales, donde ella ejerce como ama de un buen número de juegos eróticos en los que el placer y el dolor trazan una fina línea de difíciles lindes. La fascinación que produce el contenido onírico de la cinta quedará después para que otro espectador con los sentidos dispuestos pueda recrear sus propias fantasías eróticas.

Publicado en Interviu, dentro de la colección ‘Las mejores películas del cine X’, en abril de 2001.

El deseo en la piel

Una comedia mágica sobre los poderes sobrenaturales de un trozo de cuero sirvió a Marc Dorcel para reflexionar sobre la inverosímil facilidad con que el cine X presenta los encuentros sexuales. Pero también para realizar una de las películas más atractivas de los últimos años.

Le désir dans la peau. Francia. 1996.

Actores: Laure Sainclair, Olivia del Río, Élodie Chérie, Colarie, Magelia, Peneloppe, Ava, Kelly Trump, Sandra, Andschana, Veronique Lefai, Magalie, Christophe Clark, Roberto Malone, Jean-Yves LeCastel, Richard Lengin, Mike Foster, Bruno Aissix, David Perry, Hervé-Pierre Gustave, Philippe Dean, Rodolphe.

Producción: Marc Dorcel.

Dirección: Marc Dorcel.

Lo que en un principio fue una especie de reto, motivado por la desaparición de Michel Ricaud, acabaría convirtiéndose para Marc Dorcel en una gozosa obligación. Dos años después de asumir la dirección de “El perfume de Mathilde”, Dorcel había realizado ya cuatro películas X con notable éxito entre el público y la crítica. Ganador año tras año de los prestigiosos Hot d’Or que se entregan en Cannes coincidiendo con el Festival Internacional de Cine, Dorcel se había consolidado como el principal impulsor del porno galo ante unos aficionados que apreciaban su exquisita mezcla de perversión y refinamiento premiándolo en cada edición.

Su quinta película fue ‘El deseo en la piel’, una comedia mágica, rodada con 700.000 francos de presupuesto, en la que recogía la tradición del cine pornográfico de incluir objetos fantásticos para facilitar la seducción. Filmes como ‘El espejo de Pandora’ de Warren Evans ya habían desarrollado el tema desde una perspectiva psicoanalítica. Pero Dorcel buscó un referente más cercano en el mundo del cómic. ‘El click’ de Milo Manara fue el punto de partida para introducir un mecanismo de seducción externo que, además, subrayara la inverosímil facilidad con la que los personajes de las películas X establecen contacto carnal. Si en el mítico tebeo de Manara era un control remoto el que excitaba los sentidos femeninos, en ‘El deseo en la piel’ será un antiestético pellejo el que levante pasiones incomprensibles entre la población femenina. Todo ello no es gratuito. La arbitrariedad del deseo en la representación del cine porno es puesta en entredicho mediante un elemento ajeno a él, que refuerza los mecanismos de ficción del género a través de una historia fantástica. Por eso, ‘El deseo en la piel’ ofrece una moraleja final que tiene una doble lectura: la de la sublimación del sentimiento amoroso y la de la explicitación de que el sexo en el cine X no es más que una representación.

Los pilares del cine de Dorcel son la escritura y la elegancia de la imagen. Recurre a un buen guión para desarrollar un torrente de imágenes que no dejan impasible al espectador. El director francés es un excelente contador de historias, pero además posee la experiencia suficiente para saber sacar el máximo partido a cada uno de los números sexuales que salpican la acción. En ‘El deseo en la piel’, Dorcel introduce la cámara subjetiva, que realza el punto de vista del protagonista, para reforzar la identificación con el espectador. Todo ello es fruto de un intenso trabajo previo que comprende una preparación de las escenas poco usual en el porno moderno. Esta labor de preproducción se plasmará después en cinco intensos días de rodaje.

Convertido en paradigma del nuevo porno francés, Marc Dorcel es uno de los pocos directores actuales que intenta adaptar la tecnología del vídeo a un lenguaje cinematográfico específico surgido en el esplendor del cine X, a finales de los años 70. Su obsesión por dotar de dramatización a las situaciones sexuales y de revestirlas de una historia atractiva, que enganche al espectador tanto o más que la vacía presencia del sexo puro y duro, hacen de esta película, y en general de toda su filmografía, un movimiento de resistencia frente a las nuevas tendencias del género.

