La leyenda negra atribuye al porno una relación directa con el mundo de las drogas. Dicen los que reniegan del género que más satisfacciones personales aporta al organismo que la mayoría de los que actúan en las películas X lo hacen bajo los efectos de las drogas y, por eso, tienen esa capacidad de aguante. Vamos, que son todos unos viciosos y unos drogadictos de tomo y lomo. Sin embargo, en el mundo del porno, hay de todo, como en el resto de profesiones: desde quien se atizaba una raya de coca cada cuarto de hora hasta el que sólo bebe agua y productos isotónicos para mantenerse en forma. Pero estos últimos no nos interesan demasiado, ya que su aburrida existencia sólo serviría para ilustrar una revista de vida sana o un publirreportaje financiado por Danone. La intención de estas páginas es, como hacía el Marqués de Sade en sus escritos, enseñar a los lectores cuáles son los caminos del vicio, para que nadie caiga en la tentación de acabar en una clínica de desintoxicación por culpa de sustancias divertidas pero poco recomendables para la salud, a través de las historias de sementales, pornostars y pornógrafos que sucumbieron en la droga.
* Unos porretes y unos polvetes: El porno nació en los Estados Unidos como una parte de la corriente contracultural que recorría la Costa Oeste y la ciudad de Nueva York. La marihuana era uno de los aditivos preferidos de aquellos que, con la coartada de la liberación sexual, se dedicaban a follar en la pantalla para divertir a los demás. Y el aroma de los porros y otras drogas invadiría algunas de las producciones de la primitiva industria, como la mítica ‘Tras la puerta verde’, de los hermanos Mitchell, en la que Marilyn Chambers es narcotizada y semihipnotizada para servir de figura circense en el espectáculo preparado en el teatro, o ‘Sensations’, de Lasse Braun, donde en la alegre orgía los participantes se ponen de farlopa hasta las orejas. Pero, claro, todo iba unido en el espíritu Woodstock bajo la máxima de «un colocón y un revolcón».
* 35 cm de nariz: Como en los relatos de las campañas antidroga, la vida del famoso «Mr. 35 cm.», John Holmes, comenzó por las risas de meterse de vez en cuando una rayita y terminó con una adicción al polvillo blanco que le impedía levantar su monumental herramienta de trabajo como exigía el guión. Cuentan que Holmes, en los últimos años de su tortuosa existencia, se metía un tirito cada 15 minutos y necesitaba la abnegada labor de cuatro «fluffers» para hinchar de sangre la masa cárnica que colgaba de sus piernas. Holmes también era adicto a los tranquilizantes y el alcohol, y su agitada vida terminó cuando el SIDA, que había contraído prostituyéndose como chapero para poder financiar su gasto en farlopa, se lo llevó a la tumba en 1988.
* El polvillo de la edad de oro: Cuando el porno alcanza la mayoría de edad y se convierte en un género paralelo a las producciones de Hollywood, la cocaína se erige en la protagonista de los rodajes. No sólo es el excesivo John Holmes el que la toma, entre otras cosas porque su enganche hace poco previsible que invite a nadie a unas rayas. La lista de actores y actrices con diversos problemillas nasales es lo suficientemente extensa como para detenerse en algunos casos en particular. Los más trágicos (por aquello del morbo) fueron los de Shauna Grant, jovencita alocada que nunca pareció disfrutar de su profesión y que acabó liada con uno de los principales camellos de Palm Springs hasta que se pegó un tiro en la boca en 1984; Artie Mitchell, el menor de los hermanos más famosos de este negocio, que amaneció un día con el cuerpo lleno de plomo a resultas de los disparos de un rifle empuñado por su propio hermano y que había consumido sus últimos años de vida pintando rayas en el O’Farrel Teathre; y Jerry Butler, que no la palmó pero escribió una autobiografía en la que desvelaba todo el trajineo farlopero de la industria (en el que él había participado activamente) y nunca más volvieron a contratarlo por chivato.
* ¡¡¡Me estoy quitando!!!!: Tener una clínica de desintoxicación en San Fernando Valley o sus alrededores es como haber sido novio de alguno de los habitantes de Hotel Glamour. Un chollo. Porque, aparte de Robert Downey Jr., habitual inquilino, un buen número de actores y actrices porno han dado con sus huesos en ellas para librarse de su adicción a esnifar polvillos blancos. Una de las primeras fue Marilyn Chambers, poco después de romper su tortuosa relación con Chuck Traynor, quien había sido anteriormente novio de Linda Lovelace, y que la arrastraría a la perdición con aquello de «venga, mujer, te pongo una». Luego se convertirían en pacientes de tan respetables centros sanitarios Samantha Strong, que las visitó en varias ocasiones, Eric Edwards, Jon Dough, Racquel Darrian, Randy Spears, Alexandra Quinn y Danielle Rogers, entre las estrellas más famosas del firmamento pornográfico. Unos recayeron y otros no. Pero así es la vida.
