Taboo

Las relaciones prohibidas entre una mujer de casi 40 años y su hijo de 19 son el centro alrededor del cual gravita «Taboo», una de las películas legendarias de la historia del cine X, que rompió una de las pocas barreras morales que quedaban en el género e inauguró una exitosa saga.

Taboo. EEUU. 1980.

Actores: Kay Parker, Dorothy Le May, Juliet Anderson, Mike Ranger, Betsy Guard, Brooke West, Don Fernando, Gary Eberhart, Holly McCall, Jeff Scott, Jeremia Jones, Jesse Adams, Ken Scudder, Lee LeMay, Michael Morrison, Miko Yani, RJ Reynolds, Sarah Harris, Starr Wood, T.J. Carson, Tawny Pearl, Turk Lyon, Valerie Darlyn.

Producción: Kirdy Stevens.

Dirección: Kirdy Stevens.

Pese a su pretendido carácter transgresor, el primer cine X norteamericano anduvo con mucho cuidado cuando se trataba de poner en pantalla las relaciones sexuales entre miembros de una misma familia. Una película tan libertaria como «Pretty Peaches», por ejemplo, convertía en tragedia el hecho de que una joven alocada e inconsciente acabara practicando el sexo con su propio padre en una orgía multitudinaria. La consigna de «con la familia no se juega» pareció ser una de las máximas que formaban parte del imaginario libro de estilo de los pioneros del porno USA.

Aquellos tabúes de la década de los 70 los rompió, en 1980, «Taboo», una película de mediano presupuesto que, bajo la estructura de comedia familiar, muy acorde con su época, escondía la ilícita relación entre una madre y su hijo adolescente. A partir de los problemas conyugales de una mujer, de edad cercana a los 40, con su marido y su consiguiente insatisfacción sexual, el guionista Rich Marx introdujo el incesto en una historia de lo más convencional para levantar ampollas en la pacata sociedad norteamericana.

Dirigida por el hábil artesano Kirdy Stevens, «Taboo» abrió la veda para derribar uno de las pocas barreras que quedaban por transgredir en el cine X. Su ejemplo, que sería llevado a los extremos de la parodia en la desmadrada serie «Taboo American Style» cuatro años más tarde, encendería también la mecha de una moda que estaría presente en el mundo del porno durante casi un lustro: la presencia de actrices de más de 30 años representando a mujeres expertas en sexo frente a la lozanía adolescente de las más jóvenes. La increíble popularidad adquirida por Kay Parker (36 años cuando interpretó el filme) animó a otras actrices de similar edad, como Juliet Anderson, a relanzar sus carreras profesionales.

«Taboo» fue el origen de una de las sagas más longevas de la historia del cine X. Con el mismo planteamiento (mujer madura se encuentra con joven adolescente), la industria norteamericana ha realizado hasta 17 secuelas de la película original a lo largo de más de 20 años. De ellas, Kay Parker fue protagonista en las tres primeras y tuvo una participación testimonial en la cuarta, la novena y la undécima.

ASUNTOS DE FAMILIA

Durante muchos años, la industria del porno norteamericano tentó con grandes cantidades de dinero a Buck Adams y Amber Lynn para que compartieran un número sexual en una película. Ambos negaron reiteradamente los ofrecimientos no porque tuvieran excesivos reparos en intercambiar fluidos corporales con un actor o con otro. Lo hicieron porque son hermanos en la vida real. No es éste el único caso de relaciones familiares en el mundo del porno: el actor T.T. Boy tiene un hermano que trabaja en el circuito de porno «gay», la familia Weston realizó algunas de las películas más brillantes de los 70 y los 80 bajo el seudónimo de Spinelli, y en los últimos años han aparecido parejas de hermanas gemelas en algunas películas europeas que, en ese caso, sí comparten escenas sexuales.

KAY PARKER

Pese a su sólida formación teatral y a que participó en más de 60 largometrajes X durante los 15 años en que estuvo vinculada al mundo del porno, la británica Kay Parker pasará a la historia del género por su papel de Barbara Scott en «Taboo», donde «hace creíble la película por su buen trabajo actoral y su físico de mujer madura», en palabras del crítico Robert Rimmer. Parker fue una decidida defensora de la actuación dramática en el cine X, por lo que, en 1987, cuando vio que en la industria comenzaba a predominar la vertiente sexual por encima de los aspectos narrativos, tomó la determinación de no volver a protagonizar ninguna escena de sexo en pantalla para asumir solamente los pocos papeles dramáticos que algunos guionistas incluían en los filmes.