LAURE SAINCLAIR, LA MUSA DE DORCEL

La francesa Laure Sainclair era modelo de revistas de moda y eventualmente de publicaciones eróticas cuando decidió introducirse en el cine X de manera un tanto especial. En julio de 1995, durante una fiesta X en Rennes, Laure subió al escenario y comenzó a bailar, convirtiéndose en la sensación del evento. En agosto de 1995, Marc Dorcel la contrataría para protagonizar tres películas dirigidas por él, entre ellas ‘El deseo en la piel’. Poco después, Laure firmó en exclusiva un contrato con Vidéo Marc Dorcel para convertirse en la musa del realizador galo. Desde aquel momento, la francesa ha sido una de las pocas actrices del Oeste de Europa que ha mantenido el tipo ante el empuje de las eslavas y ha llegado a dar el salto a los Estados Unidos para protagonizar ‘Wicked Weapon’, de Brad Armstrong, en la que compartía cartel con Jenna Jameson.

SINOPSIS ARGUMENTAL

Tras un desengaño amoroso, un hombre pierde toda su fortuna. Solo y sin fortuna, entra por casualidad en una tienda de antigüedades donde el propietario, un hombre de escaso atractivo, parece tener un gran éxito con las mujeres. El anticuario le explicará que su secreto es, en realidad, un pedazo de cuero que tiene poderes mágicos. Basta con frotarlo para que todas las mujeres caigan rendidas a sus pies. Ante la insistencia del cliente, el anticuario acepta venderle la piel mágica, pero le advierte que cuanto más utilice sus poderes más pequeña se hará la piel hasta que al final su virilidad acabará perteneciendo al vendedor. Orgulloso de su compra, el hombre aprovechará la magia del objeto, pero se dará cuenta de que, finalmente, lo más importante de todo será recuperar a su amada.

Publicado en Interviu, dentro de la colección ‘Las mejores películas del cine X’, en abril de 2001.

Citizen Shane

La adaptación al porno del clásico ‘Ciudadano Kane’ fue la segunda película que dirigió Marc Dorcel desde la muerte de su inseparable socio Michel Ricaud. Con un guion de Michel Barny, ‘Citizen Shane’ es una dignísima transposición al porno de la mítica película de Orson Welles.

Citizen Shane. Francia. 1994.

Actores: Christophe Clark, Anita Rinaldi, Draghixa, Erica Bella, David Perry, Andschana, Jean-Yves Le Castel, Eric Weiss, Maeva, Élodie, Paul Beauvais, Erika Stone, Ophélie, Pierre-Hervé Gustave.

Producción: Marc Dorcel.

Dirección: Marc Dorcel.

Con la trágica desaparición de Michel Ricaud en 1993, durante el rodaje de una película para la productora Private en las islas Seychelles, el cine X francés quedaba huérfano. El principal artífice de la revitalización del porno francés murió accidentalmente sin que se vislumbrara un heredero de su arte.

Marc Dorcel, que había sido el productor de los filmes de Ricaud desde 1988, no encontró ningún realizador con capacidad para continuar el trabajo iniciado por ambos y decidió asumirlo él personalmente. No era una tarea fácil, pese a que Dorcel poseía cierta experiencia como director de cintas eróticas. En 1981, Marc Dorcel se había convertido en uno de los pioneros de la filmación en soporte de vídeo cuando dirigió “Jolies petits garces”, una película protagonizada por Marilyn Jess, en el momento en el que la mayoría de los filmes del género se rodaban en soporte cinematográfico. 13 años después de aquella experiencia, que había aparcado para centrarse en su trabajo como productor, Dorcel la retomó para dar continuidad a la exitosa fórmula que había patentado en compañía de Ricaud.

En 1994, Marc Dorcel dirigió ‘El perfume de Mathilde’, una sensual historia sobre la dominación que le valió el reconocimiento entre la crítica y el público como digno heredero de la técnica cinematográfica de su antiguo colaborador. El éxito cosechado por esta cinta animó a Dorcel a continuar su trabajo tras las cámaras y unos meses después ya estaba trabajando en su nuevo proyecto. Se trataba de llevar al cine X una de las películas convencionales más famosas de todos los tiempos: ‘Ciudadano Kane’, de Orson Welles. Al igual que había hecho en su anterior filme, Dorcel recurrió a un guionista profesional para que escribiera la historia. El elegido fue Michel Barny, un antiguo realizador de filmes X de la década de los 70 (‘Délires porno’, ‘Mes nuits avec Alice, Pénélope, Arnold, Maude et Richard’) que había sobrevivido a la crisis del porno galo como guionista. Barny construyó una trama atractiva que, partiendo de las mismas claves que el mítico filme de Welles, privilegia la vertiente sexual del personaje, y dirigió algunas secuencias de la cinta.

