Fade to Black

Una mirada desgarrada hacia la puerta de entrada de la industria del cine para adultos proporcionó a Paul Thomas todos los premios del sector, además de lograr un extraordinario éxito de ventas con un filme tan crudo como real, en el que el exactor se muestra como un magistral director.

Fade to black. EEUU. 2001.

Actores: Taylor Hayes, Taylor St. Clair, Dale Dabone, Tony Tedeschi, Julie Meadows, Voodoo, Marissa Arroyo, Joey Ray, Adajja, Riki Lixxx, Jason McCain, Mark Wood, Erik Everhard, Paul Thomas.

Producción: Paul Thomas.

Dirección: Paul Thomas.

Desde que, en 1988, Paul Thomas comenzara su exitosa carrera como director de películas X después de 14 años dedicado a la interpretación, el realizador de Illinois ha sido uno de los habituales en la ceremonia de los AVN Awards. Desde 1991, cuando ganó el premio al mejor director por “Beauty & the Beast 2”, Thomas ha coleccionado siete estatuillas mientras que sus películas han copado el palmarés en los más prestigiosos premios del cine para adultos en cada una de sus ediciones.

De todos los galardones que ha conquistado Thomas, el que más mérito tiene es el que logró en 2002 por “Fade to black”, un filme que se alzó además con otras siete distinciones, entre ellas la de mejor película del año y mejor guión. Y tiene mérito porque “Fade to black” realiza la mejor disección sobre el cine para adultos que se ha hecho jamás desde dentro del propio porno a través de la historia de una pareja de novios que viaja a Los Angeles con la idea de introducirse en la industria del cine X. La visión desencantada de Paul Thomas sobre un mundo en el que ha trabajado desde hace casi 30 años cautivó a la crítica y el público, hasta el punto de que el filme fue uno de los más vendidos durante los dos años siguientes a su producción.

“Fade to black” muestra al mejor Paul Thomas, un director que ha evolucionado desde las películas orientadas a las parejas de sus inicios hasta un tipo de cine que cada vez se aproxima más a los cánones del porno primitivo, ya que sus filmes contienen una importante carga dramática y una estructura narrativa plenamente cinematográfica, sin olvidar la tensión sexual propia de las cintas del género. Así lo ha considerado la crítica especializada, que califica a “Fade to black” como la “mejor película de su director” a causa de su capacidad para hacer sentir emociones reales y retratar personajes, como la pareja protagonista, que se pueden encontrar a cientos en las agencias para modelos porno de Los Angeles.

TAYLOR HAYES

Nacida el 14 de enero de 1975 en Grosse Point (Michigan), en el seno de una familia con graves problemas de alcoholismo, Hayes creció en Dallas, donde llegaría a integrarse en un grupo de Alcohólicos Anónimos y donde se le despertó su vocación de pornostar al ver un vídeo de Ginger Lynn en la televisión de su casa. Comenzó a bailar en diversos clubes hasta que, en 1994, la revista Penthouse la tentó para posar desnuda en sus páginas. A finales de 1995, viajaría a Los Angeles para debutar como actriz porno. Con sus volcánicas interpretaciones, Hayes llamó la atención de las productoras que se la rifaban para que actuara en sus películas. Entonces conoció al director Seymore Butts, con el que compartiría amor y trabajo, con el que tuvo un hijo en el verano de 1996 y con el que rompió un año después. Su carrera se ha relanzado en los últimos años, gracias al auspicio de la Vivid.

PAUL THOMAS

Durante 14 años, Thomas fue un actor sobrio y elegante, con una agitada vida personal, llena de breves romances con compañeras de profesión (Annette Haven, Veronica Hart, Christian Heller, Honey Wilder) y algunos problemas con la ley (pasó un año en la cárcel por tráfico de drogas). Mas su trascendencia en la historia del género la adquirió como director y productor, ya que Paul Thomas representa la esencia de la factoría Vivid: películas políticamente correctas, de hermosa factura visual y con relaciones sexuales “convencionales”. Acusado de conservador por sus detractores, Thomas, que ha filmado cintas como “La masajista”, “Bobby Sox” o “Fade to black”, es de los pocos realizadores preocupados por la pérdida de narratividad del porno actual. Y así se lo ha reconocido la propia industria, ya que tres de sus películas han conseguido el máximo galardón en los AVN Awards de los últimos cuatro años.

Publicado en Interviu en enero de 2006.

Cenicienta X

Antes que las versiones sobre cuentos infantiles realizadas por D’Amato y Damiano monopolizaran el porno europeo de mediados de los 90, Paul Thomas realizó la primera aproximación paródica a la literatura para niños en ‘Cenicienta X’, una cuidada traslación al porno del cuento de Perrault.

Sinderella. EEUU. 1992.

Actores: Britt Morgan, Savannah, Mike Horner, Raquel Darian, P.J. Sparks, Melanie Moore, Randy Spears, Joey Silvera, Randy West, T.T. Boy, Derik Lane, Max Steed.

Producción: Paul Thomas

Dirección: Paul Thomas

La extraña fascinación que siente el ser humano por su infancia le ha llevado a buscar el lado más perverso de aquellas historias que escuchaba cuando era niño y adaptarlas a un universo adulto. Desde su legalización, el cine X ha vuelto su mirada hacia los cuentos infantiles intentando rescatar la vertiente sexual de aquellos relatos inocentes que fueron concebidos sin posibilidad de doble lectura. Fue el caso, por ejemplo, de ‘Alicia en el país de las pornomaravillas’, de Bud Townsed, versión libérrima del texto de Lewis Carrol. Pero en los años posteriores, el porno se centra más en una temática adulta para resucitar el imaginario infantil en la década de los 90.

De la mano de Luca Damiano y Joe D’Amato, el cine X europeo se convertiría, en la década pasada, en un paraíso para las cándidas historias para niños, con adaptaciones pornográficas de casi todas ellas. Unos años antes de que esta moda inundara el panorama del Viejo Continente, Paul Thomas realizó la primera aproximación al mundo de los relatos infantiles al transformar a los personajes de ‘La Cenicienta’, de Charles Perrault, en protagonistas de una película X.

En 1992, la factoría Vivid se encontraba en pleno apogeo, con una numerosa producción de filmes de calidad en los que participaban las mejores actrices del género. Paul Thomas era el realizador encargado de dar salida a las perspectivas comerciales de la Vivid con cintas filmadas en soporte vídeo, de alto presupuesto, y que se comercializaban en dos partes para extraer el máximo rendimiento comercial. Las películas de Thomas durante aquel momento de su carrera presentan todas una estructura muy similar, basada en los presupuestos del mainstream, y su mayor o menor calidad depende en gran medida del guión que desarrollaran y el tirón de sus protagonistas.

En ‘Cenicienta X’, Paul Thomas recreó los ambientes originales del texto de Perrault para realizar una parodia, más o menos bienintencionada, de los mecanismos del cuento infantil. Para ello, el director y guionista del filme reforzó el maniqueísmo de un relato en el que sus personajes sólo tienen un punto en común: su aprecio por el sexo. Cenicienta, su madrastra, las hermanastras y el resto de caracteres que transitan por el cuento de Thomas tienen buen o mal corazón, pero demuestran en cada momento sus ganas de disfrutar del sexo sin distinción de clases sociales. Y para ello, nada mejor que Savannah, en el mejor momento de su carrera, personificando la mezcla de candidez y perversidad del personaje protagonista.