* Yo controlo mogollón: Pero no todas las estrellas del firmamento porno han pasado por clínicas especializadas para desistir de sus impulsos aspiradores. Algunas han podido superarlo con voluntad de hierro o simplemente se han liado la manta al cuello y se meten una raya de vez en cuando para alegrarse la vida. Como Tori Welles, que concilió su costumbre de atizarse tiritos con una desmedida afición a la bebida, Ginger Lynn, que compartiría líneas (y bingos) con el actor de cine Charlie Sheen, la llorada Savannah, que se metía en los camerinos de los rockeros para colmar sus aspiraciones, Paul Thomas, que pasó una temporadita en la cárcel por posesión de coca, o Jenna Jameson de quien, pese a que nunca lo ha confesado, todos los críticos del ramo conocen sus inclinaciones nasales.
* Jineteras del caballo: La coca es, sin duda, la droga preferida por la gente del porno. Debe de ser porque te pone contentito y te da ganas de follar. Pero hay quien ha ido más allá y, ya se sabe, se empieza por un porro, se sigue con una raya y uno acaba enganchado al caballo. También hay un reducido número de actrices que creyeron que heroína era sólo la protagonista de la película y acabaron abrazando una droga que las dejaba sin sentido. Jeanna Fine hubo de someterse a una intensiva cura de metadona para bajarse del caballo en la etapa más heavy de su carrera, y la pizpireta Aja pasó por similares problemas a comienzos de la década de los 90. Peor suerte corrieron quienes no encontraron la brida para detener su galope hasta la muerte y sucumbieron al jaco:
– Arcadia Lake: Secundaria de lujo en los 80 (sale en pelis como ‘Amanda de noche’ y ‘Debbie Does Dallas’) cuya carrera empezó a languidecer a medida que se amorataban sus venas hasta morir de una sobredosis en 1990.
– Linda Wong: Pionera de rasgos orientales (‘Femmes de Sade’, ‘Baby Face’) que arrastró su adicción incluso después de su abandono del porno y también se metió heroina demasiado pura en vena en 1987.
– Trinity Loren: Deleite de los aficionados a las megatetas, Trinity Loren fue una especialista en películas de ínfima calidad en las que dio el do de pecho. Su adicción al jaco la llevó a la muerte en 1998.
– Lolo Ferrari: Una especie de Yola Berrocal, pero con el doble de tetas, que hizo fortuna en programas de televisión como «freak» debido a sus inconmensurables pechos y que tuvo una breve incursión en porno (una decena de películas) hasta que murió de sobredosis en 2000.
– Joey Stefano: Paladín del porno gay (‘More of a man’, ‘Hole in one’) que murió, en 1994, como una estrella del rock: de sobredosis de heroina en un hotel de Hollywood.
* Sherlock Holmes también ve pornetes: El mundo del porno también tiene su particular prensa rosa. Hay un tipo en California, que responde al seudónimo de Herewegono, que, en lugar de utilizar el fast-forward a la hora de ver películas X, usa la cámara lenta y ha encontrado pruebas evidentes del consumo de drogas durante la filmación de videos porno. Por ejemplo, en ‘Dirty Thinks 3’, Candy Apples tiene una escena en la que es sodomizada por Jake Steed y, en lugar de gemir de placer (o de dolor) se pasa la secuencia entera moviendo la mandíbula como si se hubiera metido el cargamento diario que traía su camello. O, en ‘Ass Gas or Glop’, hay un buen número de primeros planos en los que se aprecia nítidamente que la nariz de Tricia Deveraux está llena de piedrecillas blancas cuya textura no se parece en nada a sus mocos mientras folla con Robert Black. La capacidad visual del tal Herewegono se extiende a otros ejemplos similares.
* Películas desde el filo: Pese a que la ingestión de drogas no está bien vista por la industria (que bastante tiene con intentar librarse del sambenito que arrastra), la historia del cine X está salpicada de cintas en las que hay escenas con consumo de estupefacientes (reales o no). A las ya citadas ‘Tras la puerta verde’ y ‘Sensations’ hay que añadir las orgías de ‘La resurrección de Eva’, de Jon Fontana y Artie Mitchell, en la que los oficiantes fuman porros para soltarse al igual que los hippys que aparecen en ‘Noches de neón’, de Cecil Howard. En la mastodóntica ‘Buda’, de John Stagliano, un par de travestis ofrecen a un alucinado Rocco un poco de cocaína antes de intentar chuparle la polla, una tentativa que frustra Ursula Moore; y en la lisérgica ‘Shooting Gallery’, de Rob Black, una mujer se inyecta presuntamente heroina en la vena antes de comenzar sus correrías sexuales.
Publicado en ‘2000 Maníacos’ número 28, otoño 2003.