El vecino no tenía mosquitos

Se había mudado a aquella parte de la ciudad por amor, pero los mosquitos parecían confabularse para hacer su vida insoportable. Cuando Gino de Giorgi supo que su pareja se iba a vivir con él a Nápoles, buscó la mejor casa de la ciudad. La encontró en un barrio residencial, en una zona de cierto nivel económico, pero su sueldo de ferroviario no le permitía una costosa instalación de aire acondicionado para toda la vivienda. Pese al agobiante verano napolitano, Gino cerraba todos los días las ventanas de su casa para no ser atacado por los mosquitos que, en forma de plaga, amenazaban con instalarse en su casa. Sin embargo, veía cómo su vecino tenía siempre las ventanas abiertas de su vivienda y, en apariencia, no sufría la plaga que él padecía. El vecino no tenía mosquitos y decidió averiguar por qué. Un día coincidió con él en el aparcamiento común de la urbanización y lo acribilló a preguntas. El vecino le contestó que su truco era encender de forma permanente una luz que atrajera a los insectos y rociar su cuerpo de repelente para alejarlos.

Gino puso en práctica los consejos de su vecino y, sobre todo, trabó amistad con él. Supo que se llamaba Mario y que tenía un curioso trabajo: compraba películas pornográficas en Holanda y las distribuía por toda Italia, una actividad de alto riesgo, ya que la pornografía era ilegal en el país transalpino a comienzos de la década de los 80. Un día, Mario ofreció a Gino la posibilidad de hacer negocios juntos con la venta de películas, algo que aumentaría los beneficios de ambos. Gino aceptó.

Con un viejo coche, un mapa y una maleta llena de vídeos porno, Mario y Gino recorrieron el sur de Italia durante un año. Salían de Nápoles, peinaban la Campania, recorrían la Puglia y la Basilicata hasta llegar a Calabria, donde tomaban el ferry para cruzar a Sicilia. Al pasar el estrecho de Messina sabían que los carabinieri les esperaban, pero ellos llevaban suficientes películas porno para que los guardianes de la ley hicieran la vista gorda a cambio de unas cuantas cintas con las que excitarse. Superado el trámite legal, sus caminos se dividían: uno iba hacia el norte de la isla, a Palermo y sus alrededores; el otro bajaba al sur, por Catania y Siracusa. Unos días después, se veían en Messina, en una habitación de hotel, y, cuando se daban cuenta de que eran ricos, cogían el dinero recaudado y lo lanzaban por los aires, como si fueran los protagonistas de una película neorrealista.

Gino de Giorgi y Mario Salieri (segundo y tercero por la derecha) en Madrid en 2006.

Mario tenía ambiciones artísticas y, en 1985, fundó Negro y Azul, su propia productora. Buscó un nombre artístico y, como buen aficionado a la música de Mozart, encontró el idóneo en el antagonista del genial compositor: Salieri. Comenzó a dirigir sus propias películas, mientras Gino ejercía como productor y ayudante. Unos años después, Gino se trasladó a vivir a España, de donde es originaria su mujer, y encontró cerca de Castellón a Juan Montilla, un mayorista de vídeos que estaba dispuesto a distribuir las películas de Mario Salieri. Gino y Juan fundaron entonces Negro y Azul en nuestro país.

En la década de los 90, Mario empezó a trabajar con presupuestos más holgados y a granjearse una merecida fama de autor en el cine X. No se olvidó de Gino. Este acudía a todos los rodajes de su amigo para trabajar de lo que fuera. Desde ayudante de producción hasta actor en papeles no sexuales. En las antiguas películas de Mario Salieri, todavía se puede ver a Gino, con el nombre de Luigi de Giostri, haciendo de marido cornudo, figurante o novio engañado por alguna de las protagonistas.

Han pasado casi 40 años desde que Gino y Mario cruzaban el estrecho de Messina en busca de un futuro mejor. Mario vive ahora entre Roma y Praga, reinventándose cada día para sobrevivir al cambio que internet ha provocado en la industria de entretenimiento para adultos. Gino vive en Madrid, dedicado a comercializar energías renovables después de abandonar la distribución de porno cuando murió el dvd como soporte. Siguen siendo amigos y ninguno de los dos tiene mosquitos en casa.

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