Pero el mayor reto de la película es su ambientación. Escondido bajo el femenino seudónimo de Judy Blue, el propio Thomas se encargó de supervisar la dirección artística de la cinta para adornarla de un halo de época que hiciera más creíble la historia, pese a que las desventuras de Cenicienta son un tema tan universal que podrían haberse localizado en cualquier tiempo. De hecho, la siguiente versión X del cuento de Perrault, ‘Cenicienta X 2000’, de Jace Rocker, prescinde de la parafernalia artística de hace tres siglos para situar el mito del ascenso social de una mujer sin recursos en el presente.

MELANIE MOORE, EL HADA DEL SEXO ANAL

Irónicamente, una de las reinas del sexo anal de los 90, la rubia Melanie Moore, interpreta en ‘Cenicienta X’ un papel sin escenas sexuales: el de hada madrina. Nacida en Oklahoma en 1962, Moore vivió en varias ciudades del sur de los Estados Unidos a causa de la profesión de su padre, militar de la Armada norteamericana. Obsesionada por llegar virgen al matrimonio, practicaba el sexo anal con su novio, lo que le facilitaría una especialización en el mundo del porno, a donde llegó en 1992 tras haber trabajado como stripper. Durante los tres años siguientes trabajaría en más de 300 películas X, entre ellas ‘Cenicienta X’ y ‘Crazed’, de Paul Thomas, y ‘Whispered Lies’, de Jean-Pierre Ferrand. En 1995 abandonó el cine X para dedicarse al baile erótico.

SINOPSIS ARGUMENTAL

La dulce Cenicienta vive con su padre viudo disfrutando de los placeres de la naturaleza. Hasta que su padre decide casarse con la malvada Prudence, una viuda que tiene dos hijas, Agnes y Annabel. El día de la boda, el padre de Cenicienta muere envenenado y ella queda como criada de su nueva familia. En el reino donde habitan, los reyes preparan un gran baile para encontrar esposa al príncipe heredero. Prudence, Agnes y Annabel son invitadas a la fiesta e impiden que Cenicienta asista. Pero, gracias a la mediación de Lord Essex, un amigo de la familia, y del hada madrina de la joven Cenicienta podrá acudir a palacio.

Publicado en Interviu, dentro de la colección ‘Las mejores películas del cine X’, en diciembre de 2001.

Bajo juramento IV: El ver-erecto final

La cuarta entrega de la serie «Bajo juramento» resuelve el juicio por obscenidad emprendido por la un juzgado de Los Angeles contra una película X. Y lo hace con la película más atrevida de toda la saga, que contiene tres números eróticos de alto voltaje y un festival de sexo de primera.

On trial, part 4. The Verdict. EEUU. 1992.

Actores: Racquel Darrian, Savannah, Sharon Kane, Kym Wilde, P.J. Sparxx, Gloria Leonard, Sean Michaels, Randy Spears, Derrick Lane, Scott Irish, Woody Long, Peter North, Eric Price.

Producción: Paul Thomas.

Dirección: Paul Thomas.

Como si de una película de suspense se tratara, Paul Thomas reservó los mejores números eróticos de la saga ‘Bajo juramento’ para la cuarta y última entrega. Parece como si la intención de Thomas fuera la de concentrar la parte más densa de la serie en cuestión dramática para, en su postrero tramo, descargar una salva de fuegos de artificios X que satisficieran al espectador más exigente.

Esta estrategia tiene una lógica. Tras gastar su artillería verbal en la primera mitad del largo proceso, el guión de Thomas se dedicó a analizar cada una de las especialidades más comunes en el «mainstream» del porno americano. Así, ‘Bajo juramento’ se articulaba en una primera mitad, predominantemente teórica, y una segunda (compuesta por la tercera y cuarta entregas), completamente práctica.

Sin embargo, el supuesto «libro de estilo» de la factoría Vivid le impedía a Thomas excederse en sus imágenes. La productora que revolucionó el mundo del vídeo erótico en la industria reinventando el «star system» y estableciendo un modelo de películas «políticamente correctas» que pudieran ser disfrutadas en la intimidad de las parejas nunca había traspasado las fronteras de lo «convencional» en el género para adentrarse en los caminos del sexo bizarro. Por ello, la apuesta de Paul Thomas por reflejar algunas prácticas comunes de la historia de la pornografía para ilustrar su supuesto juicio no vulneran nunca el sentido de la belleza que la Vivid ofrece a sus clientes.

Hay en ‘El ver-erecto final’ una inmersión en el mundo del trasvestismo, con Peter North disfrazado de mujer en un número erótico osado con Kym Wilde, pero su estética no es la tradicional del porno con travestis que podemos encontrar en las estanterías de los video-clubes. Del mismo modo, el número de Savannah disfrazada de colegiala junto a un impávido Randy Spears (con toda seguridad, la mejor escena sexual de la desaparecida actriz) nunca deja dudas sobre su carácter de ficción. Savannah utiliza una piruleta de fresa en sus escarceos eróticos, pero su mirada, sus habilidades amatorias y su físico nunca engañan al espectador: es una falsa «teenager» como las que aparecen en las películas de debutantes. Con ello, Thomas enfatiza el engaño de un género que, para lograr un público ávido de carne inexperta, utiliza el vestuario como reclamo. Y hay también un número de sadomasoquismo blando, pero su contemplación no produce rechazo a las mentes sensibles que no pueden soportar el dolor ajeno aunque a quien lo soporta le produzca placer.

La serie ‘Bajo juramento’ termina con ‘El ver-erecto’. El largo juicio contra la pornografía se resuelve con un festival de erotismo que cautivaría a la crítica y el público. Pese a no cosechar premios en los Oscar que concede anualmente el porno, debido a su extraño formato, ‘Bajo juramento’ es considerada hoy en día la mejor serie de cine X jamás realizada desde la mítica ‘Taboo American Style’, de Henri Pachard.

RANDY SPEARS, DOS CARRERAS EN UNA

El apuesto Randy Spears comparte en ‘El ver-erecto final’ la mejor secuencia de sexo de la carrera de Savannah. Crecido felizmente en el Medio Oeste americano, Spears llegó al porno, después de una discreta carrera en el cine convencional, en 1988. En poco tiempo, Spears se integró en la nueva generación de actores jóvenes y guapos que irrumpieron en la industria a finales de los 80. Convertido en una estrella, gracias a su participación en películas como ‘New wave hookers 2’, ‘Fantasías de noche’ o ‘Bajo juramento’, conoció en 1990 a la actriz Danielle Rodgers, con la que se casó meses después. En 1992, coincidiendo con el nacimiento de su primer hijo abandonó el porno para regentar su propio gimnasio en Filadelfia. En 1998 volvió al porno, de nuevo como una estrella, para protagonizar algunos de los mejores filmes de fin de siglo.