Publicado en Interviu en agosto de 2002.

17. Mirando a las estrellas

Aunque las películas para el lucimiento de las estrellas se venían realizando desde mediados de los 70, el extraordinario éxito de ‘Furor insaciable’, de Godfrey Daniels, confirmó que el “star system” también funcionaba en el porno. Concebida para el exclusivo lucimiento de la espléndida Marilyn Chambers, ‘Furor insaciable’ era un título de escaso valor cinematográfico pero repleto de sexualidad y veneración hacia la diva en todos sus planos. Pero su repercusión entre la sociedad americana fue tan grande que su protagonista llegó a provocar interminables colas de admiradores allá donde iba para firmar autógrafos. Por ello creó escuela. Las actrices más importantes de 1980 no quisieron quedarse atrás y se lanzaron a protagonizar cintas en las que efectuaban auténticos “tour de force” sobre sus prestaciones amatorias.

Aparte de la Chambers, la gran estrella de aquel año fue Seka. De nombre real Dorothy Hundley Patton, Seka tomó su nombre artístico de una palabra serbocroata que designa cariñosamente a una jovencita. En 1980 se encontraba en la cima de su carrera y participó como actriz y co-directora (junto con su marido Ken) en ‘Inside Seka’, el mayor monumento al “star system” jamás filmado en el cine X hasta entonces. No se conformó con eso. En ‘Plato’s. The Movie’, de Joe Sherman, realiza una completa demostración de sus poderes como reina del porno.

No fue la única. Siguieron su estela actrices como Desirée Cousteau (‘Inside Desirée Cousteau’, de Leon Gucci), Samantha Fox (que en ‘Tramp’, de Chuck Vincent, se atreve a protagonizar hasta cuatro papeles diferentes), Candida Royalle (‘Fascination’, de Larry Revene) o Rhonda Jo Petty (‘California Girls’).

Taboo.

Sin embargo, las películas destinadas a la exaltación de las actrices no fueron las únicas destacadas de un año en el que el cine X había alcanzado un estado de respetabilidad considerable entre la población americana. La línea iniciada en ‘Babylon Pink’ por Henri Pachard sería seguida por el mismo realizador en ‘October Silk’, un filme sobre las fantasías sexuales de un grupo de mujeres, y por Robert Michaels en ‘The Pink Ladies’, la representación en escena de las fantasías de hombres y mujeres en un marco tan singular como un frontón. Por su parte, en ‘Bon appetit’, Chuck Vincent hace recorrer medio mundo a sus dos protagonistas para consumar una curiosa apuesta: ver si una de ellas es capaz de acostarse con los diez mejores amantes del planeta.

Las mayores novedades las proporcionaron dos cintas con diferentes planteamientos y que figuran entre las preferidas por el público y la crítica. ‘Talk dirty to me’, de Anthony Spinelli, es una comedia sobre el sexo oral, pero no en su vertiente succionadora, sino en las posibilidades que el lenguaje posee de excitar a quien practica el sexo. Y ‘Taboo’, de Kirdy Stevens, se adentra en el peligroso terreno del incesto al reflejar la irresistible atracción que siente un joven de 19 años por su atractiva madre. El tórrido encuentro final entre la madura Kay Parker y el imberbe Mike Ranger forma parte de la leyenda del cine X.

EL “THRILLER” SEXUAL

Antes que el cine convencional se introdujera en el inquietante mundo del thriller erótico con películas como ‘Fuego en el cuerpo’, de Lawrence Kasdan, o ‘Instinto básico’, de Paul Verhoeven, el porno ya había explorado un territorio en el que conviven pasiones y crímenes a partes iguales. En ‘Amanda de noche’, de Robert McCallum, el asesinato de una prostituta desencadena una interesante trama policiaca que recuerda la mejor tradición del género en Norteamérica. Protagonizada por Veronica Hart, Samantha Fox y Lisa DeLeeuw, este filme fue aclamado por la crítica como uno de los mejores del año. Al igual que ‘Pastel de amor’, de Jeffrey Fairbanks, en el que dos chapuceros secuestradores (Randy West y Eric Edwards) raptan a las hijas de un adinerado hombre de negocios para acabar enredados en la fogosidad sexual de las presuntas víctimas.

