Veronica bajo tierra

El final de la serie ‘A dos metros bajo tierra’, estructurada en cinco temporadas, es una de las piezas cinematográficas más perfectas que se han realizado nunca para la televisión. Claire Fischer (Lauren Ambrose) conduce su coche por las carreteras americanas mientras, a modo de flash-forward, pasa por su mente el futuro de cada uno de los protagonistas de la serie: la muerte. En una obra como la de Allan Ball, en la que la muerte está presente en todos los capítulos, el final nos recuerda, de manera sublime, que todos acabaremos a dos metros bajo tierra.

Pero la magnífica serie de Allan Ball tiene un componente que la hace completamente diferente al resto de las emisiones televisivas, en un momento en el que vivimos la edad de oro de las series para televisión. Ese componente es el sexo. Los personajes se mueven por impulsos sexuales, esquivan la muerte haciendo el amor y, siguiendo a Woody Allen, tienen a ambos como motores vitales. ‘A dos metros bajo tierra’ incluye, asimismo, las relaciones homosexuales como parte de su trama. No en vano, el mediano de la familia Fischer es gay, vive en pareja y, en la última temporada de la serie, adopta dos niños en compañía de su compañero sentimental.

En el capítulo 5 de la primera temporada, ‘A dos metros bajo tierra’ rinde tributo al mundo del porno. Pero no lo hace de manera soez o burlona, como suele suceder en los programas de televisión que vemos habitualmente, sino de forma elegante. Jean Louis McArthur, más conocida como Viveca St. John, muere electrocutada en la bañera de su casa cuando su gato tropieza con un aparato de radio. En todo el episodio, la presencia de la antigua estrella del porno se hace evidente para quienes han de embalsamar su cuerpo, mientras que el funeral se convierte en el sentido homenaje a una persona que hizo con su vida lo que le apetecía y, además, defendió la libertad de expresión.

Freddy Rodriguez y Veronica Hart en ‘Six feet under’ (2001-2005).

El papel de Viveca St. John lo interpreta en la serie la exactriz, productora y directora Veronica Hart, uno de los nombres capitales en la historia del porno norteamericano. Con una breve pero notable carrera como actriz, que sólo se prolongó durante cuatro años, Hart representó el eslabón perdido en el porno americano, es decir, aquel tipo de intérpretes que eran, en primer lugar, actores y, después, sabían follar delante de las cámaras. Sus papeles en películas como Amanda de noche o El espejo de Pandora así lo atestiguan. Mas la trayectoria profesional de Veronica Hart no se acabó cuando dejó de actuar delante de las cámaras. Como productora, fue la descubridora de Michael Ninn, en películas como Sex o Latex, y como directora recuperó para el cine X a dos viejas glorias del porno clásico, Marilyn Chambers y Ginger Lynn.

A Hart, una mujer inteligente y comprometida con la profesión que le dio fama y dinero, se le atribuye la frase más genial que he leído jamás sobre el porno: “La diferencia entre el negocio del porno y el del cine convencional es que en el porno no tienes que follarte a nadie para conseguir un trabajo”. La declaración de principios, casi una máxima filosófica, de toda una señora del cine X. Como la retrata ‘A dos metros bajo tierra’ en el capítulo que habla del porno como una disciplina más. Como siempre la consideró Veronica Hart.

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