SINOPSIS ARGUMENTAL

El jurado que delibera sobre la supuesta obscenidad de la película X ‘Backdoor Romance’ está a punto de tomar una decisión. Pero antes debe informarse sobre determinadas prácticas eróticas que aparecen en la película y que son propias del porno. El travestismo, el empleo de supuestas menores como actrices y el sadomasoquismo son estudiadas concienzudamente por los hombres y mujeres que juzgarán a la película, a través de fragmentos del filme en los que aparecen representadas dichas especialidades sexuales. Finalmente, y con todos la documentación visionada y analizada, dará a conocer su veredicto.

Publicado en Interviu, dentro de la colección ‘Las mejores películas del cine X’, en noviembre de 2001.

Bajo juramento III: Calentando a sus señorías

La tercera parte del serial «Bajo juramento» cambia de escenario para entrar en la intimidad del jurado popular que deberá dictaminar sobre la obscenidad de una película X. Las discusiones sobre la condición moral de la pornografía dejan paso a la práctica, con una estética muy parecida a los filmes X-Chic.

On trial, part 3: Takin’it to the Jury. EEUU. 1992.

Actores: Savannah, Racquel Darrian, Danielle Rogers, Kym Wilde, Sharon Kane, P.J. Sparxx, Gloria Leonard, Randy Spears, Sean Michaels, Eric Price, Scott Irish, Derrick Lane, Woody Long.

Producción: Paul Thomas.

Dirección: Paul Thomas.

Aunque ‘Bajo juramento’ es una serie concebida como unidad, las dos primeras entregas (aquellas en las que se desarrolla la vista oral) se filmaron con una diferencia de tres meses con respecto a las dos siguientes. En abril de 1992, Paul Thomas retomó el argumento primario de un proceso judicial contra la pornografía, representada aquí por una película X, para continuar la saga con las deliberaciones del jurado popular. Esta circunstancia indica que, a pesar de que la serie estaba diseñada para constituir una mastodóntica película de cuatro horas de duración, su costosa producción hubo de ser fragmentada en dos etapas, con dos repartos diferentes y dos concepciones visuales contrapuestas.

El motivo de la película continuaba siendo el mismo, pero los escenarios y los personajes cambiaban. La película adquiere ahora un tono similar a ‘Doce hombres sin piedad’, la obra de Reginald Rose llevada al cine por Sidney Lumet en la que es considerada una de las obras maestras del cine judicial, para presentarnos a un jurado variopinto que analiza las secuencias de la obra juzgada mientras discute sobre los pormenores de la denuncia. El jurado en cuestión aglutina a dos representantes de la clase burguesa y tres trabajadores, todos unidos por las dudas que suscita en sus conciencias la obscenidad del filme. Como un guiño a todas las dificultades históricas que había padecido el mundo del porno, Thomas tuvo la habilidad de incluir en el reparto, en un papel dramático, a la mítica Gloria Leonard, una actriz que contaba entonces con 52 años y que trabajaba como ejecutiva en la Adult Film Asociation, la organización gremial del porno norteamericano.

El planteamiento de la segunda parte de la serie (tercera y cuarta entregas en la distribución comercial) se parece más a las películas X-Chic que a los filmes que hacía en aquel momento Paul Thomas. Con una historia como base, se suceden las escenas sexuales en las que participan, en su mayoría, personajes que no forman parte del jurado. Así, el filme se articula como un compendio de hermosos video-clips que ilustran cada uno de los temas que la discusión va desgranando. Se escenifican las fantasías de los miembros del jurado, se muestran escenas de la película pleiteada e incluso se interrelacionan ambos campos con los imaginarios encuentros entre los héroes de la ficción y los personajes «de carne y hueso».

El resultado es un filme visualmente mucho más atractivo que sus precedentes, aunque menos provisto de tensión dramática. Como si a Paul Thomas, guionista de la serie, se le hubieran acabado los temas de discusión, opta por representarlos en imágenes con el débil contrapunto del comentario final. No obstante, la propia acción mantiene en vilo al espectador en espera de una decisión final que ponga fin al largo proceso. Una decisión que vendrá aderezada, en la cuarta y última entrega de este culebrón que mezcla el cine judicial con la crítica a la hipocresía de la sociedad, con los mejores números sexuales de toda la serie. Para llegar a ellos habrá que esperar el veredicto de quienes juzgan.

RACQUEL DARRIAN, LA FIDELIDAD

Como en muchas des las películas protagonizadas por Racquel Darrian durante su carrera, la bella actriz de Kansas comparte sudores en ‘Calentando a sus señorías’ con su marido, el mediocre actor Derrick Lane. Pareja artística y sentimental de Lane desde 1987, Darrian era, en el año de producción de la película, la actriz más deseada del porno norteamericano, gracias a su impresionante belleza y a sus actuaciones en filmes como ‘Cenicienta X’, ‘Raquel desnuda’ o ‘Sangre y sexo’, todas ellas de Paul Thomas. La «fidelidad» laboral que guardaba a Lane fue rota, contractualmente, por la compañía Vivid, que la convenció para que compartiera escenas de sexo con otros actores. Por poco tiempo. Desde el nacimiento de su hijo, la escasa presencia de Darrian en el porno se ha limitado a números lésbicos o aburridas recreaciones de la vida conyugal.

SINOPSIS ARGUMENTAL

Finalizada la vista oral, los miembros del jurado se reunen a puerta cerrada para decidir si la acusación de obscenidad que pesa sobre ‘Backdoor Romance’ está fundada en los hechos. Sus componentes debaten sobre si lo obsceno está en la mente de quien escribió el guión o en la de los espectadores de la cinta, si las mujeres pueden sentirse degradadas con la imagen que la película ofrece de ellas, si la película se ajusta a lo que sucede en la realidad o el sentido de las eyaculaciones faciales que el porno establece como típicas. Para ello, se apoyan en determinadas secuencias del filme, pero no acaban de llegar a ninguna conclusión positiva, debido principalmente a su heterogeneidad.

Publicado en Interviu, dentro de la colección ‘Las mejores películas del cine X’, en noviembre de 2001.

Bajo juramento II: Juicios orales

El éxito de la serie televisiva «La ley de Los Ángeles» propiciaría un aluvión audiovisual judicial que inundaría el cine y la televisión. El porno también se apuntó a la moda con «Bajo juramento», cuyas dos primeras entregas reproducen los esquemas del exitoso culebrón judicial.

On trial, part 2: Oral arguments. EEUU. 1992

Actores: Christy Canyon, Savannah, Britt Morgan, Jeanna Fine, Jon Dough, Mickey Ray, Scott Irish, T.T. Boy, Carl Esser, Nick E., Henri Pachard.

Producción: Paul Thomas.

Dirección: Paul Thomas.

Paralelamente a la resistencia heróica del cine X en los juzgados, las televisiones norteamericanas empezaron a emitir series en las que se describía, con todo lujo de detalles, la vida en la corte judicial. La más famosa de todas ellas fue ‘La ley de Los Ángeles’ (‘L.A. Law’), una creación de Steven Bochco, el ideólogo de ‘Canción triste de Hill Street’. ‘La ley de Los Ángeles’ comenzó a emitirse en 1986 (año de crisis por excelencia para la industria pornográfica) en la cadena norteamericana NBC y devino rápidamente en una serie mítica. La cuidada elaboración de sus guiones, su reparto coral y el interés de los casos planteados atrajeron inmediatamente el interés de la audiencia.