‘Citizen Shane’ se rodó en cinco días al intenso ritmo de catorce o quince horas diarias de trabajo y con un equipo técnico compuesto por quince personas, según el plan establecido previamente por el productor de la cinta. El prestigio adquirido por Dorcel en la producción y la calidad de su primera película como realizador facilitaron que el reparto estuviera conformado por tres de las actrices más importantes de su tiempo: la francesa de origen serbio Draghixa y las húngaras Anita Rinaldi y Erica Bella, dos de las pioneras de la invasión magiar que comenzaba a llegar al cine X europeo.

Las dos horas de sexualidad intensa y referencias cinéfilas de ‘Citizen Shane’ ganaron el reconocimiento de la crítica en la gala de los premios Hot d’or que se celebra anualmente de Cannes. En mayo de 1995, la segunda película de Dorcel fue premiada como mejor filme europeo del año, el director fue nombrado mejor realizador europeo y el protagonista, Christophe Clark, obtuvo el galardón de mejor actor europeo de 1994.

CHRISTOPHE CLARK, EL ARISTÓCRATA DEL PORNO

Durante unas vacaciones en Ibiza, un fotógrafo erótico propuso al joven Christopher Clark participar en una película. Clark, que entonces contaba con 20 años de edad, aceptó el reto y se convirtió en actor de cine X. Su primera película importante fue ‘Le fruit défendu’, en la que figura con el seudónimo de Christoff Dubet. Desde entonces, la carrera de este actor parisino de aspecto aristocrático ha sido imparable. Sus actuaciones en algunas de las películas míticas del porno europeo, como ‘La mujer de negro’, de Michel Ricaud, ‘Adolescencia perversa’, de Mario Salieri o ‘Aladin X’ de Luca Damiano, lo llevaron a ser considerado la máxima estrella del género en el Viejo Continente junto a Rocco Siffredi. Pero fue a partir de sus interpretaciones en los filmes de Marc Dorcel (‘El perfume de Mathilde’, ‘Citizen Shane’) cuando demostró sus innegables dotes de actor dramático. Desde 1993 dirige sus propias películas, especializadas en sexo anal.

SINOPSIS ARGUMENTAL

Después de hacer el amor con una prostituta el magnate de la prensa Victor Henry Shane muere pronunciando unas enigmáticas palabras: “Botón helado”. La prensa se pregunta por el significado de ellas y el público quiere saber qué hay detrás de esa declaración. Shane ha llevado una vida de playboy entregado al sexo, ha poseído a las mujeres más bellas del planeta y se ha casado con las más ricas herederas. Una investigación sobre los secretos de su vida descubrirá a la opinión pública una realidad mucho más peligrosa de lo que nadie había imaginado. Victor Henry Shane era un pervertido que utilizaba el sexo como válvula de escape para desatar sus más oscuras perversiones y estimular su imaginación. La vida oculta de Shane estaba dominada por ese botón helado.

Publicado en Interviu, dentro de la colección ‘Las mejores películas del cine X’, en febrero de 2001.

La educación de Anna

En 1989, un año después de revolucionar el porno europeo, Michel Ricaud dirigió ‘La educación de Anna’, considerada por la crítica internacional como su obra maestra. En este filme traza un relato, con influencias literarias, del proceso de aprendizaje de una joven entregada al placer y el dolor.

L’education d’Anna. Francia. 1989.

Actores: Gyn Seng, Keisha, Dominique St. Clair, Philippe Soine, Joy Karin’s, Marie Noëlle, Yves Baillat.

Producción: Marc Dorcel.

Dirección: Michel Ricaud.