Aunt Peg.

LA LLEGADA DE LA TÍA PEG

La historia del cine X ha dejado personajes que van irremediablemente ligados a determinados actores. John Holmes será siempre Johnny Wadd, el descarado detective de las películas de Bob Chinn; y John Stagliano, Buttman, el obseso de los culos que recorre el mundo con su videocámara. En 1980 nació otro personaje que marcaría a su protagonista. ‘Aunt Peg’, de Wes Brown, cuenta la historia de una productora y realizadora de cine X cuyo trabajo excede del que se supone a quien está detrás de la cámara. La actriz Juliet Anderson encarnó a la procaz artesana del porno en esta cinta y en varias de sus secuelas (‘Aunt Peg Goes Hollywood’, ‘Aunt Peg’s Fulfillment’), por lo que su nombre pasaría a la historia del género asociado al de su personaje más popular.

En brazos de la mujer madura

Kay Parker llegó a Nueva York en 1965, cuando acababa de cumplir 21 años, aburrida de su Birmingham natal, con la esperanza de que el destino le deparara una vida más interesante que la que le ofrecía la gris Inglaterra. Trabajó en múltiples oficios y, mientras tanto, estudió improvisación en una escuela de teatro neoyorquina, donde conoció a John Leslie, ya entonces un reputado actor de cine porno de la costa este. Leslie propuso a Parker que se presentara al cásting de una película porno que estaba preparando Gary Graver, antiguo colaborador de Orson Welles, y que llevaría el título de ‘V, the hot one’. Parker aceptó la propuesta siempre y cuando no tuviera que practicar sexo delante de la pantalla y, sobre todo, para palpar el ambiente que se respiraba en un plató de cine de esas características. No en vano, Kay Parker procedía de una familia conservadora y su educación todavía le acarreaba muchos remilgos en materia de sexualidad.

Pero la experiencia le gustó y, pese a que ya tenía 33 años, una edad en la que, a finales de los 70, muy pocas mujeres se atrevían a hacer porno por miedo al rechazo del público, se convenció de que aquel camino era su futuro, pese a que era plenamente consciente de que la letra X le perseguiría para siempre. Debutó en un papel con sexo en ‘Sex World’, de Anthony Spinelli, y en ella demostró no solo un notable talento como actriz sino un desparpajo ante las cámaras que la convertirían rápidamente en una de las actrices más cotizadas del porno americano. Porque, además de actuar bien, Parker tenía un cuerpazo y practicaba el sexo con la pasión de una veinteañera.

Kay Parker en ‘Taboo’ (Kirdy Stevens, 1979).

La confirmación de su incipiente fama le llegó a partir de sus actuaciones en las tres primeras entregas de la larga saga ‘Taboo’, de temática incestuosa. Sus escenas sexuales al lado de Mike Ranger, en la primera, y de Jerry Butler, en la tercera, forman parte de cualquier antología del cine porno clásico, pese a que Parker, en realidad, solo era ocho años mayor que Ranger y 15 que Butler. Pero la ingenuidad de la gente (y la cara de inocentes de ambos actores) y lo espinoso del argumento de las películas provocaron una polémica en la sociedad americana de la que Parker se vio beneficiada involuntariamente. Desde su participación en ‘Taboo’, las películas de Kay Parker devinieron filmes de culto y el incesto comenzó a formar parte de las tramas de algunas cintas, pornográficas o no.

Defensora a ultranza de la industria del cine X americana y propulsora de un tipo de porno en el que se primaran los valores dramáticos por encima de la capacidad sexual, Kay Parker fue la actriz extranjera mejor considerada por el mundo del porno y llegó a intervenir en algunas de las grandes películas de la «edad de oro» del género. En 1987, cuando comprobó que el cine X se dirigía hacia un camino en el que poco importaban las dotes actorales, decidió retirarse por no estar capacitada para continuar. Desde entonces participó testimonialmente en dos entregas más de la saga «Taboo» hasta su definitivo abandono en 1994. Vive en San Fernando Valley, trabaja como consejera espiritual y mantiene buenas relaciones con sus ex-compañeros de profesión.