Las vicisitudes del bufete MBCK (McKenzie, Brackman, Chaney y Kuzak) se prolongarían durante ocho temporadas y 171 episodios en la cadena generalista americana, pero su estela sería muy larga. El guionista David E. Kelley se curtió en los despachos de la serie para, años más tarde, perfeccionar la fórmula en ficciones como ‘Ally McBeal’ o ‘El abogado’. Su repercusión en el cine daría lugar a un renacimiento del cine judicial, un género muy de moda en los años 60, hasta el punto de que, hoy en día, la industria de Hollywood continúa haciendo películas sobre ambientadas en las salas judiciales.

Como en otras ocasiones, el porno no permaneció ajeno a esta moda e ideó una fórmula para trasladar la estética de ‘La ley de Los Ángeles’ hacia su propio terreno. La acusación que una sociedad de consumidores hace de obscenidad sobre la ficticia película ‘Backdoor Romance’ (un título que, por cierto, corresponde a una película de 1984 especializada en sexo anal y que tenía al propio Paul Thomas como protagonista) serviría de puente para realizar la cinta X más próxima al cine judicial hollywoodiense.

Paul Thomas era, en 1992, el realizador bandera de la filosofía comercial de la factoría Vivid. Sólo él, con su peculiar forma de dirigir, podía llevar a buen puerto una película coral de cuatro horas de duración en la que, además de las consabidas escenas sexuales, existiera un atisbo de denuncia a la hipocresía de una sociedad que denosta públicamente el cine X pero que se apresura a consumirlo en masa. Thomas afrontó el reto dividiendo el enorme proyecto en dos partes bien diferenciadas: la primera se desarrollaría en la sala de juicios, con el esquema clásico de las películas judiciales y los añadidos «televisivos» de las relaciones que cada una de las partes establecen fuera del tribunal, y la segunda se dedicaría íntegramente a las deliberaciones del jurado popular.

Por imperativos comerciales, el filme se distribuyó en cuatro entregas, aunque las dos primeras y las dos últimas mantienen una hilazón argumental y estética.'»En defensa de la muy p…’ y ‘Juicios orales’ representan la vista oral del caso y presentan a los actores con la sobriedad que lo hacía la serie de televisión en la que se inspiró. Thomas contó con un elenco bien repartido, formado por 12 actores, en el que destacaba la curiosa presencia de Henri Pachard interpretando al juez Rhineholt, encargado de presidir la vista. Una cita del poeta inglés John Keats sobre el valor de la belleza enmarca la primera parte de un macrofilme que, en sus dos horas siguientes, perdería cierta dosis de denuncia para adentrarse en la descripción del sexo en el cine.

CHRISTY CANYON, LO MÁS NATURAL

El contrapunto a la lozanía ingenua de Savannah lo pone en ‘Bajo juramento’ la veterana Christy Canyon en una de las mejores interpretaciones de su irregular carrera. Secundaria de las «reinas del vídeo» a mediados de los 80, Canyon se tomó un respiro en el porno en 1985 para trabajar en diversos oficios. Pero su retorno, en 1989, sería triunfal. Hasta 1992, esta actriz de exuberantes pechos no retocados viviría sus mejores años profesionalmente hablando bajo el manto protector de la Vivid, con películas como ‘Crazed’ o ‘Bajo juramento’, todas de Paul Thomas. Canyon aportaba con su físico la vuelta a los cuerpos naturales frente a la invasión de silicona que proponía la nueva generación de «starlettes». A finales de 1992 abandonaría de nuevo el cine X para regresar tres años después y protagonizar una decena de filmes en los que constituirían su últimas aportaciones al cine para adultos.

SINOPSIS ARGUMENTAL

La vista oral del juicio contra el productor y la protagonista de la película porno ‘Backdoor romance’ continúa con la declaración de los testigos. Candy, una actriz de cine X, sube al estrado para atestiguar que en todas sus películas ha mantenido relaciones sexuales con otras mujeres. Más tarde, el jurado analiza algunas secuencias de la película procesada, lo que provoca algunas reacciones incontroladas entre los improvisados espectadores. Esta circunstancia es aprovechada por la abogada de la defensa para plantear las diferencias entre la pornografía y el erotismo. De esta manera, finalizará la vista oral a la espera de la decisión del jurado sobre la acusación de obscenidad.

Publicado en Interviu, dentro de la colección ‘Las mejores películas del cine X’, en octubre de 2001.

Bajo juramento I: En defensa de la muy p…

Los juicios contra la pornografía son parte de la historia americana, desde que a principios de la década de los 70 se abolieron las restricciones para producir películas con sexo explícito. Como en ‘Bajo juramento’, la sociedad americana está dividida desde hace 30 años entre defensores y detractores.

On trial, part 1: In defense of Savannah. EEUU. 1992.

Actores: Savannah, Christy Canyon, Britt Morgan, Jeanna Fine, Jon Dough, Mickey Ray, Scott Irish, T.T. Boy, Carl Esser, Peter North, Henri Pachard.

Producción: Paul Thomas

Dirección: Paul Thomas.

Desde que, en 1971, el cine porno fue legalizado por la Administración norteamericana, los sectores más conservadores de la sociedad han llevado a los tribunales, en numerosas ocasiones, a películas y profesionales de la industria con el argumento de que ofendían a la moral y las buenas costumbres. En 1972, tras el estreno de ‘Garganta profunda’, los espectadores interpusieron más de 60 demandas por obscenidad contra la película, animados por las asociaciones conservadoras. La ausencia de una legislación específica sobre la pornografía en los Estados Unidos, que marcara los límites entre lo que se podía y no se podía ver, propició un contradictorio batiburrillo de sentencias en las que, depende del juez o el Estado en que se hubiera formulado la demanda, se permitía o se prohibía la exhibición del filme. Como suele suceder en estos casos, la polémica judicial resultó muy rentable para la promoción de la película.

No obstante, la batalla judicial dejó más damnificados de los previstos. El actor Harry Reems, co-protagonista de ‘Garganta profunda’, dio con sus huesos en la cárcel en 1975 con los cargos de distribuir material pornográfico. La apelación, a la que contribuyeron económicamente personajes del mundo de Hollywood como Jack Nicholson o Warren Beatty, acabó por revocar la sentencia, pero arruinó la carrera de Reems. Su caso fue consecuencia de una polémica decisión judicial de la Corte Suprema conocida como «el caso Miller» que, en 1973, permitió severas restricciones de ámbito local en materia de obscenidad y pornografía. En algunos estados americanos, las leyes perseguían la pornografía con la misma virulencia que treinta años antes.

La edad de oro del porno norteamericano coincidió con la llegada del demócrata Jimmy Carter a la presidencia. Amainaron los ataques contra la industria pero, desde que en 1981 Ronald Reagan accedió a la Casa Blanca, los problemas se acentuaron. La Administración republicana oyó las demandas de las asociaciones ultraconservadoras y tuvieron la excusa perfecta para actuar a raíz del escándalo suscitado por el descubrimiento de que Traci Lords había hecho carrera en el porno siendo menor de edad.

