Superados los iniciales obstáculos de la censura, el cine X norteamericano se encaminaba a vivir sus mejores años. Los directores que abrieron la brecha de la aceptación popular años atrás continuaban ofreciendo películas de calidad, surgían nuevos realizadores animados por la mayoría de edad del género y cada vez era mayor el número de chicos y chicas que decidían probar fortuna como actores en el cine para adultos.
La primera consecuencia de la normalización del porno será el nacimiento de los subgéneros. Pese a constituirse como género cinematográfico en sí, el porno tomará prestados elementos de otros géneros para adaptarlos a su formato. El cine policiaco, de gran tradición en el celuloide norteamericano, se vería sometido sistemáticamente al tamiz del sexo en producciones desenfadadas en las que se resalta el carácter libertino de los detectives. Películas como ‘Expose me lovely’, de Armand Weston, ‘Liquid lips’ o ‘Tell theme Johnny Wadd is here’, ambas de Bob Chinn, presentan investigadores tan preocupados por desvelar asesinatos o robos como por gozar del sexo. John Holmes, que encarnó al detective Johnny Wadd durante aquellos años, se convertiría así en el Humphrey Bogart del cine X.
No todo eran películas desenfadadas a partir de modelos cinematográficos inspirados en los clásicos. Algunos directores aprovecharon una época de experimentación como la que vivía el género para aportar su particular visión de las relaciones humanas. Alex de Renzy, por ejemplo, filmó en 1976 ‘Femmes de Sade’, una cinta que desplegaba un insólito catálogo de prácticas eróticas poco comunes para reflejar los aspectos más lúgubres del mundo del sexo. Del mismo modo, Zebeldy Colt retrataría en ‘La hija del granjero’ a la América profunda por medio de una historia de bajas pasiones con una estructura similar al culebrón. Y una producción de los hermanos Mitchell, ‘Autobiografía de una pulga’, dirigida por Sharon McNight, recurriría a las andanzas de un insecto para exponer la vida libertina de la Europa del siglo XVIII en el que sería el primer intento serio de filmar un porno de época.
La película más sorprendente del año fue ‘A través del espejo’, de Jonas Middleton, veterano productor y director de películas eróticas. Inspirada en un cuento anónimo ruso, “A través del espejo” utiliza el modelo narrativo de la novela gótica para contar una historia en la que mezcla elementos poéticos, pictóricos (algunos planos parecen inspirados en los cuadros de El Bosco) y psicológicos. Ensalzada por la crítica y discutida por un sector del público, que ni siquiera llega a considerarla como un porno a causa de su singular concepción visual, la película de Middleton refleja más que ningún otro filme de los setenta el pensamiento nihilista de una generación obsesionada por las historias pesimistas. ‘A través del espejo’ se distribuyó en dos versiones, una hard y otra soft (que llegó a estrenarse en España) y supone uno de los raros ejemplos de cine vanguardista dentro del género.
EL PORNO DEL SOL NACIENTE
A finales de 1976 se estrenó en Europa ‘El imperio de los sentidos’, de Nagisa Oshima, una coproducción franco-japonesa que fue relegada en muchos países al oscuro gueto de las salas X. Era un filme de fuerte contenido erótico que incluía escenas de sexo explícito, de ahí su calificación como porno. Basada en un hecho real (una mujer fue detenida en Tokio después de vagar durante cuatro días con un pene en las manos), la película de Oshima se convirtió rápidamente en un filme de culto no sólo por su utilización del sexo como motor narrativo de la trama, sino por su condición de obra maestra del cine convencional. Casi 25 años después de su realización, ‘El imperio de los sentidos’, la primera película erótica procedente de Japón que llegó a las pantallas europeas, conserva su status de película para cinéfilos y su condición de filme fronterizo entre el erotismo y la pornografía.
LA MALDITA LETRA X
Mientras en los Estados Unidos el porno avanzaba con paso firme, en Francia la promulgación del decreto que regulaba su exhibición iba a provocar una larga crisis que se extendería hasta finales de la década siguiente. El decreto de 31 de octubre de 1975, que entró en vigor tres meses después, imponía una enorme carga fiscal a las salas que proyectaran películas “pornográficas o de incitación a la violencia”, además de obligarlas a convertirse en salas especializadas que, desde entonces, quedarían estigmatizadas por una gran letra X. Esta legislación provocó el retraimiento de un público que había acudido con entusiasmo a las primeras sesiones de cine porno en Francia, lo que terminó redundando en la producción de unas películas que, naturalmente, no podían contar con ayudas oficiales para su realización. El lento declive del hard galo no impidió que algunas películas como ‘Délires porno’, de Michel Barny, o ‘Exhibition II’, de Jean-François Davy (que llegó a estar prohibida en su país por la dureza de algunas de sus imágenes) cosecharan un notable éxito de público.
Publicado en Interviu, dentro de la colección ‘Las mejores películas del cine X’, en julio de 2000.