El pornógrafo silencioso

Si el cine porno, como proclaman sus defensores, se puede considerar un adalid de la libertad de expresión en los Estados Unidos en particular y en Europa en general, es porque, a lo largo de la historia, ha logrado romper muchos de los tabúes de la sociedad occidental. ‘Tras la puerta verde’ (Jim y Artie Mitchell, 1973), por ejemplo, derribó la prohibición no escrita que impedía mostrar sexo interracial en pantalla, gracias al primitivo polvo que escenifican Marilyn Chambers y Johnny Keyes en la primera escena sexual de la película. Después caerían otras barreras, como la de la homosexualidad en un filme mainstream que es visible en ‘Historia de Joanna’ (Gerard Damiano, 1975) o los crímenes sexuales en ‘Water power’ (Shaun Costello, 1976), pero el verdadero tabú se derribó en 1979.

Sus responsables fueron un matrimonio de California muy peculiar. Ella, Helen Terrie, escribía los guiones de las películas pornográficas que dirigía su marido, Kirdy Stevens, uno de los pioneros silenciosos del porno americano. Stevens llegó al mundo de la pornografía de manera muy curiosa. En 1957 era el propietario de una casa de empeños de Los Angeles cuando, un buen día, un tipo le llevó a empeñar unos rollos de películas filmadas en 16 mm. Stevens, movido por la curiosidad y por la corrección profesional, le preguntó qué contenían aquellos rollos. El cliente le contestó que eran películas “girlie”, filmes de desnudos pero no porno, que él vendía a los “arcades” de Main Street, unas tiendas que ofrecían al visitante la posibilidad de ver cortometrajes eróticos en las máquinas Panorama, una especie de jukebox con imágenes. Dos días después, Kirdy vendió la casa de empeños y compró un “arcade”.

Kay Parker en ‘Taboo’ (1979).

En su nuevo negocio, Kirdy Stevens montaría un laboratorio de revelado de cortos pornográficos e incluso llegó a comprar cientos de películas porno sin revelar en Europa para positivarlas y distribuirlas en su tienda. Para completar la oferta, Stevens y sus dos socios en el negocio, filmaban sus propias películas porno. Este boyante negocio se quebró en 1970, cuando Stevens desafió la ambigua legislación americana sobre pornografía y comenzó a enviar cortos con sexo explícito por correo a todos los clientes que certificaran que eran mayores de edad. Su valentía le acarrearía decenas de denuncias en muchos estados de la Unión y, aunque de todas salió indemne, hubo de someterse a un periodo de vigilancia legal que le impedía filmar o distribuir material pornográfico. Kirdy se pasó entonces al cine soft durante tres años en los que hizo tres películas y perdió la mayoría del dinero que había ganado haciendo porno.

Su regreso, en 1974, fue silencioso hasta que, en 1979, estrenó ‘Taboo’, la historia de una mujer que busca desesperadamente el amor, después de que su marido la haya abandonado, y acaba cayendo en los brazos de su propio hijo. Escrita por Helen Terrie, ‘Taboo’ era, sobre todo, un filme femenino, un retrato de la soledad de la mujer cuando el hombre la rechaza, pero su impacto no residía en las angustias de su protagonista, la británica Kay Parker que ya había superado los 35 años de edad, sino en la incestuosa relación entre ella y su hijo, interpretado por el veinteañero Mike Ranger. Evidentemente Kay Parker no era la madre de Mike Ranger en la vida real, pero el impacto de ver en pantalla a una madre haciéndoselo con su propio hijo, aunque fuera de ficción, hizo tambalear los cimientos de la moral americana. Irónicamente, Stevens y Terrie no sacaron tajada de aquello, aunque estaban orgullosos de su trabajo, porque, cuando los cines X comenzaron su declive, vendieron los derechos de la película a Norman Arno, propietario de la VCX, que la convirtió en la cinta de VHS porno más vendida de la historia.

Kirdy Stevens siguió haciendo películas hasta 1990, entre ellas cinco secuelas de su gran éxito, aunque no fue un director muy prolífico. Apenas 14 títulos resumen su carrera, pero en todos ellos hay una preocupación por contar de manera correcta historias interesantes que incluían sexo. Kirdy Stevens murió el 15 de octubre de 2012 a la edad de 92 años y su legado, aunque parezca invisible, todavía permanece en quienes, en los tiempos en que el porno tiende cada vez más hacia lo pequeño, se empeñan en hacer grandes largometrajes con sexo.