El cine porno volvió a los banquillos y sus consecuencias inmediatas fueron desastrosas para la industria: actores, directores y productores pasaron por las cárceles o tuvieron que abonar fuertes fianzas, y miles de cintas de vídeo fueron confiscadas. Pero la peor fue que el complejo sistema judicial estadounidense generó un variopinto catálogo de normas en las que, según el Estado de la Unión en el que se trabajaba, se aceptaban o perseguían determinadas prácticas sexuales. En los estados más conservadores, la pornografía seguiría siendo un tema tabú.

Con el cambio de gobierno producido en 1992, la pornografía respiró tranquila. El demócrata Bill Clinton alejó a la industria del porno de los juzgados con una política más liberal que incluso permitía parodiar sus propias infidelidades. Localizada la producción en un 90 % en el Estado de California, uno de los departamentos administrativos con una legislación más laxa sobre el tema, el cine porno ha quedado casi como un «ghetto» en el que, afortunadamente, nadie se mete. Mas la vuelta de los republicanos al poder, con George Bush a la cabeza, en enero de 2001 promete un recrudecimiento del juicio universal que la América más intransigente plantea para erradicar uno de los negocios más lucrativos del país.

BRITT MORGAN, SUREÑA INSACIABLE

Originaria de Tennessee, Britt Morgan fue, entre 1987 y 1992, una de las actrices más apreciadas en la industria. Su acento sureño, que añadía un toque singular a los diálogos, y su atrevimiento en las escenas de sexo fueron las marcas definitorias de una actriz cuyo aspecto físico denotaba más edad de la que en realidad tenía. Antes de las que fueron sus mejores interpretaciones, ‘Cenicienta X’ y ‘Bajo juramento’, ambas de Paul Thomas, la carrera de Morgan estuvo ligada a la del director Jace Rocker, quien fue su marido durante seis años. Poco después de divorciarse de Rocker abandonó el porno para volver a casarse en Texas con un hombre que le doblaba en edad dejando tras de sí más de 150 películas en las que demostró una voracidad sexual sin límites (su récord personal era de 32 hombres en un mismo filme). En febrero de 2001 volvió al porno.

SINOPSIS ARGUMENTAL

Presidida por el juez Rhineholt, se celebra la vista oral del caso de una película porno acusada de obscenidad. Contra el filme dirigido y producido por Peter Shulman ‘Backdoor romance’ va dirigida la demanda, que se amplia a su principal protagonista: la actriz de cine X Scarlet. El fiscal y la abogada de la defensa discutirán, en el interrogatorio a los testigos, sobre si la pornografía constituye un delito mientras, lejos de la corte, cada uno de ellos lleva su propia vida sexual. El proceso se complica cuando aparece un testigo de cargo, Jama Winters, que afirma haberse sentido obligada por el productor a realizar actos obscenos en la pantalla.

Publicado en Interviu, dentro de la colección ‘Las mejores películas del cine X’, en octubre de 2001.

Justine

Un triángulo amoroso cuyos vértices son un padre y un hijo fue el instrumento utilizado por Paul Thomas para elaborar una de sus películas más brillantes, en la que se mezclan los sentimientos y las pasiones y donde la vida interior de los personajes tiene tanta importancia como el sexo.

Justine: Nothing to Hide II. EEUU. 1993.

Actores: Roxanne Blaze, Mike Horner, Tianna, Nick East, Diana Lauren, Brad Armstrong, Lacy Rose, Alex Sanders, Paul Thomas.

Producción: Paul Thomas.

Dirección: Paul Thomas.

«Quiero expandir mis horizontes. Dirigir y producir es un gran desafío para mí, porque estoy cansado de interpretar. Si fuera un actor de cine convencional, probablemente me gustaría seguir actuando, pero el cine X está muy limitado». Con esta declaración de principios, Paul Thomas, de 35 años, dio carpetazo a su carrera como estrella del porno para pasarse a la dirección. Fue en 1988, tras casi 14 años en escena, donde se había consagrado como uno de los actores emblemáticos de la edad de oro del cine X norteamericano. Lo que nadie sospechaba es que Thomas, un personaje que había vivido de cerca toda la evolución de la industria X estadounidense, estaba llamado a convertirse en el director más famoso de la era del vídeo.

En su dilatada experiencia como actor, Thomas había asistido a la progresiva pérdida de narratividad de un género en el que el sexo, pese a su importancia, pasó de ser un elemento diferenciador con respecto al resto de cine a convertirse en el objeto principal de su existencia. Tras un año y medio como productor de las películas de Henri Pachard, Paul Thomas decidió dirigir sus propios filmes conservando los rasgos que caracterizaron al porno de los 70. Pronto se convertiría en un director enseña para la compañía Vivid, la productora que había revolucionado el mercado del vídeo para adultos con una estrategia comercial basada en el star system y la cuidadosa elaboración de sus cintas. Thomas era el vehículo idóneo para llevar a cabo los objetivos de Vivid: corrección técnica, pocos artificios estilísticos y una potenciación de las estrellas que favorecía los intereses de la casa.

En 1993, Paul Thomas había realizado ya unas 100 películas, durante cinco frenéticos años, por las que habían desfilado los grandes mitos sexuales del porno americano. La Vivid le encomendó el proyecto de rodar la segunda parte de una de las películas clásicas de los 80: ‘Nothing to Hide’, de Anthony Spinelli. Protagonizada por John Leslie y Richard Pacheco, la película de Spinelli era una adaptación libre de la novela ‘Lenny y George’, de John Steinbeck, en la que se narraban los diferentes puntos de vista sobre las relaciones de pareja de dos amigos. Thomas admiraba el clásico de Spinelli y aceptó el reto de continuarla doce años después. Encargó a su guionista habitual, Raven Touchstone, que desarrollara una historia que conectara con aquél filme y se dispuso a filmarla.

La versión de Thomas se parece mucho a la de Spinelli en su extensa carga dramática. Contrariamente a la tendencia que arrastraba el porno de los 90, los personajes de ‘Justine’ tienen dudas y sentimientos, y los expresan ante la cámara. Sin embargo se diferencia en un aspecto: Paul Thomas transformó a los dos amigos en padre e hijo para subrayar el cambio generacional que apunta el filme. Como añadido, bautizó a la heroína del filme con el sadiano nombre de Justine en la faceta de su personalidad compartida con el padre de su novio.

Como su precedente, ‘Justine’ recibió el beneplácito de la crítica y el público por su elegante tratamiento de las relaciones personales. Adam Film Word la consideró la segunda mejor película de 1993, sólo por detrás de la mastodóntica producción de John Stagliano ‘Face Dance’, la X-Rated Critics Organization le otorgó el galardón de mejor vídeo del año y nombró a Thomas mejor director del año.

