Ni sueca ni erótica

Hasta la definitiva legalización del cine X a comienzos de los 70, el porno que se rodaba clandestinamente era de pequeño formato. La calle 42 de Nueva York y el distrito de los teatros de San Francisco fueron los principales centros de producción de dichas películas, si bien la Gran Manzana acabó imponiéndose como escenario para el desarrollo de la industria pornográfica. Algunos de los lofts que poblaban la vía neoyorquina se reconvirtieron en improvisados platós de filmación que iban a albergar una nueva revolución. La del emergente porno que llevaría a la legalización del cine para adultos. En los locales de la calle 42 se filmaban, en ocho milímetros y en blanco y negro, pequeños cortometrajes de poco menos de diez minutos de duración que figuran como antecedente del cine X tal y como lo conocemos actualmente.

En aquellos lofts trabajaba un grupo de pioneros que, solo unos años más tarde, se erigirían en estrellas del nuevo género. Gente como John Holmes, Darby Lloyd Rains, Andrea True, Marc Stevens, Georgina Spelvin, Jason y Tina Russell, Shaun Costello o Jamie Gillis fueron las caras habituales en los loops rodados con escasez de medios y más voluntad de mostrar lo hasta entonces desconocido que de exhibir cualidades artísticas.

Los loops contaban pequeñas historias, casi anecdóticas, que desembocaban en una escena sexual. No tenían sonido y se proyectaban en las salas especializadas que poblaban los Estados Unidos, los antiguos teatros de burlesque ahora reconvertidos en salas de cine para adultos. La gran mayoría de ellos estaban dirigidos por Bob Wolfe, un despreocupado personaje que era capaz de dejar la cámara funcionando mientras se rodaba una escena para atender otras tareas. Todo cambió cuando llegó la década de los 70.

Desiree Cousteau en uno de los volúmenes de ‘Swedish Erotica’.

1970 fue el año decisivo para la evolución del porno moderno. Howard Ziehm y Michael Benveniste produjeron un largometraje en blanco y negro y algo menos de 70 minutos de duración que dirigió Bill Osco, un chaval de 21 años que era considerado el niño prodigio del porno americano por su carácter emprendedor, aprendido en los ambientes de porro y LSD de la contracultural San Francisco de finales de los 60. La película se tituló ‘Mona, la virgen ninfómana’ y supuso el comienzo de la producción de películas X de largo metraje. Un año después, el fenómeno derivado de la distribución de ‘Garganta profunda’ y todo el ruido mediático que llevó consigo la película de Gerard Damiano hicieron el resto para dar el impulso definitivo al porno en la legalidad y en formato de largometraje.

La producción de filmes de larga duración no acabó con la industria de cortos. Durante toda la década de los 70, junto a las películas con argumento, se rodaban cortos de las mismas características que en los años anteriores y con los mismos protagonistas de los filmes de larga duración.

Los cortos se filmaban en 8 mm o Super 8 y tenían una estructura que ahora nos resulta muy familiar, ya que es extraordinariamente parecida a las escenas que se realizan en la actualidad para ser difundidas en internet: una pequeña anécdota argumental que da paso a una escena sexual como centro y final de la acción. Las cintas tenían como principal lugar de distribución las cabinas de las sex shops que comenzaron a proliferar en todo el país, donde el consumidor solo necesitaba unas monedas y un kleenex para ver en la intimidad una pequeña película.

En 1978, la compañía Caballero Video, una productora fundada cuatro años antes por Noel C. Bloom en Canoga Park, California, decidió lanzar al mercado cintas de VHS en las que se recopilaban algunos de esos loops rodados en los 60 y los 70 para que los espectadores las disfrutaran en la intimidad. Al mismo tiempo, Caballero se lanzó, paralelamente a la producción de largometrajes, a realizar más cortos con los que nutrir su catálogo. Así nació la serie ‘Swedish Erotica’ (literalmente «Erótica Sueca»), en la que la referencia escandinava era solo un reclamo para el público. Al igual que en muchos países del mundo, para los Estados Unidos, Suecia era el país paradigmático de la libertad sexual, pese a que los pioneros del porno en el mundo no fueran los suecos, sino los daneses. ¿Pero qué más daba? Suecos, daneses… Para los yanquis, todos eran europeos civilizados y con muchas ganas de follar y enseñarlo al mundo. Sin embargo, lo único que tenía de sueco ‘Swedish Erotica’ era el título. Lo mismo ocurría con «Erotica» pues, como parece evidente, el erotismo de estas cintas era directamente sexo explícito, es decir, pornografía.

Portada de uno de los volúmenes de ‘Swedish Erotica’.

En 1980 apareció el primer volumen de la serie, dos años después de que California International Distributors hubiera comenzado a vender cintas recopilatorias de loops rodados en los Estados Unidos en los años 60 y 70 junto con cortos europeos que se habían distribuido en el viejo continente junto con la revista ‘Color Climax’. La diferencia es que ‘Swedish Erotica’ solo contenía películas rodadas en los Estados Unidos en los 70 y con actores conocidos. El primer volumen, de hecho, era una cinta de 60 minutos que contenía tres cortos de veinte de duración: ‘Apartament to Rent’, ‘A Private Lesson’ y ‘The Morning After’. El primero reproducía la clásica anécdota banal que desemboca en polvo: un hombre quiere alquilar un apartamento y, al visitar el piso en compañía de la agente inmobiliaria, pide probarlo todo, incluso la cama. ‘A Private Lesson’ es el típico corto de iniciación al sexo por parte de una joven Sheila a la que instruye una veterana experta, la divertida Juliet Anderson ya convertida en Tía Peg, sobre cómo aprovechar la enorme herramienta de John Holmes de la mejor manera. Por último, ‘The Morning After’ desarrolla la pequeña historia de una camarera muy solícita con los invitados de la casa. Desde el principio, se vio que el espíritu tolerante que anunciaba su supuesto origen sueco era una bandera, ya que en dicho volumen participa el actor negro Johnny Keyes, que en 1973 sería uno de los protagonistas de ‘Tras la puerta verde’, en un insólito desafío al racismo follando con la virginal Marilyn Chambers.

Con el segundo volumen, Caballero dio un salto cualitativo al incluir 20 cortos en un mismo VHS hasta completar las cuatro horas de duración. Durante los años siguientes, los volúmenes de ‘Swedish Erotica’ no tendrían una duración fija y el número de cortos incluido en cada entrega variaba según las condiciones de distribución. A lo largo de toda la década de los 80, la actividad de ‘Swedish Erotica’ fue excepcional, ya que Caballero sacó al mercado cientos de volúmenes con cortometrajes protagonizados por las grandes estrellas de la edad de oro del porno norteamericano. Tanto que, en 1989, Caballero se lanzó a la producción de una serie propia, titulada ‘Swedish Erotica Featurettes’, que dirigieron F.J. Lincoln y Patti Rhodes, y que consistía en la realización de nuevas versiones de algunas de las historias contenidas en la serie original, pero ya filmadas en vídeo y protagonizadas por las estrellas del porno de los 90, caso de Peter North o Tori Welles.

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