El gozoso encuentro entre Marc Dorcel y Michel Ricaud, en 1988, inauguró una nueva era en el cine X francés. El minucioso trabajo de producción de Dorcel y la desbordante imaginación de Ricaud compusieron un tandem que abriría, gracias al soporte de vídeo, nuevas perspectivas para el porno europeo. El despegue se produjo en 1988, con algunas películas de innegable calidad artística, como ‘La mujer de negro’ o ‘Liason coupables’, pero se refrendó en 1989 cuando Ricaud dirigió la que es considerada su mejor película para la crítica internacional: ‘La educación de Anna’.

La fórmula de Dorcel y Ricaud era bien sencilla: sólidos argumentos, un especial cuidado en la puesta en escena, una exquisita dirección artística y varios números sexuales de contrastada contundencia y morbosidad. Para rematarlo, la pareja milagrosa del porno francés recurrió, desde sus inicios, a algunas estrellas americanas que no tuvieran demasiados remilgos en cruzar el Atlántico y afrontar el desafío de participar en un género poco valorado en su país. Si Tracey Adams había tomado parte en seis películas de Ricaud durante 1988, la obsesión del director por las actrices extraordinariamente dotadas pectoralmente le hizo contratar a Keisha para su película más personal.

‘La educación de Anna’ recupera el sabor clásico de la literatura gala sobre libertinos que tanta influencia ha tenido en el cine X americano, desde el Marqués de Sade hasta Pauline Réage. El proceso de aprendizaje de una joven en una elegante mansión dominada por el libertinaje es una extraña mezcla entre fetichismo y sensualidad que entronca con el aspecto misterioso y masónico de las sociedades ocultas, aquí transformadas en una logia que venera la esclavitud sexual equiparándola a la esclavitud laboral. Pero la historia que cuenta Ricaud está revestida de un ropaje literario y cinematográfico que va más allá del hecho de que la protagonista sea una fértil escritora rebosante de imaginación. La comparación con ‘Tras la puerta verde’, de los hermanos Mitchell, donde una joven era sometida a un ritual de sexo ante la complaciente mirada de un público burgués, no es casual. ‘La educación de Anna’ encierra una mirada sobre el placer que se reproduce en el imaginario erótico desde ‘Historia de O’ hasta las películas de debutantes y que tiene su particular iconografía en las artes plásticas.

Consciente de que el papel protagonista no podían asignarlo a una actriz experimentada y con maneras adultas como Keisha, Ricaud y Dorcel recurrieron a la bella y exótica Gyn Seng como contrapunto a la estrella americana. El contraste entre ambas es espléndido. Como espléndida es la dirección de Ricaud, que estructura el filme de manera circular (se abre y se cierra sobre el escritorio de Anna) y gradúa la extraordinaria tensión sexual de la cinta hasta convertir su visionado en un perfecto aprendizaje, a modo de catálogo de perversiones, de la sexualidad burguesa en el que el placer y el dolor se reparten protagonismo a partes iguales.

KEISHA, VOLCÁN LATINO

Nacida en Los Ángeles en 1966 Racquel Ríos llegó al mundo del porno en 1985, recién cumplidos los 18 años, después de haber trabajado como telefonista de líneas eróticas. Sus enormes pechos, no reforzados por la silicona, y sus raices hispanas le abrieron camino como secundaria en algunas películas de éxito, como ‘The Seduction of Jennifer’, de Tom Morton, o ‘Cabaret Sin’, de Phillip O’Toole. En 1989, atraida por el éxito de su compañera Tracey Adams, decidió viajar a Francia para trabajar en ‘La educación de Anna’ a las órdenes de Michel Ricaud y a Alemania para participar en algunas producciones de Teresa Orlowski. En 1990 se retiró del porno para seguir su carrera como bailarina exótica. Pero dos años más tarde volvió al cine X para protagonizar filmes como la tercera y cuarta entrega de ‘Pussyman’ o ‘Secret Diary’. Pese a sus eventuales problemas de sobrepeso, continúa en activo y es considerada la más famosa actriz latina del cine X.

SINOPSIS ARGUMENTAL

Anna es una joven escritora que se inspira en sus experiencias para componer relatos. Vive con Gerard, su novio, al que no presta excesiva atención a causa de las presiones del editor de sus obras para que acabe un cuento que está escribiendo. En él, narra sus propias fantasías, que arrancan cuando su prometido aprovecha una cita a la que ha faltado Anna para ligarse a Silvia, su mejor amiga. Pronto, Gerard le propone pasar un fin de semana en una lujosa mansión donde un grupo de libertinos ha organizado una fiesta. Silvia y Anna acuden a la mansión y ésta última se presta a ser el conejillo de indias de la iniciación de una mujer a los placeres de la esclavitud sexual. Anna se somete sin remilgos a la voluntad de los libertinos en un proceso de aprendizaje que la convertirá en sumisa sexualmente. Cuando, finalmente, Gerard descubre el relato de Anna se dará cuenta de que es la historia de una frustración.