ROXANNE BLAZE, UN AÑO DE GLORIA

La fugaz presencia en la industria X de Roxanne Blaze tiene como punto más alto su papel protagonista en ‘Justine’, por el que obtuvo el galardón que otorga AVN a la mejor actriz del año. Nacida en Burbank (California) en 1974, Roxanne entró en el mundo del porno con 18 años y, sin dilación, su extraordinaria belleza y sus dotes interpretativas la catapultaron a papeles de protagonista. Con su verdadero nombre (Sarah Bellamo) y los seudónimos de Roxanne Blaze y Crystal Lea, en 1993 figuró en los créditos de 27 películas, entre ellas, además de ‘Justine’, ‘Blaze of Glory’, de M. Stone, ‘Steamy Windows’, de Paul Thomas, y ‘Parlor Games’, de Judy Blue. Pero en noviembre de 1993, con la misma celeridad con la que había accedido al estrellato, se retiró para desaparecer del entorno del cine para adultos después de un año de gloria.

SINOPSIS ARGUMENTAL

Durante un paseo por la playa, David anima a su padre Simon, un atractivo viudo, para que rehaga su vida con otra mujer. Simon acude a un sex-shop y allí conoce a July, la hermosa dependiente del establecimiento de la que se enamora. Se citan y comienzan una apasionada relación amorosa pese que ella, en un principio, se resiste al alegar que tiene novio. El amor entre July y Simon se va consolidando sobre la base de una suerte de juegos sexuales que incluyen las orgías. Pero un día July descubre que su amado es realmente el padre de David, su novio. Ofuscada por los acontecimientos, se debate entre la seguridad que le ofrece David y la experiencia de Simon. Tras un tenso encuentro entre los tres, July decide marcharse de la ciudad abandonando a sus dos amores.

Publicado en Interviu, dentro de la colección ‘Las mejores películas del cine X’, en septiembre de 2001.

El diablo, otra vez

La distribuidora Negro y Azul estrena en España ‘The New Devil in Miss Jones’, el remake del clásico de Gerard Damiano ‘El diablo en la señorita Jones’ que se convirtió el enero pasado en la película triunfadora en los AVN Awards celebrados en Las Vegas. Una ocasión ideal para los aficionados de retornar al universo de Justine Jones.

“El diablo en la señorita Jones es una de las dos o tres mejores películas X de la historia”. Quien así opina es Paul Thomas, realizador de cine porno que, en 1973, año de realización del clásico de Gerard Damiano, interpretaba a Pedro en la versión cinematográfica de la ópera-rock ‘Jesucristo Superstar’ que dirigió Norman Jewison. El visionado de ‘El diablo en la señorita Jones’ impulsó a Thomas a trabajar como actor porno, una ocupación con la que había coqueteado durante sus años juveniles de actor en el “off-Broadway”.

Por eso, 32 años después de su estreno, Thomas aceptó con entusiasmo la propuesta de la compañía Vivid para rodar un remake de la película que mejor representa el existencialismo en el universo X. Pero, en vez de ofrecer una versión tecnológicamente mejorada de la obra maestra de Gerard Damiano, asumió el reto de reinterpretar una trama tan rica en matices como analizada a lo largo de tres décadas por los críticos especializados.

Si en ‘El diablo en la señorita Jones’ Damiano nos conducía a un antipurgatorio en el que Justine Jones, la madura protagonista, debía someterse a un cursillo acelerado de lujuria, en ‘The New Devil in Miss Jones’, Thomas recoge la idea principal de aquel filme (la máxima sartriana de que “el infierno son los otros”) para mostrarnos la vida cotidiana de una virgen reprimida que se niega al placer carnal por principios. Su propio infierno será vivir en un mundo presidido por la cotidianeidad del deseo consumado, por la explicitación del sexo en cualquier situación. Pero Thomas no se contenta con trasladar el averno a una empresa editorial gobernada por una mujer (la espléndida Jenna Jameson), sino que esboza una serie de claves para comprender que la realidad puede ser mucho peor que una eternidad diabólica: la pérdida de memoria, las ocasiones perdidas y la represión sexual pueden ser tan infernales para nuestros semejantes como lo es la muerte para cualquier ser humano.

Con una atmósfera inspirada en los grandes thrillers psicológicos que dominaron el panorama audiovisual del Hollywood de los noventa (‘Seven’, ‘Instinto básico’), Paul Thomas lleva a la pantalla un guión de Dean Nash y Raven Touchstone en el que se mezclan el suspense y el sexo en un cóctel explosivo, acentuado por la sobriedad de los escenarios, la inquietante música que acompaña todo el filme y la hermosa contundencia de las escenas sexuales. En ellas tiene una presencia sobresaliente la neoyorquina Savanna Samson, de quien ya conocíamos su capacidad para practicar el sexo delante de las cámaras y su inteligencia como empresaria vinícola, pero no su extraordinario valor como actriz dramática. Samson borda un personaje tan rico y complejo como el de Justine Jones, reprimido y fatalista, tímido y desbocado a la vez, que había consagrado en la década de los 70 a Georgina Spelvin como una de las grandes estrellas del género. Como homenaje a aquella pionera, Thomas reserva un papel secundario, sin escenas eróticas, a la ahora sexagenaria protagonista de la película original.

Jenna Jameson, Roxanne Hall, Angelica Sin y Brooke Alexander completan el reparto femenino de un filme extraordinario, que dignifica más, si cabe, a su referente y que arrasó en la última edición de los AVN Awards, los considerados Oscar del porno, con nueve estatuillas, entre ellas las de mejor película, mejor director y mejor actriz protagonista.

Publicado en Interviu en abril de 2006.

42. La segunda edad de oro

La industria americana de cine X alcanzó su máximo esplendor bajo la presidencia de Bill Clinton. El talante liberal del primer mandatario norteamericano provocó un importante auge de la producción que se vio acompañado por un significativo aumento del consumo entre el público estadounidense. En 1996, según un reportaje publicado en U.S. News & World Report, los americanos gastaron más de 8 billones de dólares en vídeos porno, peep-shows, televisión por cable para adultos, aparatos sexuales, porno por ordenador y revistas eróticas.

Parte de la aceptación del porno entre el contradictorio público americano se debió a la extraordinaria diversidad de la oferta. El aficionado podía encontrar en las estanterías de su video-club o sex-shop prácticamente todo lo que deseara. Como tres lustros antes, pero a gran escala, el mainstream abarcaba géneros tan diversos como la aventura (‘The Temple of Poon’, de Stuart Canterbury), el thriller (‘The Dream Team’, de Jim Enright), la comedia (‘Night Shift Nurses 2’, de Jim Holliday), la ciencia-ficción (‘Penetrator 2’, de Nic Cramer) o las películas de piratas (‘Conquest’, de Greg Steel y Brad Armstrong). Por no hablar de los diferentes subgéneros creados a partir de la corriente principal, tales como el interracial, el gonzo o los filmes de sexo extremo.

Sex Freaks.

Ante tan vasta oferta, la alternativa de los directores más avispados para destacar era la originalidad. Gregory Dark lo había entendido desde hace años pero llevó su transgresión hasta lindes insospechados en el género con ‘Sex freaks’, una película en la que utilizaba actores con malformaciones físicas para edificar una estética similar a ‘La parada de los monstruos’ de Tod Browning. ‘Sex freaks’, elegida mejor película del año por AVN, fue la obra más personal de Dark en un año en el que también triunfó entre la crítica con ‘Shocking Truth’ y ‘Flesh’. En la misma línea de Dark, pero tamizada por su obsesión por los culos, John Stagliano dirigió una de sus películas más surrealistas: ‘Buttman in the crack’. Stagliano sigue a una extraña chica y acaba entrando en el interior de un enorme ano, poblado de insólitos habitantes.

