La epifanía de Apolonia

En el tono de voz de Apolonia Lapiedra (Hellín, Albacete, 1992) se adivina que esta chica de intensos ojos negros y cabello azabache no fue demasiado feliz en su infancia. “Me crie con mi abuela y, a su muerte, tuve que ir al psicólogo, porque vivía entre la casa de mis padres y la de mis tíos, hasta que acabé, con 16 años, en un centro de menores”, rememora. Habla con pesar, como si recordar aquellos días fuera un trago difícil: “He tenido una infancia muy dura y los recuerdos del pasado me hacen estar triste a veces”, remata. Excepto en esos instantes en que el pasado invade sus pensamientos, Apolonia desprende optimismo y alegría. Dos años y dos meses en el porno han transformado a esta joven desgraciada en una diva del triple X español. Mucho más de lo que creemos.

¿Eres feliz ahora? Estoy mejor que nunca en mi vida. Ya no me siento como un bicho inservible.

¿Y cuál es la razón de ese cambio? El porno. A mí el porno me ha salvado la vida, a nivel personal y a nivel sexual, porque me ha ayudado a disfrutar de mi sexualidad, a ser más abierta, a no ser celosa.

Pero tú ya tenías experiencia en el sexo antes de hacer porno… Muy poca. Me había acostado con muy pocos chicos y no había hecho nada que no fuera sexo convencional. Incluso me dolía la vagina cuando me penetraban. Eso sí, me tocaba mucho.

¿Y veías porno? Qué va. Tenía una imagen del porno como algo oscuro. Gracias a Ramiro [Lapiedra, su pareja y mentor] me di cuenta de que no era oscuro.

Empecemos por el principio. Supongo que conociste a Ramiro en una discoteca, como Celia Blanco, Lucía Lapiedra o María Lapiedra… Pues no. Lo conocí en Facebook. Le dio ‘me gusta’ a una foto mía y yo pensé “¿Lapiedra?, ¿no será familiar de Miriam [Sánchez, alias Lucía Lapiedra]?”, pues yo era muy fan de ella cuando salía en ‘Mujeres y hombres y viceversa’. Comenzamos a hablar y, poco a poco, las cosas fueron avanzando hasta que nos fuimos a vivir juntos hace ahora ya dos años y medio.

¿No habías oído nada de él? No lo conocía de nada, nunca había oído hablar de él. Ten en cuenta que yo era una niña cuando él salió en la tele con el tema de Miriam.

Apolonia Lapiedra para ‘Primera Línea’ (Fotos: Anton & Mariam).

¿Y luego no has leído lo que han dicho de él, por ejemplo, sus antiguas parejas? Sí, pero si han hablado así de mal es que están despechadas. Quien lo conoce de verdad sabe cómo es. Lo que conozco de él es un amor de persona, muy amigo de sus amigos, muy leal y muy fiel.

En todo caso, él mismo ha alimentado una imagen relacionada con las drogas… Eso vi cuando investigué sobre él en Google, pero te aseguro que ha cambiado mucho. Antes no hacía caso a las chicas, según me dicen, pero te puedo decir que ahora hace lo que yo quiero. En nuestra pareja, la que lleva los pantalones soy yo [risas].

¿Cómo llegaste al mundo del porno? Poco a poco. Yo le hacía preguntas a Ramiro sobre lo que había vivido él en el porno. Cuando me abrí mi cuenta de Twitter, empecé a colgar fotos caseras mías y eso hizo que Pablo Ferrari se interesara por mí. Con él rodé mis primeras escenas.

Cuéntame qué sensaciones tenías aquel primer día… Estaba muy asustada, porque además una de ellas era un anal y yo no lo había hecho nunca.

¿Y cómo fue? De maravilla y me pareció que todo el mundo era muy simpático. Además, me pagaban más de lo que ganaba en un mes trabajando. Respecto a la escena, siempre digo que el sexo anal es como cagar para adentro. Es esa la sensación que produce al principio, pero luego el músculo se adapta y sientes mucho placer. Aquel día me convencí definitivamente de que me iba a dedicar al porno.

¿Cómo se lo tomó tu entorno? La verdad es que nadie se lo creía. Y eso que, en mi pueblo, el primer día que salió la escena, se enteró todo el mundo. Mis padres se lo tomaron mal al principio, pero ahora lo respetan. El único que me apoyó desde el primer momento fue mi abuelo.

¿Te molesta que la gente no entienda tu profesión? Mira, tu vida es tuya, no es de tu madre ni de tu padre ni de tu familia. Tienes que luchar por ser lo que quieres ser, no te puede reprimir nadie. Que la gente diga lo que quiera, porque al final el que te quiera lo entenderá.