Publicado en Interviu, dentro de la colección ‘Las mejores películas del cine X’, en enero de 2001.

31. Europa se hace grande

Entre 1990 y 1991, Michel Ricaud realizó algunas de sus más recordadas películas X. Además contar con repartos franceses en cintas como ‘Étreintes à la prison des femmes’, Ricaud rodó seis películas con la actriz norteamericana Tracey Adams, entre ellas ‘Elle préfère les vieux’, ‘Viol au telephone’ o ‘Les putes de l’autoroute’, y reunió en ‘Lady Vices’ a un gran reparto internacional, encabezado por Jeanna Fine y Zara Whites. Pero sobre todo hizo crecer a su alrededor a una generación de actores y actrices que iban a hacer grande el porno europeo durante los años siguientes. Joy Karin’s, Christopher Clark, Rocco Siffredi o Sandrine Van Herpe fueron algunas de las estrellas que crecieron bajo el manto protector del director francés.

‘Viol au téléphone’.

Ricaud había perfeccionado su técnica cinematográfica a partir de los trabajos de Hans Moser en Alemania para la productora de su mujer Teresa Orlowski (VTO). Moser y Orlowski acabaron su relación profesional y sentimental de manera estruendosa en 1989, cuando la principal estrella del porno alemán expulsó a su “Pygmalion” de la empresa. Moser, uno de los pioneros del porno europeo allá por los años 60, no desfalleció y al año siguiente ya buscaba por todo el mundo una actriz a partir de la cual reproducir su imperio videográfico. La encontró en Inglaterra. Sarah Louis Young, una modelo de calendario dotada de un exuberante físico, cautivó a Moser, quien la contrató en exclusiva. En 1991, Sarah Young y Hans Moser se casaron en Las Vegas y, poco después, fundaron la Sarah Young Communications (SYC), una productora y distribuidora que utilizaba los mismos mecanismos que la compañía creada por Moser para Teresa Orlowski unos años atrás. Con una hábil campaña de promoción, que calificaba a Young como la reina europea del porno, un cuidado diseño de las carátulas y un diseño de producción cimentado en la buena fotografía, la contundencia en los números sexuales y la falta de argumentos sólidos, la pareja Moser-Young logró crear una de las imágenes de marca más importantes del continente y un buen número de películas mediocres (‘Private moments’, ‘The Sarah Young Collection’) en las que participan también estrellas masculinas del porno norteamericano. Sin embargo, las producciones de la SYC se desmarcan de la tendencia del porno alemán representada por Dino Baumberger y, principalmente, Moli, a cuyas estrictas órdenes dieron los primeros pasos Miss Francia, Anita Mendoza o Gabriella Dari en números eróticos de inusitada osadía.

Mientras tanto, en Italia seguía reinando Mario Salieri. El realizador napolitano iba consolidando su propia productora a base de ofrecer al aficionado porno de autor y bellas actrices a partes iguales. Al igual que Ricaud, Salieri trabajó en los primeros 90 con lo más granado del porno europeo (Deborah Welles, Gabriella Dari, Miss Francia, Zara Whites), pero también contó con refuerzos venidos de América (Victoria Paris, Jeanna Fine, Tracey Adams) para completar grandes repartos internacionales. Sin llegar todavía a realizar ninguna obra maestra, Salieri evidenció su capacidad para introducir el sexo en tramas de tinte mafioso (‘Napoli-Parigi’, ‘Roma Connection’), en repasos anacrónicos a la historia de la humanidad (‘Viaggio nel tempo’) o en retratos personales del comportamiento humano (‘Concepts’, ‘Bajada al infierno’, ‘El poder’).

‘Concepts by Salieri’.