En los antípodas del sexo onírico de Dark y Stagliano, Paul Thomas se convirtió en 1996 en un realizador valorado por la crítica con dos cintas. ‘Bobby Sox’ contaba la historia de un actor alcohólico y pervertido que topa con dos hermanos ambiciosos que planean producir un filme de serie B. “La frontera” contaba con una trama más convencional: la fascinación de una pareja de amantes por el cálido ambiente de un pueblo mejicano. Gracias a estas dos películas, Steven St. Croix se erigió como el actor fetiche de Thomas. Sin embargo, los caminos del porno más convencional de calidad apuntaban en otras direcciones. Michael Ninn filmó la secuela de ‘Latex’, titulada ‘Shock’, en la que volvía a insistir en el tema del control de la mente y la influencia de la realidad virtual sobre los hombres. El debutante Michael Santangelo desafió a la corriente dominante en el género, preocupada de la imagen más que del argumento, con ‘The palace of pleasure’, una intrincada historia ambientada en la “ley seca”. La pareja de directores de moda en el porno americano, Greg Steele y Brad Armstrong, pergeñaron una trama de traiciones y sexo en ‘Double Cross’. Y el maestro Andrew Blake retornaba al porno después de casi tres años dedicado al softcore, con ‘Libertad’, un película producida por su recién creada compañía.

Shock.

LA RESURRECCIÓN DE SAVANNAH

Dos años después de su trágica muerte, Savannah resucitaría para el porno en ‘Little girl lost’, un filme que reconstruía su tortuosa vida y las circunstancias que la llevaron al suicidio en julio de 1994. Bajo la dirección del actor Buck Adams, el biopic sobre la groupie más famosa del cine X distaba mucho de ser la amable biografía de una actriz porno incapaz de soportar la presión de la fama, como ya había ocurrido con las biografías de Traci Lords o Shauna Grant. Era más bien un descarnado y arriesgado retrato del mundo del porno en el que pocos salían bien parados. Rebecca Wild, una neumática rubia con la misma angelical mirada que la diva muerta, interpretó a Savannah y el propio Buck Adams, en un ejercicio de autocrítica, se reservó un papel en la película interpretándose a sí mismo.

EL ESPEJO DEFORMADO DE LA REALIDAD

El actor y director Ron Jeremy, un personaje muy respetado entre sus compañeros de la industria, siempre ha manifestado un afilado olfato para recoger aquellos hechos reales que podían ser susceptibles de ser adaptados al porno. Si en 1994 convenció a John Wayne Bobbitt para que reprodujera su castracción en una película X, en 1996 aprovechó un incidente de gran impacto en los medios de comunicación para realizar ‘Taken for Granted’. El filme estaba basado en la detención, en un suburbio de Los Angeles, del actor Hugh Grant en compañía de una prostituta con la que estaba practicando sexo oral. Jeremy contrató a Divine Brown, la prostituta protagonista de la felación más publicitada de los últimos años, con el propósito de que reprodujera ante las cámaras los 9 minutos de conocimiento carnal con el actor británico. Sin embargo, Jeremy no se atrevió a llamar a Grant para proponerle el papel protagonista.

Publicado en Interviu, dentro de la colección ‘Las mejores películas del cine X’, en febrero de 2001.

35. La invasión de las vírgenes

El retorno de Andrew Blake a la dirección cinematográfica volvió a estremecer el cine X. En ‘Oculta obsesión’ aparecían dos rubias despampantes, Janine y Julia Ann, que sólo participaban en escenas lésbicas, evitando el contacto con los hombres. El “X Chic” se transformaba así en “Porno light” con la ascensión al estrellato de actrices que difícilmente cumplían los requisitos para ser encuadradas en el porno. Animadas por lo que parecía una estrategia comercial, otras actrices, como Dyanna Lauren, debutarían en el porno bajo el estigma de la virginidad. ‘Oculta obsesión’ obtuvo un éxito arrollador y Janine se convirtió, gracias a su belleza, en una de las estrellas mejor pagadas del circuito, aunque siguió sin conocer varón en ‘Blonde justice’ o ‘American Blonde’, ambas de Paul Thomas. Julia Ann se desmarcaría pronto de su compañera de profesión al aceptar intervenir en una escena heterosexual en ‘Les femmes erotiques’, también dirigida por Blake.

Oculta obsesión.

Sin embargo, las escenas lésbicas parecían estar de moda. Los filmes de Blake se basaban en un alto porcentaje en ellas y Michael Craig tuvo la osadía de filmar la más grande orgía sáfica que se ha ofrecido en pantalla. En ‘Sorority sex kittens’ el clímax de la película era una larga secuencia homosexual en la que participaban 25 mujeres. Un logro digno del libro Guinness de los récords.

La sombra de Andrew Blake era tan alargada que su cine creó escuela en el porno americano. ‘Deseo inmortal’, de Philip Christian (un seudónimo tras el que se esconden dos antiguos realizadores de vídeos musicales llamados, naturalmente, Philip y Christian), iba más allá al utilizar un sorprendente lenguaje cinematográfico basado en planos de muy corta duración. Por su parte, ‘Orquidea negra’ supuso la confirmación del talento de Michael Ninn, un joven que había debutado en el porno el año anterior con ‘Two sisters’ y que estaba llamado a revolucionar el cine X con su peculiar concepción visual del sexo.

No todo era sexo de “qualité” en el porno americano. Gregory Dark volvió a dar la campanada en 1993 con su tercera entrega de ‘New wave hookers’. Dos años después de su segunda parte, Dark encerraba sus enfermizas obsesiones en una clínica de hipnotismo para desarrollar sus locas teorías. En la misma línea, Jim Enright creó la serie ‘Pussyman’, cuyas dos primeras partes se filmaron ese año, en la que se describen, con música rockera de fondo, las aventuras de un personaje hechizado por los sexos femeninos.

El resto de la inmensa producción del cine X americano parecía instalado en un cómodo pedestal en el que brillaba la falta de imaginación. Mientras Paul Thomas combinaba sus películas de insípida acción dramática y sexual (‘Bonnie and Clyde’, ‘Things change’) con algunas dosis de morbo (‘Justine: Nothing to Hide 2’), la industria seguía alimentándose del rastro de las grandes estrellas, como Savannah (‘The Hustlers’, de Buck Adams), Samantha Strong (‘Hungry’, de Paul Norman) o Ashlyn Gere (‘Anonymous’, de Paul Thomas). Y, cada vez más, los directores prescindían de un argumento sólido para centrar sus filmes en escenarios concretos, caso de la playa (‘Bikini Beach’, de Jim Enright) o la gran ciudad (‘Buttslammers’, de Bruce Seven). El porno, de esa manera, se aproximaba a sus orígenes: los “stag films” en los que las escenas sexuales eran prioritarias y la trama, si existía, secundaria.

American Garter.