¿Por qué elegiste el nombre de Apolonia Lapiedra? En eso tuvo mucho que ver Ramiro. Insistió en que viera ‘El padrino’ y me propuso el nombre de Apolonia, que es un personaje de la película [la mujer siciliana de Michael Corleone, asesinada por la mafia]. Yo pensé que era un nombre con mucha fuerza. Y Lapiedra, por él, claro.

Pero todas sus exnovias se apellidaban Lapiedra. ¿No pensaste en desmarcarte de ellas? No, además, ya no hay ninguna Lapiedra haciendo porno. Yo estoy orgullosa de ser una Lapiedra, es un apellido que forma parte destacada de la historia del porno español.

Volvamos a la primera escena. Para no tener mucha experiencia en el sexo, empezaste fuerte. Con un anal… Es que yo creo que tenía una sexualidad muy reprimida por culpa de lo que pensara la gente. Yo me tocaba mucho sola, pero cuando tenía sexo con penetración me ponía muy nerviosa y no lo disfrutaba. Ahora sé por fin lo que es un orgasmo.

O sea, que el porno ha sido para ti como una epifanía. Es que no pensaba que fuera tan guay. Yo animo a las chicas que quieran disfrutar del sexo a que se olviden de lo que pueda pensar la gente y lo hagan.

¿Has visto las películas que hacían hace diez o 15 años los hermanos Lapiedra? Solo he visto una. Creo que se llamaba ‘Aberración’. Me han contado que antes, cuando se hacían películas, se trabajaba menos y se cobraba más. Me hubiera gustado trabajar en aquella época, porque ahora hay más trabajo, pero se cobra menos y es todo más directo. Yo, por ejemplo, hago una escena cada día, e incluso algunos días más. Pero es que las webs necesitan sacar una escena diaria y quieren una chica al día.

¿Y no te da miedo sobreexponerte, que la gente se canse de ti de tanto verte follar? No, porque he hecho menos escenas de las que crees en estos dos años. Al principio era muy selectiva, no trabajaba con cualquier productora, prefería ir más tranquila, adaptarme poco a poco al medio. Además, no estaba preparada para hacer una escena diaria, ni física ni psicológicamente.

Supongo que también te habrá costado adaptarte a la situación de estar con pareja y acostarte con otros. Sí, al principio me chocaba mucho, pero ahora ya ni lo pienso.

¿Y en qué piensas? En el dinero y en pasármelo bien. Curro mucho y quiero disfrutar. Hay gente que se toma el porno como un trabajo, pero yo también quiero disfrutarlo.

¿Cuál es la fantasía que te gustaría hacer en el porno? Hacer una orgía. La he hecho en la intimidad y ahora me gustaría grabarla. Una orgía de cinco chicos y cinco chicas. Y también algo parecido a una violación, un “no quiero, pero dame”, ¿sabes lo que quiero decir?

Sí, perfectamente. Hablando de chicas, ¿habías tenido alguna experiencia lésbica antes? No, jamás. Tenía cierta curiosidad y, cuando hice el primero, me gustó mucho. Claro que fue con Misha Cross, que es una chica que me gusta mucho.

¿Y de chicos, quién te gusta? Uf, hay varios. No me quedaría con uno solo. Para el anal, Pablo Ferrari, que lo hace muy bien, es el maestro anal. Luego [Juan] Lucho, Potro [de Bilbao], que tiene un pollón pero sabe utilizarlo y no hacerte daño, y Alberto [Blanco].

No incluyes a Nacho Vidal… Es que con Nacho solo he hecho una escena, pero te he de decir que él se corrió dos veces. Era la primera vez que le pasaba.

¿Ves tus propias escenas? Sí, me encanta verlas, porque aprendo cosas y puedo mejorar. De hecho, me masturbo viendo mis escenas. Aunque en realidad me masturbo viendo cualquier tipo de porno.

¿Qué es lo que más te pone? Las comidas de coño. No entiendo por qué están desapareciendo del porno convencional, porque a las chicas les excitan muchísimo y a los tíos también les pone mucho hacerlas.

Si tuvieras que elegir una escena protagonizada por ti, ¿con cuál te quedarías? Con un trío con Potro y Alberto para Cumlouder. Una escena de reality que me da mucho morbo, en la que babeo más que nunca con las pollas y estoy supercachonda.

Acabamos esta charla hablando de ti, de lo que te gusta y no te gusta hacer. Me distraigo con cualquier cosa. Me encanta bailar, me gusta el voleibol, al que jugaba cuando era pequeña, me gusta mucho el mar, al que necesito cerca, y me paso el día en el agua cuando voy a la playa o la piscina.