LA CAÍDA DEL MURO

Además de un nuevo orden mundial, la desaparición de los regímenes comunistas del Este de Europa cambió la industria del cine X en el Viejo Continente. Las productoras más avispadas buscaron en las agencias de modelos de Budapest, Praga o Moscú nuevas estrellas que fomentaran la cantera del porno europeo. Una joven húngara o checa podía ganar con un día de rodaje el equivalente a tres meses de salario en su país. De tal manera que, en 1991 comenzó la invasión de actrices provenientes del Este de Europa en la industria X. Las húngaras Deborah Welles y Gabriella Dari (también conocida como Angelica Bella) fueron las pioneras de la dominación eslava en el estrellato europeo. Dotadas de una extraordinaria belleza y de una gran predisposición para cualquier escena sexual, ambas iniciaron un camino que luego seguirían, bien avanzada la década, cientos de jóvenes atraídas por el dinero fácil y la fama mundial.

EL REGRESO DE UN CLÁSICO

El que fuera uno de los “jóvenes prodigiosos” del porno francés en los 70, el productor y director Francis Leroi, volvió en 1991 al cine X después de una década alejado de él. Tras producir las primeras películas de Claude Mulot (entre ellas la mítica ‘El sexo que habla’), Leroi había trabajado detrás de las cámaras hasta que en 1981 se dedicó plenamente al cine convencional con filmes de terror (‘Piezas asesinas’) o eróticos (‘Emmanuelle V’). En 1991 produjo y dirigió ‘Rêves de cuir’, un intento de recuperar el aura internacional del cine galo a través de una cinta que recordaba, en su estética a los filmes de Andrew Blake. Protagonizada por Zara Whites, ‘Rêves de cuir’ escenificaba sofisticadas coreografías de inspiración sadomasoquista vestidas de lujo. La sabia combinación entre cinefilia y gusto por los rituales eróticos, muy en la línea de los grandes libertinos europeos, hizo del regreso de Leroi un acontecimiento gozoso para el cine X del Viejo Continente.

Publicado en Interviu, dentro de la colección ‘Las mejores películas del cine X’, en diciembre de 2000.

28. El resurgir del porno francés

Tras más de diez años de oscuridad, el cine X francés comenzó a ver la salida del túnel gracias a la asociación del productor Marc Dorcel y el director Michel Ricaud. Dorcel, un antiguo editor de libros y fotonovelas eróticas, había sido uno de los pioneros de la utilización del soporte de vídeo en el porno francés, en el lejano 1981. Alejado de la dirección, era ya uno de los productores más importantes de Francia cuando, en 1988, contrató a Michel Ricaud para trabajar en su empresa. Influenciado por la riqueza visual de las producciones de Hans Moser en la VTO alemana, Dorcel impuso a Ricaud un estilo de producción que le permitiera plasmar todas sus fantasías sexuales en la pantalla. Esta unión dio como resultado el nacimiento de una nueva era en el cine X galo que ha llegado hasta nuestros días.

Michel Ricaud ya había demostrado su afán provocador en 1972, cuando su película ‘Sexe de sang’ le llevó a prisión durante un mes por los cargos de ofensas a la moral e incitación al asesinato. A primeros de los 80 debutó en el porno con dos filmes de bajo presupuesto, ‘L’education d’Orphelie’ y ‘Corps de chasse’, pero no fue hasta 1988, al comenzar su trabajo para Vidéo Marc Dorcel, cuando se reveló como el mejor director francés del género. La sintonía entre Dorcel y Ricaud fructificó en un estilo propio en el que a una cuidada factura visual (excelente fotografía, minuciosa puesta en escena) se añadía un trabajo de guión que contaba con argumentos sólidos y bien elaborados. Rodadas en suntuosas mansiones, las películas de Ricaud concedían una importancia desmedida al vestuario (algo insólito hasta entonces en el género) y a la lencería como parte del ritual fetichista.

La mujer de negro.

En sus primeras colaboraciones ya se adivinaba esta obsesión por la calidad que acabaría por volver a dignificar el panorama del porno galo. Una de sus primeras películas juntos fue ‘Du boudoir au trottoir’ (1988), la historia de una pareja de secretarias que se prostituyen por la noche por mera afición. Pero el gran espaldarazo de la crítica se lo proporcionó ‘Liaisons coupables’ (1988), que narraba los amores perversos e incestuosos de una familia aristocrática. Sin embargo, en ‘Les rendez-vous de Sylvia’ (1989), el director francés abandonaba los ambientes lujosos para contar las peripecias de una mujer dispuesta a recuperar a su marido recurriendo incluso a la hipnosis.