LA FUGAZ VUELTA DE SEKA

Siete años después de su retirada del porno, la mítica actriz Seka volvió a las pantallas en 1993 para protagonizar ‘Lencería fina’ (‘American Garter’). Dirigida por Henri Pachard, la película intentaba recuperar la estética de los años 60 con una elaborada trama, una trabajada labor de vestuario y una sugerente música de reminiscencias jazzísticas. La crítica, sin embargo, puso sus ojos en la veterana actriz (39 años) y ésta no salió muy bien parada. Con bastantes kilos de más, Seka se entregaba a sus compañeros de escarceos sexuales jugando el papel de madura insaciable con cierta pasión, pero insuficiente para los expertos, para los que Seka había perdido su imponente atractivo. Tras esas despiadadas críticas, la rubia platino más famosa de la historia del género abandonaría definitivamente el porno.

EL LADO OSCURO DEL “GONZO”

La senda trazada por John Stagliano y su personaje de Buttman fue seguida por Patrick Collins, Ed Powers y Max Hardcore. Mientras Collins inició la serie ‘Sodomanía’, Powers apostó por la etiqueta de “debutantes” para reflejar sus aventuras callejeras con supuestas inexpertas en el porno. Pero el más atrevido de todos fue Paul Little. Oculto bajo el seudónimo de Max Hardcore, Little había debutado en el cine X el año anterior con ‘The anal adventures of Max Hardcore’, un “gonzo” en el que predominaban las escenas de sexo anal. Al año siguiente comenzó la serie ‘Cherry Poppers’, una extensa colección en la que Hardcore utilizaba todo un catálogo de innovadoras técnicas (focalización del punto de vista en el suelo, uso de instrumentos médicos ginecológicos) para reflejar el aspecto más sórdido de las relaciones sexuales. Su estilo llegaría a crear escuela.

Publicado en Interviu, dentro de la colección ‘Las mejores películas del cine X’, en enero de 2001.

33. Las grandes sagas

Con objeto de rentabilizar al máximo la inversión, la productora Vivid comenzó a trocear sus productos, creando un buen número de sagas en las que las segundas partes seguían el hilo argumental de las primeras. Películas con tramas endebles, como ‘Victim of love’, de Paul Thomas, o ‘El jardín secreto’ de Michael Zen, eran alargadas casi como un chicle para poder ser comercializadas en dos cintas de vídeo. Con este patrón, el éxito de la serie televisiva ‘La ley de Los Ángeles’ animó a Paul Thomas a rodar un extenso filme, dividido en cuatro partes, sobre los problemas judiciales con los que topaba una película porno. ‘Bajo juramento’ era una película de casi cinco horas de duración que contaba con el protagonismo de Savannah, la chica terrible del firmamento X a principios de los 90. La explosiva rubia oxigenada también trabajó a las órdenes de Thomas en las dos entregas de ‘Sinderella’, una lujosa recreación del cuento infantil ‘La Cenicienta’ en la que compartía cartel con Racquel Darrian, otra escultural actriz cuya cotización había alcanzado cifras exorbitantes.

Y es que, en 1992, el cine X norteamericano se encontraba entregado a las actrices. Una impresionante generación de bellísimas mujeres había tomado los platós para revitalizar un género en el que volvía a imperar el “star-system”, como una década antes. La factoría Vivid aprovechó el tirón comercial de sus estrellas y fue dosificándolas convenientemente en películas que se vendían sólo por el reclamo de su protagonista. Fiel al espíritu de la productora, Paul Thomas dirigió a Racquel Darrian en ‘Raquel desnuda’, a Jamie Summers en ‘The Phoenix’ y a Savannah en ‘Indian Summer’ y ‘House of Sleeping Beauties’.

Esclava de amor.

En los antípodas de Thomas, John Stagliano también realizó una mastodóntica saga que se ha convertido en objeto de culto para los seguidores del director de Chicago. ‘Face Dance’ constaba de cuatro partes y cinco horas de duración, en las que se desarrollaban los problemas de un actor europeo (Rocco Siffredi) en la industria americana. Asentado en el mercado estadounidense, Rocco era la única alternativa masculina a la legión de actrices de ensueño que invadía el mercado. De la mano de Stagliano, había protagonizado la segunda entrega de ‘Buttman: Vacaciones en Europa’, en la que, en su periplo por Inglaterra y Francia, dejaba a los espectadores la sensación de que se encontraban ante un verdadero torbellino sexual. Sin el apoyo de Rocco, el personaje de Buttman se enfrentó a su sosías femenino en ‘Buttman vs. Buttwoman’, donde la asociación entre Stagliano y el perverso Bruce Seven hizo saltar los plomos del subgénero “gonzo”.

Uno de los hechos más gozosos del año para el porno fue la recuperación del talento de Alex de Renzy, uno de los pioneros del género. En ‘Esclava de amor’, Renzy retomaba sus viejas obsesiones sobre la adicción sexual en un filme inspirado en la novela erótica ‘Historia de O’, de Pauline Reage. La sensual Sierra, una de las pocas actrices que no habían recurrido a la cirugía estética para realzar su busto, era la protagonista de la cinta. Fue la última película notable del veterano realizador en una año en el que otro clásico del cine X, Anthony Spinelli, también diría adiós a la elite del género con ‘The Party’.

EL CAMALEÓN CAMBIA DE COLOR

La película más exitosa de 1992 fue, sin duda, ‘Camaleones del amor’, de John Leslie. Rodada en 35 mm. con un presupuesto inusual para el género y novedosos efectos especiales, la cinta rescataba la esencia de ‘Camaleón’, el magnífico filme de Leslie producido en 1988 (aunque no pretendía ser su secuela), para convertir a los protagonistas en vampiros extraterrestres que adoptaban diferentes formas para seducir a sus víctimas. Ashlyn Gere, Rocco Siffredi y Deidre Holland encarnaban a los extraños mutantes y ejecutaban algunas de las escenas sexuales más tórridas del año. ‘Camaleones del amor’ fue la película más vendida y alquilada en los Estados Unidos en 1992 y recibió los más importantes galardones en la gala de entrega de los Oscar del porno celebrada en Las Vegas. Leslie rodó también ese año ‘Anything that moves’, la transposición a la pantalla de la trágica historia de los hermanos Mitchell.

Moana, solo para hombres.

EL PODER ITALIANO

Si el italiano Rocco Siffredi era el actor más cotizado del mundo en 1992, su compatriota Moana Pozzi daría el salto al porno americano de la mano de uno de los más prestigiosos directores. Gerard Damiano había conocido unos meses antes a la actriz y decidió convertirla en su nueva musa, pese a que Moana ya había hecho sus pinitos, un año antes, al otro lado del Atlántico en ‘Beefeaters’, de Jim Reynolds. Damiano la dirigió en ‘Moana, solo para hombres’, un filme en el que Pozzi se interpretaba a sí misma intentando triunfar en el porno americano pese a las zancadillas de los miembros de la industria. La película relanzó la carrera de Damiano, hijo de emigrantes italianos, e inició una fructífera relación entre el veterano director y la estrella europea que se truncó en septiembre de 1994 cuando Moana falleció a causa de un cáncer de hígado.

Publicado en Interviu, dentro de la colección ‘Las mejores películas del cine X’, en diciembre de 2000.