¿Ves mucho cine? Ahora sí, porque Ramiro es un obseso del cine. Pero me gusta verlo en casa, porque te permite parar la película, cosa que en una sala no puedes hacer. Me gustan las películas de fantasía, tipo ‘Alicia en el país de las maravillas’, las muy comerciales y las de misterio que echan en la tele los domingos por la tarde.

¿Y de música? La comercial, el reguetón, Selena Gómez, Justin Bieber, Ariana Grande. A mí no me pongas heavy metal, que no.

¿Qué bebes cuando sales de fiesta? Ahora salgo poco, pero cuando salgo, salgo bien [risas]. Bebo gin tónic, vodka con Red Bull o chupitos de tequila. Pero ya no paso de los cuatro cubatas en una noche. Es mi límite.

Publicado en ‘Primera Línea’ en mayo de 2017. Puedes descargar el original aquí:

Factoría de estrellas

Si hay algo irreprochable en la carrera de Ramiro Lapiedra (Alicante, 1972) es su capacidad para entender la vertiente comercial del porno mejor que nadie. En 20 años, ha creado una factoría de estrellas y ha ayudado a que el porno llegue a medios de comunicación en los que parecía vetado.

Todo empezó en el verano de 1998, cuando Ramiro Lapiedra conoció a Celia Blanco en una discoteca de San Juan, Alicante. Ramiro y Celia iniciaron una relación de pareja y un acercamiento al mundo del porno que se concretó en una película “amateur”, en la que el propio Ramiro practica el sexo con su novia.

Unos meses después, consiguieron la financiación para rodar ‘La mujer pantera’, la primera película como director de Ramiro, en compañía de su hermano Pablo, y el debut como actriz de Celia. Mucho antes de que ‘La mujer pantera’ llegara a las estanterías de los videoclubes y sex-shops de toda España, Celia Blanco se había convertido ya en la nueva estrella del porno español, gracias a una inteligente campaña de promoción que la llevó a aparecer en la portada de la mayoría de revistas nacionales.

Cuando, por fin, las películas de los hermanos Lapiedra llegaron al gran público, Celia ya era una habitual de diversos programas televisivos, atendía consultorios de tipo sexual y se había erigido en un mito erótico femenino para muchos españoles. El morbo se acrecentó en los años siguientes, con películas como ‘Compulsión’, ‘Delirio y carne’ o ‘Las lágrimas de Eros’, en las que la actriz madrileña se empleaba a fondo en las escenas sexuales que dirigía su pareja.

Ramiro y Lucía Lapiedra en 2007.

Tras cinco años de relación, Ramiro y Celia rompieron. Ramiro conoció, a finales de 2004, a Miriam Sánchez, en una discoteca de Madrid y, como ya había hecho con Celia, la convenció para que participara en películas X. Lo hizo enseñándole ‘La orina y el relámpago’, su película más personal y underground. Miriam acabó convencida y, seis meses después, se había transformado en Lucía Lapiedra. Ramiro, entonces, desplegó por ella toda la maquinaria mediática que ya había utilizado con Celia Blanco para que apareciera en portadas de revistas y programas de radio y televisión sin que nadie la hubiera visto en una película. Incluso habló con Nacho Vidal para que fuera él quien la dirigiera en su estreno en el porno en una cinta que luego se tituló ‘Nacho Vidal iniciando a Lucía Lapiedra’.

Durante todo el año siguiente, Lucía Lapiedra compaginó su presencia en los platós de televisión con una docena de películas, la mayoría de ellas dirigidas por Ramiro y Pablo, en las que desgranaba toda su sexualidad. Cintas como ‘Obsesión’, ‘Posesión’ o ‘Depravada’ hicieron de la promesa del porno español una realidad.

Pero Ramiro fue demasiado lejos cuando planeó un montaje para que Lucía apareciera en los programas del corazón con el periodista Pipi Estrada como aliado. Pipi se enamoró de Lucía y convirtió aquel juego en un peligroso círculo vicioso del que le ha costado salir indemne.

Tras intentar un lanzamiento similar con Zuleidy, una pequeña canaria novia de su hermano Pablo, Ramiro volvió a la carga con su nueva pareja, María Lapiedra. Pero aquella relación duró mucho menos de lo que todos esperaban, entre otras cosas porque María, una mujer tan lista como para hacer creer al mundo que era tonta, voló en solitario y su única aproximación al cine X fue una película con Dinio García.

Su último invento fue Apolonia, una chica procedente de Hellín, Albacete, que se convirtió, gracias a la experiencia de Ramiro, en la actriz X española más conocida y que sigue en activo en la actualidad.