La buena reputación de Ricaud cruzó el Atlántico y algunas estrellas americanas aceptaron trasladarse a Europa para trabajar a sus órdenes. La primera de ellas fue Tracey Adams, quien fue la protagonista de uno de sus mejores filmes, ‘La mujer de negro’. La voluptuosa Adams encarnaba a una actriz de cine X convertida en objeto de deseo para un empresario obsesionado por los velos. El interés de Ricaud por reflejar el mundo del porno por dentro también se plasmó en ‘Profession acteur, actrice X’ (1989), con Joy Karin’s y Christophe Clark enseñando su vida dentro y fuera de los platós.

A Tracey Adams le siguió Keisha en ‘La educación de Anna’ (1989), en la que una joven era iniciada en un ritual erótico por un grupo de libertinos. Más tarde, se unirían a esas inmigrantes de lujo las americanas Madison y Jeanna Fine y la australiana Sunny McKay.

La educación de Anna.

LA CONSOLIDACIÓN DE SALIERI

Cuando Cicciolina consiguió su escaño parlamentario, en 1987, la estrella de Riccardo Schicchi, su mentor y compañero sentimental, había comenzado a apagarse. La separación de los dos máximos representantes del renacimiento del porno italiano coincidió con la consolidación de Mario Salieri como realizador emblemático de la cinematografía transalpina. Salieri contaba cada vez con mayores presupuestos para filmar sus historias y contratar actrices que despuntaban en el cine X europeo. En 1989 filmó ‘En el corazón de Nápoles’, un culebrón con tintes mafiosos que ya apuntaba la preocupación por ofrecer una trama bien hilvanada que acompañara a la particular concepción del sexo del director napolitano. Moana Pozzi, la sucesora de Cicciolina en el corazón de los aficionados italianos, sería la protagonista del filme.

HACIA UNA EUROPA PORNOGRÁFICAMENTE UNIDA

A pesar de no permitirla expresamente, la legislación belga declaró “oficialmente tolerada” la pornografía en 1989. Bélgica se unía así a Italia y Gran Bretaña, donde existía la misma confusión normativa entre la tolerancia y la legalidad, y a Francia, Alemania, España, Holanda, Dinamarca, Suecia, Noruega y Finlandia, países donde estaba expresamente autorizada. Sin embargo, la unión europea había comenzado anteriormente con el trasiego de profesionales por los países del Viejo Continente. Actrices francesas, directores italianos y técnicos alemanes comenzaban a entremezclarse en las producciones de finales de los 80 convirtiendo a esta peculiar industria en una avanzadilla de la posterior Unión Europea. La tendencia se agudizaría años después, cuando la caída de los regímenes comunistas del Este de Europa permita ver películas X en las que participan profesionales de múltiples nacionalidades europeas.

Publicado en Interviu, dentro de la colección ‘Las mejores películas del cine X’, en noviembre de 2000.

25. El despertar de Europa

En 1985, la actriz italiana de origen húngaro Ilona Statler era toda una celebridad en el país transalpino a causa de su continua capacidad de provocación. Más de diez años antes había sido la conductora de un polémico programa radiofónico, en la emisora Radio Luna de Roma, en el que adoctrinaba a sus oyentes en educación sexual. Dada la censura de la época, Statler utilizaba la palabra “cicciolina” para refererise al órgano sexual femenino, nombre que acabó adoptando como seudónimo en su carrera artística. Bautizada ya como Cicciolina, realizó una gira erótica por Italia y protagonizó el primer desnudo que se pudo ver en la RAI, en 1978. Tras haber participado en algunas películas soft, Cicciolina debutaría en el porno en 1985 de la mano de quien era su compañero sentimental, el productor y director Riccardo Schicchi. La contestataria activista sexual protagonizó entre 1985 y 1987 cinco filmes porno (‘La orgía atómica’, ‘Telefono rosso’, “Cicciolina Number 1′, ‘Stripp Sex’ y ‘La concha de los deseos’) que contribuyeron al resurgimiento del cine X en un país que había creado escuela en la producción de películas eróticas.

Cicciolina.

Italia se convirtió así en una de las grandes potencias europeas de la industria X, pese a una confusa legislación interna que prohibe la pornografía pero la tolera. Hasta la irrupción del dúo Schicchi-Statler, los únicos intentos por realizar cine X italiano habían sido obra de francotiradores más o menos independientes que, burlando la legalidad, habían realizado un buen número de películas cuya calidad era inversamente proporcional al entusiasmo con que se producían. Los más notables fueron el jovial Luca Damiano, que firmaba sus películas (rodadas con cinco actores en su chalet de los alrededores de Roma) con el seudónimo de Lucky Faar Delly (‘Las dos bocas de Marina’, ‘Mauricia, una gran mujer’), y el especialista en softcore Joe D’Amato, que empezaba a compaginar sus películas de terror convencionales con el rodaje de pornos de bajo presupuesto (‘La mujer ninfómana’, ‘Holocausto porno’).

El impulso de los primeros pornos de Cicciolina y Riccardo Schicci animó a otros directores a lanzarse a la aventura de realizar cine X en Italia. El napolitano Mario Salieri sería el más importante de todos ellos. Su debut en el género, en 1985, con la serie ‘Vortix’, ya manifestaba, pese a los bajos presupuestos con los que operaba, una voluntad de dignificación del porno europeo y la búsqueda de una estética propia que lo diferenciara del resto de sus contemporáneos. Casi a la vez que Salieri, comenzó a trabajar en el cine X un joven de Ortona que estaba llamado a convertirse en el mayor mito sexual que ha dado Italia ya no sólo por su pertenencia al mundo X. Rocco Siffredi se introdujo en el cine X con su verdadero nombre, Rocco Tano, y es el protagonista principal de las primeras películas de Mario Salieri.

Cicciolina fue elegida diputada al parlamento italiano por el Partido Radical en 1987. La agencia que había creado Riccardo Schicchi, Diva Futura, continuó trabajando para encontrar nuevos rostros del porno italiano que sustituyeran a Marina Frajese y Gabriel Pontello, verdaderos pioneros del género en aquel país. Aunque para el espectador el morbo lo significó el salto al cine X de unas pocas actrices procedentes del cine erótico, como Lili Carati o Karin Schubert, la principal figura surgida en estos años fue Moana Pozzi, heredera natural de la pornodiputada en los años 90.

LA DUREZA GERMANA

Alemania era, desde finales de los 70, uno de los principales países productores de cine X. Pero las especiales características de su industria, destinada casi en su totalidad a la exhibición en los innumerables sex-shops que pueblan el país, le impidió la consolidación de una industria cinematográfica a imagen y semejanza del modelo americano. Los pornos alemanes pocas veces han superado la fase de “loops”, en la que las escenas de sexo se encadenan sin ninguna hilazón argumental. Hans Moser, un antiguo fotógrafo que llevaba trabajando en el porno desde los difíciles años 60, fue de los pocos que intentó dar un giro a la querencia a la dureza del cine X germano a través de la productora VTO. Fundada junto a su compañera sentimental, la modelo polaca Teresa Orlowski, la productora de Moser comenzó a realizar películas con una factura visual impecable en las que contó con estrellas norteamericanas del género, como ‘Foxy Lady’ o ‘Born for love’. Desgraciadamente el camino se truncó en 1989 cuando Moser y Orlowski se separaron poco amistosamente.

Marilyn Jess.

LA DECADENCIA DE FRANCIA

Francia, el país que había funcionado como motor del cine X europeo durante casi todo el siglo, se encontraba a mediados de los 80 en una situación de peligroso estancamiento. Las medidas restrictivas de la legislación francesa, que a partir de 1977 prohibieron exportar porno al resto del mundo, produjeron un pernicioso efecto en la cinematografía gala. Durante los oscuros ochenta, la ingente producción de Bud Tranbaree (‘El retorno de las viudas’), los atrevidos recursos visuales de Gerard Kikoïne (‘Adorable Lola’, ‘Hotel para jovencitas ardientes’), la profusión de erotismo de Michel Leblanc (‘La maison de 1001 plaisirs’, ‘Le retour de Marilyn’) o el desafortunado humor de Michel Caputo (‘La décharge Victor!… rieuse’, ‘Blanche fesse et les sept mains’) componen, casi únicamente como referente histórico, el desangelado panorama de una filmografía que tenía a Marilyn Jess y Olinka Hardimann como sus principales estrellas.

Publicado en Interviu, dentro de la colección ‘Las mejores películas del cine X’, en octubre de 2000.